El régimen de Nicolás Maduro nos quiere llevar a un proceso electoral totalmente viciado y lleno de obstáculos.
Siempre hay que recordar, por la olvidadiza memoria del venezolano, por qué -desde que llegó Chávez al poder- comenzó la destrucción de la estructura de la República Democrática de Venezuela. Primero el desastre de la supraconstitucionalidad de aquella sentencia de la extinta Corte Suprema de Justicia, luego la aberrante institución, llamada Congresillo, que hacía las funciones de legislación y puente hasta que apareció la Asamblea Constituyente, la de Chávez.
Tenemos una Asamblea Constituyente con las debidas triquiñuelas a través de un sistema promovido por Cuba. Una de ellas, el Kino, para lograr que la mayoría de los escogidos fueran del chavismo. Ahí se elimina la Corte Suprema de Justicia y es sustituida por peores miembros de los que había un cenáculo de cagarrutas mentales, abogados de baja ralea, truhanes fracasados en el ejercicio, teóricos de salón, resentidos y hasta mal vivientes, para desmontar el sistema democrático.
Así se inicia el proceso de demolición institucional que acabó con la separación de poderes, base del Estado Democrático, convirtiendo a los responsables de la cúpula del Poder Judicial en taquimecanógrafos del Ejecutivo.
La idea es convertir un país en una selva, donde no haya ninguna norma o forma de convivencia entre quienes habitan en ese conglomerado.
Bueno, la Constitución de 1999, llena de gazapos, normas contradictorias, vacíos y lagunas de relación de la normativa, un dispositivo que permitía las bases de la anarquía de las funciones del Estado y el fomento de la desaparición de la República Democrática.
20 años de contradicciones y una Asamblea Nacional inoperante durante 19 años, y hoy bajo otra aberración se constituye otra Asamblea Constituyente a la medida de Maduro. La de Chávez no les sirve para seguir con el negocio del narcotráfico y hay que implementar acciones que burlen los derechos de los venezolanos y la justicia internacional.
Hoy, con el mismo procedimiento de los Castro, la oposición se presta para un “diálogo”, que en el fondo es una extorción del oficialismo para que entrampados los dirigentes de la unidad democrática tengan que seguir la agenda que impone Cuba y que Maduro canaliza.
Hoy, cansados los venezolanos de bajar al nivel más paupérrimo de su existencia, por el mal vivir, nos quieren llevar a un proceso electoral viciado, lleno de obstáculos, que el régimen no está dispuesto a solventar: los colectivos armados amenazando a los testigos de mesa para que abandonen sus lugares en el día de las elecciones, con unas FAN ciegas y cómplices. Mesas electorales en las edificaciones de Misión Vivienda sin ningún control, ni presencia de testigos de la oposición, sin adecuación del patrón electoral, sin la garantía de que los venezolanos expatriados puedan ejercer su derecho al voto, la dupleta del voto doble con la trampa del Carnet de la Paria, con otros factores más graves pero que todavía no tengo suficientes pruebas para denunciar.