La construcción, desarrollo y éxito de una coalición política exige objetivos claros compartidos, responsabilidad, decisión, prudencia y tenacidad.
En los últimos días de diciembre y los primeros de enero, releí “Secretos de la Concertación”, del exministro socialista chileno Carlos Ominami. En la amable dedicatoria de sus “Recuerdos para el futuro” me dijo que aquel había sido “un proceso muy distinto al venezolano, pero que igualmente pueden serles útiles”. Y vaya que lo son, como lo fueron para nosotros en las primeras horas de la formación de la Unidad, los consejos de su compatriota Genaro Arriagada, quien también vivió la transición chilena desde aquel acuerdo plural, pero visto desde otra perspectiva.
La Concertación por la Democracia, inicialmente “concertación por el NO” en el plebiscito constitucional, fue una interesante y exitosa experiencia que logró el fin de la dictadura y cuatro gobiernos, hasta que se desgastó y fue superada, entre otras cosas, por los cambios que ella misma propició. Pero que un amplio y diverso espectro de enconados competidores políticos socialistas y socialdemócratas, demócrata cristianos, pudieran reunirse en una política común.
El plebiscito fue en 1988 y la elección presidencial de Aylwin en 1989, luego de enmiendas constitucionales acordadas mediante la negociación –incluido el amargo trago de que Pinochet siguiera como Comandante de las Fuerzas Armadas hasta 1998.
Chile acaba de elegir Presidente a Piñera. Es la segunda vez que la alianza de derecha alcanza el poder desde aquel cambio histórico de finales de los ochenta. Hay críticas e inconformidad. El sistema político austral amerita renovaciones, algunas profundas, pero es evidente que el país ha progresado y se ha modernizado, sus instituciones se han consolidado y que es hoy líder latinoamericano en muchos sentidos.
Las coaliciones son ejercicios de la política en su mejor sentido de conciliación, tolerancia, capacidad de entendimiento y responsabilidad. Atraviesan desencuentros y momentos difíciles, pero ellos no son mal de morir. La cuestión está en la sabiduría y la madurez para manejarlas y superarlas, sobre la base de los objetivos comunes y la responsabilidad.
No escasean ejemplos. En Alemania todo indica que se reeditará la coalición de Demócrata Cristianos y Social Demócratas, que no era la preferida por el interés partidista de unos y otros, pero el país no puede quedar al garete tras fracasar otras opciones. En Colombia, el Frente Nacional de Liberales y Conservadores fue la respuesta tras años de violencia y la dictadura de Rojas Pinilla. En Venezuela tenemos experiencias de coaliciones. Un frente muy amplio fue decisivo para poner fin a la dictadura y fueron coaligados los dos gobiernos fundacionales de la democracia después de 1958.
A esa cultura, actualizada con realismo y ambición de futuro, hay que echar mano para reconstruir, ampliar y profundizar la Unidad de los demócratas por el cambio.