Las penosas negociaciones que el sector democrático sostuvo en Santo Domingo con los secuestradores que tienen en rehenes a la población venezolana, fueron inevitables y al final no totalmente estériles, porque mostraron al mundo la perversidad esencial del castro-chavismo.
Las negociaciones entre el régimen castro-madurista y la unidad opositora, rito efectuado en honor a poderosos amigos empeñados en que se realizara, concluyeron como estaba previsto: sin que se vislumbre alguna posibilidad de arreglo entre el mundo democrático y los atracadores atrincherados con sus rehenes en el escenario del delito. Esta imposibilidad viene de otra imposibilidad, la de garantizarle a los atracadores la impunidad que es su verdadero objetivo, lo único que a unos impide rendirse (Diosdado) mientras otros desesperan por hacerlo (Jorge Rodríguez). Como cualquier atracador que se respete, el castro-madurismo solicita el clásico camión blindado y el avión donde quepan todos los altos jefes -los demás que se frieguen-, capaz de llevarlos a un refugio seguro. Pero esas facilidades están en manos de alguien no es la Oposición. Las sanciones que tienen contra la pared a la dictadura no las aplican los partidos democráticos venezolanos sino el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y su equivalente de la Unión Europea. Maduro, Jorge Rodríguez, Padrino, Cabello y tutti cuanti tendrían que dirigirse a ese hermético, inaccesible despacho. Esto quedó ilustrado en un cruce de frases ocurrido hace algunas semanas, el cual, como todo lo importante en esta vida, pasó desapercibido. Jorge Rodríguez (inteligente, culto, astuto, perverso y malvado, genio del mal que todos conocemos, único en su grupo que sabe con qué se come lo que está pasando), lanzó un globo de ensayo con destino a Washington: «Si nos levantan las sanciones, hacemos las elecciones». Elecciones libres, se supone, puesto que de las otras, si queremos hacen una cada domingo. Quien al día siguiente le respondió a Rodríguez con parejo laconismo no fue el Departamento de Estado ni un vocero de la Casa Blanca, sino el Secretario del Tesoro: «Si hacen elecciones (libres, por supuesto, o no son elecciones), levantamos las sanciones». Lo más sincero que hemos visto, y lo más revelador, hasta por el hecho de que sea el Secretario del Tesoro quien responda a una pregunta estrictamente política.
El breve diálogo demostró la eficacia de las sanciones como recurso para doblegar a los atracadores. Los capos del régimen están dispuestos a entregar el poder si les suspenden esas prohibiciones que les impiden irse tranquilos a disfrutar lo pillado. Para eso, para forrarse, conquistaron el poder, y ahora se encuentran con que Estados Unidos y Europa no les permiten escapar con un botín que ni siquiera tienen, porque está congelado en los bancos europeos donde los escondían. Esta situación la demuestra de manera dramática el intento de enviar su familia a Costa Rica que se le frustró a Vladimir Padrino. Ese país es conocido por generosamente recibir a cualquier perseguido político, pero -así quedó establecido en el rechazo- no a la familia de un prominente jefe de la banda que mantiene secuestrada, hambrienta y humillada a la población venezolana, incursa en delitos de lesa humanidad que ni tienen límite territorial, ni prescriben.
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Llegados a este punto hemos de felicitarnos por haber defendido a los dirigentes que han venido manejando el destino de las instituciones políticas. Me refiero a Henry Ramos Allup (Acción Democrática), Julio Borges (Primero Justicia) y Leopoldo López (Voluntad Popular), dejando en angustiado suspenso, entre la esperanza y el miedo, a Un Nuevo Tiempo, cuya conducta a veces se nos vuelve indiscernible. Estos tres políticos han tenido que resolver situaciones tan delicadas como la de un diálogo que se sabía estéril, cuya inutilidad hubo que demostrar a los amigos europeos. No ha sido nada más resistir el calculado vejamen disuasivo, supuesto a quebrar voluntades, de unos atracadores entrenados por maestros formados en la Stasi de Alemania Oriental. Ha sido atravesar la catarata de insultos coordinados por una cáfila de periodistas y animadores menesterosos y por expertos cibernéticos que multiplican el agravio, todo ello pagado por un sindicato de delincuentes financieros que asociados a funcionarios chavistas sacaron del país miles de millones de dólares saqueados a la nación y una vez fuera buscan la impunidad desacreditando la política institucional y financiando a políticos opositores. También estos delincuentes se afanan en la impunidad que les permitiría regresar como protectores cuando el cambio político se produzca. Armados de fortunas alucinantes, esperan imponer un candidato (a) extrapartido que escogerán en las caballerizas donde a toda leche mantienen políticos acorralados sin recursos económicos.
De paso corrijo la ligereza, arriba dicha, de que el desagradable diálogo fue inútil. De él estaba pendiente el mundo civilizado que, desconociendo la primitividad política de nuestro vecindario, consideraron trámite obligado el que se acaba de cumplir en Quisqueya. En esas penosas conversaciones donde hasta el anfitrión fue un choro, ese importante segmento de la opinión mundial pudo ver como la MUD sostuvo algo tan legítimo y obvio que pareció absurdo tener que exigirlo: elecciones libres, ayuda humanitaria para un pueblo hambriento, libertad para los dirigentes políticos presos y exiliados -nótese que ni siquiera se exigía devolución de lo saqueado. La negativa del régimen, repetida por boca de un psiquiatra de formación europea, Jorge Rodríguez, quien gracias a su preparación superior a la del lote se ha convertido en factor dinámico de la estrategia castro-chavista, sorprendió a relevantes sectores europeos que no habían acabado de internalizar la magnitud de la situación venezolana. Lo del régimen fue una torpe y obscena exhibición de increíble maldad, repugnante pero útil a los efectos de que universalmente se les conozca tal como son.
Para Europa esto ha sido un fracaso diplomático que debemos lamentar, comenzando por el error de haber escogido como promotor de la ceremonia al señor Zapatero, cuya debilidad ante el secreto encanto del chavismo padecimos los venezolanos, especialmente los socialdemócratas, mientras el señor Zapatero fue jefe del gobierno español, gestión desastrosa para España y para el socialismo democrático, que existe y es hermoso. Así demostrada la maldad extrema del castro-chavismo, Estados Unidos ha desatado su ofensiva latinoamericana, cuyo punto central es el cambio político hacia la democracia en Venezuela. Y, como decía mi abuela barloventeña, donde ronca tigre no hay burro con reumatismo.