- Dos crímenes ocurridos en Francia a 24 horas de distancia, el asesinato del teniente coronel de la policía que sustituyó voluntariamente a una rehén en un ataque terrorista y el de una anciana en su apartamento por el único hecho de que era judía, han producido una definición firme del presidente francés Emmanuel Macron, marcando una posición de diáfana claridad ante situaciones que hoy afectan a gran parte del mundo occidental.
La aparición de la figura de Emmanuel Macron en el escenario político francés tiene algo de mágico. Ocurre en un momento en que parecía no quedarle a los franceses otra opción que optar entre dos tendencias extremas: el derechista Frente Nacional liderado por Marine Le Pen, y, el movimiento La Francia Insumisa, liderado por el robesperiano-chavista, Jean-Luc Mélenchon. Ambos movimientos se hicieron los portavoces del descontento creciente de la población, que además de la crisis debida al desempleo, sufría del debilitamiento de la figura presidencial. La falta de liderazgo político de François Hollande al no cumplir con las cualidades de un jefe de Estado, agravaba más el panorama impidiéndole toda posibilidad de reelección. El Partido Socialista, además del desmoronamiento de su figura central, una lucha fratricida condujo a la elección en las primarias al candidato más endeble, con menor proyección, incapaz de ganar una elección. Fue cuando estalla el escándalo de corrupción, que derrumbó al hasta entonces favorito de las encuestas, el candidato de la derecha, François Fillon.
Emmanuel Macron renuncia al Ministerio de Finanzas en el todavía gabinete de François Hollande y lanza su candidatura. Sin partido político que lo apoyara, sin someterse a elecciones primarias, su actitud se podía considerar tanto como un acto de inconsciencia, como de osadía desmedida. Percibió la disyuntiva en la que se encontraban los ciudadanos franceses : ni derecha, ni izquierda, Francia necesita reformarse, fue su consigna. En menos de unas semanas logró acumular en torno a su candidatura a un movimiento, en su mayoría conformado por jóvenes de centros urbanos y logró captar el apoyo de líderes políticos, tanto del centro, de la derecha y de la izquierda.
Desde entonces, mucha tinta ha corrido acerca de qué clasificación atribuirle a Emmanuel Macron. No solamente los analistas tratan de definir la identificación política, sino también, tratándose de una personalidad que posee una formación cultural sólida, aquilatada por la experiencia de banquero y economista, un fenómeno desconocido en el panorama francés. Si un líder político toma en cuenta la economía como condición para preservar el Estado-providencia que estila Francia, es forzosamente de derechas. Un socialista, por definición, no debe ocuparse de esas bajezas: el Estado debe asumir el gasto social a costa del endeudamiento sin límites. Tratar de mantener el modelo social y sanear la economía es un enigma que cuesta entenderle a los analistas y teóricos franceses. El propio Macron dio la clave por su manera de desplazarse en medio de la crisis que se vive en Francia y en los diferentes punto del planeta: observar los fenómenos, percibir “al mismo tiempo” la multiplicidad de los retos que contienen y las diferentes maneras de resolver los conflictos que plantean. Tomar en cuenta “al mismo tiempo” la economía y lo social.
Al mecanismo mental de la formación intelectual francesa, que reemplazó el dogma religioso por el dogma de la razón pura, le cuesta comprender la coherencia que implica la elasticidad del pensamiento macroniano y su práctica de la complementaridad. Para ellos, se trata de un pensamiento inasible, difícil de definir, que dice una cosa y toma también en cuenta la otra. En Francia, todo tema de debate suele ser dilucidado de manera escolástica. En materia económica unos lo consideran “inspirarse de un neoprotestantismo yanqui”; otros, pretender hacer de Francia una suerte de “open space”. Los defensores de una “identidad francesa pura”, lo acusan de observar una actitud tibia ante el Islamismo. Los de izquierda radical, que en otras épocas le rindieron culto a Stalin y Mao, hoy al castrismo y al chavismo, lo consideran un “avatar de Napoleón”.
Emmanuel Macron se propone transformar y modernizar las instituciones francesas, pero “al mismo tiempo”, sigue apegado a la Francia profunda, a su pasado histórico y ello lo ha ilustrado en los últimos días, cuando Francia ha sido golpeada de nuevo por la violencia del Islam radical que abriga en su seno.
