French President Emmanuel Macron (L) listens to Russian President Vladimir Putin during a meeting at the Chateau de Versailles near Paris, France, May 29, 2017. REUTERS/Alexander Zemlianichenko/Pool

El poder de la noticia falsa

Se trata de una total novedad en la política y que muchos – entre ellos los venezolanos – todavía no han aprendido a discriminar para combatirla. Si bien la noticia falsa siempre existió, ella nunca funcionó por las redes sociales pasando a ser un potente instrumento para engañar a pueblos enteros, incluso los más poderosos.

Nunca antes he visto correr en las redes sociales tal profusión de noticias falsas, me asombro al ver presuntos autores de mensajes con nombres que imitan a personalidades conocidas, e incluso veo una tercera modalidad de engaño, como lo es el rumor transmitido como si fuera un hecho comprobado. Es asombrosa la cantidad de los «fake news» y los miles, hasta los millones clics de repetición, no sólo en Venezuela, sino aparentemente en otras naciones, lo que cabe interpretar globalmente como una fábrica dotada de sofisticados métodos de difusión, cuidadosamente planificada para alcanzar metas políticas nacionales e internacionales.

Créanme, esto es totalmente nuevo y nunca existió antes ni en esta forma, ni a tal escala.

Las elecciones norteamericanas

Hace un par de años, noté en la gran prensa alemana una elaborada información acerca de lo que ellos definían como una institución creada por el gobierno ruso, para intervenir con noticias falsas o distorsionadas, vía redes sociales, temas de interés político en el mundo. Según estas publicaciones (si mal no recuerdo en der Stern o quizás el Spiegel), presuntamente existía en San Petersburgo un edificio enteramente dedicado a esa labor, con operadores que trabajaban en los diversos idiomas de Europa y Asia, las 24 horas al día.

Efectivamente, me doy cuenta ahora que Alemania poseía suficiente material como para protegerse y en las más recientes elecciones, posiblemente no fue una víctima tan visible de las «fake news» (noticias falsas), como parecen haberlo sido Estados Unidos.

En Francia, el presidente Emmanuel Macron  denunció que su campaña fue víctima de ataques con noticias falsas por las que acusó en su cara y públicamente al presidente ruso Vladimir Putin. En consecuencia, el gobierno francés promueve actualmente una ley diseñada para impedir ese tipo de interferencias.

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En el aspecto de destrucción de la unidad europea como meta política, no sorprenden los informes de presuntas campañas que habrían fomentado la separación de Inglaterra con el Brexit y la de Cataluña en España. En ambos casos, aparece el nombre del australiano Julian Assange, creador de Wikileaks, quien está bajo orden de arresto y vive como refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.

En Estados Unidos, la interferencia en la política y las elecciones a través de noticias falsas, es actualmente tema no solamente de una comisión especial en el congreso, sino que está siendo ampliamente discutido en los medios, con importantes estudios difundidos por ABC, CNN, y diversos grupos tipo ONG.

Sea como sea, además de Putin de presunto acusado, debe haber muchas otras fuentes movidas por intereses locales de desestabilización en cada país. No hay duda de que se trata de un fenómeno mundial, cuya extensión y fuerza se deben al inmenso esparcimiento de la difusión de noticias en un mundo que depende cada vez más de las facilidades electrónicas.

Caso Venezuela

Si en Europa y Estados Unidos, las noticias falsas son hoy importante tema no sólo en los medios, sino en el nivel legislativo, en Venezuela nunca hubo preocupación oficial por algo que se ha extendido a enorme velocidad en el último par de meses.

La noticia falsa siempre ha existido, pero nunca ha estado tan extendida, tan venenosa y tan impune, como lo es ahora muy particularmente en Venezuela. Es como si Venezuela fuera un campo de batalla con muchos intereses nacionales e internacionales cruzados, con la noticia falsa como un  monstruo de mil cabezas, de las que cada una funciona posiblemente independiente de la otra.

Su modalidad más «inocente» es cuando un acontecimiento es interpretado erróneamente por el público y empieza a dar vueltas en las redes. Ejemplo reciente: la noticia que rodó en las redes e incluso engañó a algunos medios, de que en Carnaval habrían quemado en Carabobo un peaje de los recién anunciados por el nuevo gobernador. Resultó que la confusión de la falsa noticias había nacido porque cerca de la autopista, hubo un incendio, que aparentemente no tuvo que ver con el peaje.

Más grave y mucho menos inocua, es la difusión en las redes sociales de noticias falsas o difamatorias contra diversos segmentos de la oposición. La destrucción de la credibilidad y la necesaria unidad de la MUD, instrumento excelso para crear la acción unánime de la oposición, ha sido blanco de una sostenida campaña de descrédito, a la que varios miembros de la oposición contribuyeron con asombrosa ingenuidad, poniendo a trabajar su propia inventiva.

Ignoro cuanto de esa campaña destructora de la unidad y por ende muy grave para el país, es producto de una más que probable maquinaria foránea. Tampoco sé cuánto de eso estaría financiado ya no por el gobierno venezolano, ni interferencia rusa o cubana, sino por ilusorios intereses de imaginarias candidaturas presidenciales. De lo que sí puedo dar fe, porque lo observo con mis ojos, es que la profusión de ese tipo de «noticias» engañosas alcanza actualmente niveles de masivo engaño nacional.

Finalmente llega la tercera modalidad de noticias falsas o deformadas, que son las emanadas de los medios de información oficiales. Son quizás las menos dañinas debido al bajísimo nivel de credibilidad que tienen en la población. Hasta las podríamos dividir entre las que se difunden para influenciar a los venezolanos, y las lanzadas con fines de política exterior. Ejemplo de las primeras serían los anuncios sobre elecciones presidenciales y de las segundas, la enconada negación de que en Venezuela existe una emergencia humanitaria.

Dónde está la diferencia

La gran diferencia entre los engaños difundidos en el pasado y los actuales, es su inmensa facilidad de divulgación.

Una de las características del sistema comunista, siempre ha sido la propaganda oficial, disfrazada de noticieros, repleta de falsedades, como la de una población feliz y próspera, cuando en realidad todos los sistemas comunistas crean poblaciones carentes de lo más necesario, incluso de alimentos, debido a la ausencia de producción que termina siendo parte del sistema. Por supuesta, nadie es víctima de esos engaños en los que nadie cree y son fuente de chistes. Es el rol que cumplen en Venezuela los medios de comunicación oficiales, empezando por el ministerio de información, significativamente ligado a Miraflores. Digamos que aquello era y es «lo de siempre» en cualquier sistema comunista.

El cambio actual consiste en que los medios sociales crean ahora otra vertiente de engaños, nueva, la que salta a la vista cada vez que uno abre su teléfono inteligente o su computadora. El sistema que antes sólo disponía de los medios oficiales, se beneficia ahora del inmenso caudal electrónico con comunicación persona a persona, grupo a grupo y dispone de instrumentos como Facebook, Twitter, WhatsApp, etc. etc. Se trata de un caudal no sólo omnipresente, sino omnipotente desde el punto de vista informativo.

La peor consecuencia de esa novedad en Venezuela, ha sido la facilidad con la que incluso de buena fe, se  divide a la oposición, cuando su única, pero también invencible fuerza, es la unidad. Es quizás la razón, por la que una población confundida y despavorida, ya optó en Venezuela por la más negativa modalidad de votación: la de votar con los pies, huyendo del país. Lo cual es un suicidio político y hasta tanto no se habrá identificado la noticia divisoria para sustituirla por la unificadora, la población estará actuando en contra de sus más elementales intereses, los de una vida en democracia y prosperidad.