–Tillerson viaja para coordinar la fase final de una tragedia que concluye con la quiebra de Venezuela y la cancelación de su esperanza sobre el Esequibo
Escribir una columna semanal sobre la crisis venezolana es como reportar el estado de un enfermo terminal que cada día está más cerca de la muerte. Sólo que los enfermos son dos. Uno, el régimen castro-madurista, cuyas pulsaciones son ya espasmódicas, irregulares, desordenadas. El otro enfermo es Venezuela, cada día más cerca del colapso total.
Al régimen esta semana no le pasó nada bueno y en cambio hay mucho de malo que reportar. Hace tiempo viene siendo así. El pleito con España se convirtió en pleito con Europa, madre del diálogo, ceremonia en la cual la Oposición poco tiene que buscar pero accedió para honrar la ayuda trasatlántica. Francia, vitalizada por la energía del presidente Macron, se ha solidarizado con España en actitud de alta beligerancia. La guarimba del viejo continente cerró de pronto, lo cual pone el mundo aún más chiquito para Diosdado y sus generales, quienes en España, Portugal, Italia y Francia han guardado fortunas ahora congeladas, y esperaban exiliarse allí, posibilidad cancelada. Quiere decir que la última esperanza de Diosdado está en EE.UU, que significativamente se aguanta el sancionarlo.
Es descarado el antagonismo entre Diosdado, que al no tener adonde irse no puede sino ser intransigente-, y un madurismo que al respecto las tiene más claras. Ya observamos que la orden de capturar vivo a Oscar Pérez la saboteó abiertamente Diosdado, con el agravante de que al día siguiente Reverol hizo estallar el diálogo, escenario en el cual Jorge Rodríguez -único que realmente sabe con qué se come lo que está servido- podía en cualquier momento aceptar cualquier fórmula para dejar el poder y no morir en el intento. «Si me jodo yo nos jodemos todos», es la consigna cabellista, lo cual significa que se joderán todos.
El colapso de la economía fue anunciado oficialmente por el Fiscal, Tarek William Saab, quien hizo saber que PDVSA está quebrada -o sea, que Venezuela lo está. Saab prefirió decir esa enormidad antes que regocijarse con el asesinato de Oscar Pérez. No está en su naturaleza. Falta saber si Maduro respalda el anuncio de que no hay con qué pagar la cuenta.
Ahora bien, lo determinante es que Tillerson, el Tiranosaurus Rex, viaja para coordinar con los presidentes de México, Argentina, Perú y Colombia la incorporación activa de América Hispana al cerco que estrangulará al castro-madurismo. Tillerson, cabeza del mayor poder privado (Exxon Mobil) y el mayor poder global (EE.UU.), necesita eso para este año, dentro de su pert para extraer el petróleo y el gas yacente en la cuenca esequiba. En La Haya está listo el fallo por el cual la Venezuela indefensa, agotada por un gobierno canalla será definitivamente despojada de sus derechos en el Esequibo. Una ordalía más fea que el Laudo de París. Sólo falta asegurar que no habrá protestas de importancia por ese resultado vergonzoso de la gran tragedia nacional.
En la Oposición, el mismo espectáculo de impúdicas ambiciones personales. La dinámica de las validaciones reduce a dos el número de aspirantes -el centro izquierda adeco y el centro derecha justiciero-, e igualmente de líderes. Henry y Julio, Julio y Henry, no más. Son los que tuvieron aire y músculo para superar los obstáculos opuestos por la esperpéntica pareja que forma el CNE y el TSJ. Lamentando las bajas y pendientes de si para las presidenciales se ponen de acuerdo, debemos aceptar que no está mal. Por accidente nos está resultando el cuadro de las grandes democracias occidentales. Por cierto, el que Betancourt nos diseñó.