Los políticos son especialistas en el arte de entenderse para que una sociedad pueda funcionar y los ciudadanos puedan vivir. Si fracasan en esa tarea, se les puede llamar políticos fracasados.
En estos días Europa celebra a dos políticos exitosos, la democristiana Ángela Merkel -quien pudiera ser la más capaz estadista actual- y el socialdemócrata Martín Schulz. Estos dos rivales han logrado un acuerdo que asegura el funcionamiento de Alemania, locomotora de la economía de Europa, la cual respira aliviada.
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Así proceden los políticos del mundo desarrollado. En nuestra subdesarrollada Venezuela, donde a los políticos se les califica por su testarudez y capacidad de insultar, cuando no por sus frases comunes, los tres políticos más importantes de la oposición -Borges, Ramos y López-, no han cumplido su responsabilidad de entenderse para enfrentar a un régimen que ha destruido la nación. Esto mueve a meditar por qué unos pueblos prosperan y otros se hunden en la miseria.
Este fracaso no significa la permanencia del régimen que, estúpido de él, ha destruido la producción y se ha querellado con Europa y Estados Unidos, grandes poderes dispuestos a derrocarlo, objetivo que con toda seguridad alcanzarán. Se abren otras soluciones: la intervención internacional o la de las FAN y la Iglesia como instituciones responsables, o una mezcla de todo eso. No es para celebrarlo, pero hacia allá gravita el proceso.