Me arriesgo a que mientras esta nota sale al aire los factores de poder que han exigido a la Oposición agotar el trámite de un diálogo con el régimen tuerzan el brazo al madurismo y le obliguen a ceder en las condiciones que esa Oposición trajo a la mesa. Una posibilidad mínima, así que allá voy.
Desde que comenzó esta tragedia hemos sostenido que la sociedad venezolana no está en capacidad de enfrentar el atraco fascista que la mantiene secuestrada. La comunidad internacional, sobre todo Estados Unidos y Europa, no tuvo razones para reaccionar adecuadamente hasta que el hallazgo de un colosal yacimiento de petróleo y gas en las bocas del Orinoco hizo coincidir la solidaridad democrática con su conveniencia. Si esto no hubiera ocurrido el interés sería escaso. Pero ocurrió, estimulando el idealismo de Estados Unidos y la Unión Europea, poderes que ahora pujan por un pedazo del pastel, con ventaja para Estados Unidos, donde hoy predominan los intereses petroleros.
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Estados Unidos es quien corta el bacalao, porque el hallazgo lo hizo una petrolera suya en aguas esequibas, parcialmente dominadas por su aliado británico. Pero la presencia de Rusia le obliga a consideraciones con ese país y con Europa. Los necesita para sacar a los secuestradores, quienes han resultado hábiles negociantes. Europa entra en el juego con el cuento del diálogo, método distinto al de Estados Unidos. La oposición venezolana, desarmada frente a los secuestradores, ha tenido que aceptar esta ceremonia como también el largo pero eficaz camino de las sanciones aplicadas full por Estados Unidos y despacito por Europa. No le queda otra.
El madurismo tendrá que irse y él lo sabe, pero se aguantará hasta lograr la impunidad. Allí entra Rusia y hasta Europa -en especial España-, que ofrecerán cobijo a los truhanes a cambio de una tajada de la torta esequiba y depósitos billonarios para sus bancos. Así terminará esta historia de un pueblo pendejo -el venezolano, claro- que, entretenido con la cerveza y el juego de pelota, no supo utilizar los recursos que Dios puso en sus manos.