A Sangre Fría: Intervención extranjera
Eso de la intervención extranjera tiene sus bemoles. Natural es que le guste a Nicolás Maduro, a quien el gobierno de Cuba hizo Presidente de Venezuela. Caso distinto al de Diosdado, a quien esa preferencia de Fidel dejó con los crespos hechos. No tuvo Cabello el juego de piernas del general Padrino, quien, versado en estrategia, se mantuvo en tierra de nadie hasta que los rusos le garantizaron santuario para cuando se forme la corredera. Allí tienen tres casos: el del que le gusta, el del que no le gusta porque lo perjudicó y el de que depende de cuál intervención sea.
Hay que comprender la situación de cada uno. Para enfrentar al imperio español -al cual por cierto militarmente había servido-, Miranda se convirtió en agente del imperio británico. De algo hay que vivir. (No confundir con la Legión Británica. Esos eran bravos soldados profesionales contratados por López Méndez en Europa. Fueron cruelmente inmolados en Carabobo).
Comenzando el siglo pasado la zamurera europea, acreedora de la deuda causada por el irresponsable de Cipriano Castro, se disponía a repartirse Venezuela cuando el águila americana intervino para espantarlas. La situación es tan parecida a la actual, que ahora los zamuros a espantar son rusos y chinos. En Europa, los gringos intervinieron dos veces para sacar a los alemanes empeñados en beber champaigne en Paris para luego ir a mearla en el Arco de Triunfo. Las francesas recibieron a los libertadores bañaditas y fresquecitas, como Sosa Azpúrua dice deben las venezolanas recibir a los marines -ver tuiter del candidato galán. Pero creo que la Policía Militar americana no permitirá estos encuentros cercanos del tercer tipo, en vista de lo que les pasa a los agente de la CIA y soldados gringos cada vez que van de farra en Colombia: los drogan.
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Igual que las francesas hicieron las alemanas -¿qué tal? Sobre eso hay una extraordinaria película de Fassbinder. Sobre las italianas -lo mismo- nos ilustra Malaparte en «La Piel», reportaje notable del cual hay una horrible película que no se salva ni por la pareja Mastroiani-Loren.
No seguiré atiborrándoles con este divertimento macabro sobre intervenciones, un desahogo a mi angustia por lo que a mi antiguo amigo y noble adversario Enrique Aristeguieta Gramcko pudieron estar haciéndole los torturadores cubanos del Sebin. ¡Pura intervención!