La cacería electoral que ha montado el régimen solo le es útil a Nicolás Maduro, pero muy perjudicial para los venezolanos.
El tinglado de la farsa electoral está montado. Las neodictaduras creen que pueden engañar a la opinión nacional e internacional celebrando elecciones hechas a su medida y conveniencia. A tal fin, simulan deseos de dialogar y buscar acuerdos con quienes saben que son sus adversarios de más peso político, pero ya estando dispuestas internamente a no ceder en nada que ponga en peligro su suerte en el sainete que se prepara. Se cuida la pantomima para que haya ingenuos que puedan creerla.
La dictadura de Maduro envió a República Dominicana una delegación suya a negociar las condiciones de la elección presidencial con los representantes de la MUD, correspondiente al período constitucional 2019-2025. Después de días de prolongadas conversaciones, en presencia de facilitadores internacionales, se bajó el telón de la comedia con el anuncio de que todo había fracasado y los voceros de las dos partes regresaban a Venezuela.
A partir de ese momento, el régimen y sus asesores (cubanos y nicaragüenses) comenzaron a buscar un candidato presidencial que pareciera de oposición, sin fuelle ni peso que pudiera comprometer la felonía electoral en marcha, pero que sirviera para dar visos de competitividad a la candidatura de Maduro, cuyo irrenunciable triunfo ya estaba decidido y escrito. Se buscaba, pues, una candidatura de utilería. Así fue cómo se encontró en la comarca la candidatura de Henry Falcón, quien también quería sumar en su palmarés el registro de haber apostado a ser presidente de la república. El escrito de Alberto Barrera Tyszka “El cazagüire”, en el que, después de referir que el cazador de ese animal debe mantenerse agazapado junto al río donde se encuentre, llega a la conclusión de que “ahora tal vez calce perfecto para decir que Henry Falcón anda de cazagüire en este 2018”.
Lo cierto es que ese acto de cacería electoral es útil a Maduro y perjudicial para el país, y, como atinadamente dijo la MUD, en la carta que el 27 de febrero dirigiera a Maduro, al mantenerse las inaceptables condiciones electorales ya rechazadas en República Dominicana, se está cerrando “la única válvula de escape a la tensión nacional”. En efecto, sigue el mismo CNE, que es bueno para arrodillarse, pero no para ser árbitro en una justa comicial; siguen inhabilitados importantes partidos y líderes políticos, y tampoco puede competir la MUD porque le fue anulada su tarjeta de “la manito”; sigue la organización de un proceso electoral en el que no se atienden los lapsos y plazos de ley; sigue sin confirmarse una misión de observación internacional que tenga tiempo suficiente para estar presente y pueda verificar las fases del proceso; y, por último, sigue intacta la hegemonía comunicacional de la dictadura, cuya manifestación más abusiva son las cadenas de radio y televisión, donde con un lenguaje de mal gusto, escasez de ideas y abundancia de banalidades, uno no sabe si estamos asistiendo a un acto de propaganda política o a un castigo que se le quiere hacer a los venezolanos.
Si se consuma la farsa, otro desenlace vendrá después.