De nuevo y como plato principal en la gira del secretario de Estado de EE.UU. por la región, se hizo presente la posibilidad de un embargo petrolero a la Venezuela chavista. Un tema que ya se había planteado hace un año con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
Exportación a EE.UU.
La producción petrolera venezolana que venía cayendo aceleró su desplome durante el pasado año 2017. Según datos de la OPEP, cayó en diciembre 11,75%, para situarse en 1,621 millones de barriles diarios (mb/d), retrocediendo al nivel de producción de 1988 – Barclays estima una media de 1,43 mb/d para 2018.
El principal socio petrolero de Venezuela es EE.UU., recibe el 31% de las ventas de crudo, según el Gen. Manuel Quevedo, novel presidente de PDVSA. Esto representó según Agencia de Información Energética de EE.UU. un promedio de más de 600.000 b/d entre enero y noviembre de 2017. En noviembre solo se enviaron 475.165 b/d, lo que significó una caída de 36% en un año y 12% frente al mes anterior. Venezuela exportó el año pasado más de 800.000 b/d hacia Asia (China y la India) cuando en 2016 solo fue 640.000 b/d. La diferencia con el petróleo enviado a EE.UU. es que este petróleo en su mayoría es para pagar deudas y no genera divisas.
Refinación
Además de CITGO, compañías como Valero, Chevron Corp, y Phillips 66 procesan el crudo pesado de Venezuela. En 2016 CITGO refinaba un 27% de lo que exportaba Venezuela a EE.UU. Valero un 22%, Phillips 66 un 18,5% y Chevron 13,1%, además de otras seis compañías entre las cuales están Shell y Total.
Al conocer que las sanciones petroleras eran probables en 2018 algunas compañías comenzaron a prepararse. Para noviembre 2017 las exportaciones cayeron a 555.000 b/d y en enero de este año alcanzaban 323.000 b/d. Así Phillips 66 que debía procesar 170.000 b/d. según contrato con PDVSA solo procesó 33. 500 b/d en junio, y en enero no adquirió crudo venezolano. Valero, el mayor importador de petróleo venezolano, planteó cambiar sus refinerías para procesar la mayor cantidad de crudo ligero posible, sin embargo sigue siendo el mayor importador de crudo venezolano, aunque ese petróleo solo representa el 6,5% de lo que la compañía procesa. En noviembre pasado Valero adquirió 207.800 b/d, CITGO 90.800 b/d., Chevron 63.600b/d, Marathon 41.200 y Phillips.66 18.300 b/d, lo que significa que Phillips 66 y Chevron bajaron considerablemente su participación. En esto también influyó la caída de la producción y la calidad del petróleo nacional.
Efecto de las sanciones en EE.UU.
En julio de 2017 la Asociación de Fabricantes de Combustibles y Petroquímica de EE.UU. envió una carta a Trump previniéndolo de las implicaciones de unas sanciones petroleras. Para ellos, argumentaba que sustituir el petróleo venezolano no es algo sencillo, que de hacerlo implicaría aumento de precios y que serían afectadas fundamentalmente las refinadoras de Phillips 66, Valero Energy y Chevron. Sin embargo, como vimos, tanto Phillips 66 como Chevron de hecho han bajado su consumo de petróleo venezolano y el aumento de precios no ha sucedido, al menos nadie lo ha atribuido a la reducción de nuestras exportaciones.
Se estima que al momento, estas refinerías solo procesan unos 200.000 b/d, por lo que comparado con el año pasado ya se ha dado un ajuste importante. La posible prohibición a las compañías estadounidenses de comprar petróleo a Venezuela, provocará la búsqueda de petróleo pesado en otros países como Canadá, Colombia, México e incluso Irak o Arabia Saudita, de donde ya estas refinerías reciben crudos o modifican sus refinerías a fin de procesar petróleo liviano como alguna de esas compañías anunciaron. Otro escenario es que se incluya a CITGO en esta prohibición y/o se obstaculice el reenvío del beneficio a Venezuela.
El efecto en Venezuela
Como la mayoría de las divisas provienen del petróleo que se exporta a los EE.UU. el efecto inicial sobre Venezuela sería fuerte. Sin que hayan impuesto estas sanciones, por la caída de la producción y las sanciones financieras impuestas «PDVSA está en default selectivo en 8 emisiones de bonos: incluyendo 2020, 2022 y 2017. Los de 2022 están con retraso. El país tiene más de US$1 mil millones en pagos de intereses vencidos, que es más del 10% de las reservas del banco central», nos dice el analista Kenneth Rapoza en la revista Forbes. Y esto solo llevaría a un default más grave que podría «interrumpir las operaciones de PDVSA en el extranjero y así comprometer el flujo de caja necesario para financiar al gobierno», agrega Rapoza. Imagínense si a esto le agregamos sanciones petroleras.
Además, lo anterior agravaría lo que han llamado la «espiral de la muerte» (death spiral) donde cada día el dinero vale menos debido a una inflación que el Fondo Monetario internacional estima para este año en 13.000%, en un cuadro de estanflación con una caída del 15% del PIB y con extremo desabastecimiento. Claro que Venezuela encontraría otros mercados para el petróleo, «probablemente China y Asia, pero a descuento y con mayores costos de transporte», según Joseph McMonigle de Hedgeye Risk Management.
¿Puede ir peor?
Quienes objetan las sanciones petroleras argumentan que el impacto sería devastador. Para la revista británica The Economist las «…sanciones podrían herir a la gente común más que a los peces gordos, que controlan el acceso a los dólares… y empeorarían la escasez de alimentos y medicinas». El venezolano Moisés Naim en su columna del diario El País de España decía que este tipo de sanciones «Hacen sufrir más a la población, pero no afectan a los gobiernos y a las élites que lo apoyan». Ambos aseguran que esto le daría razones a Maduro para «atrincherarse». Para Naim además la caída de la producción petrolera hace casi innecesaria tal medida.
Sin embargo, Rex Tillerson desarrolló otro argumento en Argentina que va en otra dirección cuando dijo: «Uno de los aspectos que se considera al sancionar el petróleo es cuáles serían las consecuencias sobre el pueblo venezolano. Pero no hacer nada, es también pedir que el pueblo venezolano siga sufriendo». Un dicho criollo dice «para estar guindando es preferible caer».
El impacto en el Caribe
Ya EE.UU había lanzado en 2014, la «Iniciativa de Seguridad Energética para el Caribe» vis-a-vis la crisis venezolana y ese mismo año se eliminó la prohibición de exportación de petróleo desde los EE.UU. Pero Tillerson fue más claro cuando anunció en Jamaica que estudia formas de suavizar los efectos de posibles restricciones en los países que importan petróleo de Venezuela, utilizando «nuestra rica dotación y la infraestructura que ya tenemos». A tal fin se creó un grupo con México y Canadá para este asunto. Aunque a México no le gustó lo de las sanciones petroleras. Esto es un paso importante para reducir la dependencia de los pequeños países del Caribe del pranato.
Hay dos posiciones sobre las sanciones petroleras: una que cree que ellas terminarían de explotar la crisis y facilitarían el cambio, y otra que se opone pues afectaría al pueblo venezolano o a las empresas estadounidenses. Los detalles de estas sanciones no se conocen, pues hay varias alternativas sobre la mesa que tendrán que evaluarse. Muy probablemente una sanción de este tipo se impondría una vez que se realicen las elecciones de abril.