No se puede descartar que profesionales cubanos vengan a llenar el vacío dejado por los profesionales venezolanos que están emigrando.
Para alguien que no viva en Venezuela, la experiencia de ver la proyección completa de la ceremonia del quinto aniversario de la muerte del teniente-coronel Hugo Chávez, significa una experiencia única porque es una ilustración de la miseria cultural que instauró y caracteriza la era del chavismo en el país.
La ceremonia tuvo como primer escenario la Academia Militar, que el homenajeado bautizó como “la casa de los sueños azules”. La mezcla de la creación de un mito que suplanta al ya existente y patológico de Bolívar, con el de la propaganda política, caracterizó el acto. La estética castrista en la que prevalece el uniforme verde olivo, y la presencia de la “familia real”, Nicolás Maduro y la primera combatiente, ocupaban la escena. Dominaba el espacio una estatua gigante del extinto teniente-coronel, ante la cual se había encendido una antorcha, “una antorcha sagrada”.
El físico de los invitados de honor -militares y la corte de civiles que conforman el régimen- contrastaba con las fotografías y videos provenientes de Venezuela que muestran figuras famélicas hurgando en botes de basura. Se destacaba la prominencia del vientre de los participantes, incluso el de los militares, que se supone, deberían mantenerse en una forma física impecable para defender el país en el momento de presentar combate ante el imperio. El volumen del vientre de Nicolás Maduro, como debe ser por tratarse del presidente, ha cobrado relieves pornográficos.
Un militar, que se tomó por Fidel Castro, pronunció un largo, larguísimo, discurso sin contenido alguno, durante el cual se limitó a repetir sinónimos y frases de una cursilería a toda prueba. No se conmemora la muerte del coloso, gigante, guía supremo, único, inmenso, invicto, eterno inmortal, celestial, universal, galáctico, sino “la siembra”, “su tránsito a otro plano”. Por su lado, Nicolás Maduro, hijo predilecto y heredero del trono del homenajeado, al clausurar la ceremonia declaró que “Ya no recordamos a Chávez con lágrimas. Lo recordamos con una sonrisa, porque Chávez es más futuro que pasado”. Dato curioso, mencionó a las autoridades presentes, representantes de la corte más cercana, los hermanos Rodríguez, Tibisay Lucena, etc., pero no mencionó a Diosdado Cabello, sentado en primera fila, luciendo una brillante camisa roja. El locutor de la ceremonia, declaró al cierre de la ceremonia que Cabello acompañaría y llevaría el “fuego sagrado” al cuartel de la montaña en donde reposa, o está sembrado, el supremo. Por cierto que se mencionó muy poco a Simón Bolívar. Mostraron extractos de videos en los que se veía a Chávez, cantando, hablando. En el de más larga duración, Chávez contó anécdotas con Fidel Castro.
“Vamos a participar en todas las actividades conmemorativas por la siembra del comandante”, declaró Delcy Rodríguez, líder de Somos Venezuela por encargo del primer mandatario. Somos Venezuela es el nuevo partido, el partido de Maduro. Curiosa manera, de sembrar y hacer desaparecer al “eterno”.
Lo que se pudo percibir tras la celebración de esa ceremonia es la cultura, tomada como rehén, para conformar un imaginario a la medida del proyecto recurriendo a una versión creada del folklore basada, según el propósito político, en la tradición, en los “valores auténticos”, con el propósito de crear una “identidad”, tema muy a la moda en las manifestaciones del populismo actual. Así se va forjando un pensamiento inmóvil, conservador, que se expresa por automatismos procedentes de los dictados de los comisarios políticos, los censores encargados de la “orientación ideológica”.
El chavismo, esa modalidad del castrismo, no posee la alcurnia que adquirió el culto a Fidel Castro en Cuba. Es una copia caricatural, pues el chavismo no posee la legitimidad épica que Fidel Castro le supo imprimir a la gesta de la Sierra Maestra, además de derrocar a un dictador.
Chávez tiene en su haber, como gesto de heroicidad combatiente, un golpe de estado fallido y la destrucción de la democracia en el país; el resto lo hizo el alto precio del petróleo que le tocó derrochar durante el periodo en que ejerció la presidencia de la República. El petróleo le otorgó el privilegio de contar con los servicios de Fidel Castro, el mejor consejero en maniobra política que jamás hubiera podido soñar. De allí que el chavismo, siempre tendrá esa connotación caricatural.
La referencias actuales a Venezuela son por la crisis humanitaria que atraviesa y el éxodo de su población, y es cierto, la falta de alimentos y de medicinas son de una urgencia innegable. Pero no se menciona todavía, la muerte de la cultura; la miseria cultural que se está imponiendo, y que debería ser reconocida como un verdadero crimen de lesa humanidad. El éxodo de los profesionales, de los expertos y educadores que forman a los futuros ciudadanos, es un verdadero genocidio que se le impone al país.
El vacío que está dejando el éxodo de profesionales, no podrá ser superado. Cabe preguntarse entonces ¿cuál es el proyecto de país que tiene para Venezuela el castrismo, puesto que Cuba ejerce el poder imperial? ¿La anexión definitiva y vendrán los profesionales cubanos a llenar el vacío dejado por los profesionales venezolanos? No es de excluirse como proyecto. Se debe tener en cuenta que el castrismo es tal vez el único ejemplo del continente en donde no ha privado la improvisación. El castrismo cuenta en términos de generación, y en la formación de expertos. Un personaje formado en la escuela jesuita, como lo fue Fidel Castro, se dedicó a formar “cuadros” profesionales de un proyecto de poder, hasta lograr conformar una tecnología de poder, que al abandonar el dogma ya inservible de la lucha armada, en la nueva fase del castrismo, le agregó la tecnología electoral, que en Venezuela ha dado sus mejores frutos. Al igual que los están dando en Bolivia. En Colombia y en México, el ensayo está en marcha.
El perfil que se deja entrever, dado el cariz que han tomado las circunstancias actuales de Venezuela, país en donde ya no existe el Estado, que se ha ido vaciando de sus autores culturales, es la de su cese en tanto que República independiente. Si lo que queda de institucionalidad no toma la decisión de dar el paso que las circunstancias obligan, no se vislumbra un futuro como país viable.