Allí estaba el asesinato a manos de un terrorista de un alto oficial de la gendarmería francesa, el teniente-coronel Arnaud Beltrame, de 44 años, quien voluntariamente tomó el lugar de una empleada rehén ante el asaltante en un supermercado del pueblo de Trèbes (Aude). Al día siguiente, otro crimen es perpetrado en el barrio XII de París. El de una octogenaria en su apartamento. Su condición de judía fue el móvil del asesinato. El hecho ha conmovido a la población francesa por tratarse de una mujer que en 1942 escapó de París con su madre del célebre Vel d’Hiv; un anfiteatro en donde las autoridades francesas del régimen de Vichy concentraban a los judíos que luego eran enviados a los campos de concentración en Alemania durante la época del nazismo. Este acto anti semita parece ser la gota que llenó el vaso, pues desde el comienzo de los atentados de los que ha sido víctima Francia en los dos últimos años, van en aumento también la violencia anti-semita. Atentados cometidos por miembros de los grupos islamistas cuya justificación es el conflicto entre Israel y Palestina. Justificación que ha dado pie al surgimiento de una tendencia denominada por los medios de “Islamo-izquierdismo”, que sin adherir a esas acciones, no sólo no las denuncia, sino que llega hasta a justificarlas.
Durante la ceremonia solemne celebrada en el patio de los Inválidos en París, en homenaje al teniente-coronel Arnaud Beltrame, consagrado a título póstumo “Héroe de la Nación” y nombrado Comandante de la Legión de Honor, Emmanuel Macron pronunció un discurso de alto contenido emocional, histórico y político, en el que “al mismo tiempo” abordó los retos que enfrenta su presidencia dado el caballo de Troya que actúa en el seno de la sociedad francesa: el islamismo radical que prospera en los barrios y suburbios en donde viven sectores de origen africano y en donde la policía no puede entrar.
Primero, hizo el recuento de “la vida de un soldado que entregó su vida por salvar la de otros haciendo gala de su compromiso de soldado, la de dar su vida para salvar la de sus conciudadanos; el resorte íntimo de la trascendencia que lo animaba”. “En el corazón de la valentía verdadera, se encuentra la fuerza moral. Ella no se discute, impulsa la acción”. “Los franceses no olvidan el tributo que pagan las fuerzas de seguridad en suelo nacional y en terrenos exteriores. Todos tienen derecho a nuestro respeto incondicional”.
Macron también apuntó que Francia enfrenta hoy el obscurantismo bárbaro, cuyo programa es la eliminación de nuestras libertades y solidaridades. Que niega el valor de la vida. Valor negado por el asesino de Mireille Knoll, “asesinada por ser judía, profanando así los valores sagrados de nuestra memoria”.
Al mismo tiempo, y por primera vez, como ningún presidente francés hasta ahora lo había hecho, señaló la presencia de una fuerza obscura, insidiosa que carcome la sociedad francesa y nombró al enemigo : “No, no son sólo las organizaciones terroristas, los ejércitos del Estado Islámico, los imanes del odio y de la muerte que combatimos. Lo que combatimos es también es el islamismo subterráneo, que se expande por las redes sociales, que se desarrolla de manera invisible, que actúa clandestinamente sobres mentes débiles o inestables, traicionando incluso a aquellos por los que dice actuar, que en nuestro suelo, adoctrina y corrompe cotidianamente. Es un enemigo insidioso, que exige de cada ciudadano, de cada uno de nosotros, una vigilancia y civismo mayores”.
Hasta ahora, las autoridades francesas, presionados por sectores de las elites pensantes, en particular sectores de izquierda y ciertas corrientes de la sociología, escudada en la negación de hechos palpables, le adjudicaban la guerra contra las leyes de la República a problemas de orden social y económico, o a lobos solitarios, y los atentados contra los judíos no levantaban las protestas que tales actos merecen. Quienes se atrevían a denunciar el peligro, eran y son, calificados de “islamofobos”. Por fin ayer, 28 de marzo, se celebró una manifestación masiva contra el antisemitismo denunciando el asesinato de Mireille Knoll.
La reacción por el asesinato del teniente-coronel Arnaud Beltrame y de Mireille Knoll, esperemos no haya sido en vano.