Esperemos que la sensatez alejada de los razonamientos y formulaciones de la dirigencia opositora prevalezca para rescatar el valor fundamental de la unidad.
La derrota y salida del gobierno de Maduro no es una exigencia política, sino un problema de sobrevivencia, de vida o muerte para la inmensa mayoría de los venezolanos. La prolongación del actual régimen con toda su capacidad destructiva y depredadora se traduciría en un auténtico genocidio, con miles de personas falleciendo de pobreza, hambre y desnutrición, con legiones de venezolanos muriendo a mengua por falta de medicina y asistencia médica, con millones de familias desintegradas en una diáspora incesante, ante el caos y la calamidad en que se ha transformado la vida en Venezuela.
La destrucción económica y la tragedia social generada por el actual gobierno le ha colocado en posición de rechazo y con desafección de más del 80 % del país, incluyendo la base tradicional de apoyo del chavismo horrorizada ante la evidencia de que el daño al país es tan grande que difícilmente eso que llaman el “legado del comandante“ pueda subsistir ante un pueblo que sufre las ejecutorias de una cúpula corrupta aferrada a la defensa de sus negocios y privilegios. La tradicional polarización chavismo Vs. antichavismo ha sido pulverizada por la crisis y hoy la confrontación es la de todo un país contra un cogollo putrefacto reducido, aislado de todo apoyo social y sostenido por la violencia y la fuerza de las bayonetas.
Desafortunadamente quienes han tenido a lo largo de estos últimos 18 años, y aun mantienen posiciones de conducción en la dirección opositora, no parecieran apreciar ni valorar esa realidad que atormenta la existencia de la gente, y la necesidad de diseñar una política efectiva y eficiente que garantice la sustitución del actual régimen por vías democráticas. Cuando más necesaria es la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales que pugnan por la transición, paradójicamente se hacen evidentes las divisiones, las rivalidades, el deseo de prevalecer y las líneas desconcertantes y contradictorias que auspician la frustración de los ciudadanos.
El mundo opositor está fraccionado al menos en tres visiones de las que derivan posiciones políticas en lo táctico y coyuntural. El abstencionismo crónico, que llama a no votar para no validar la “dictadura» pero no le dice fuera de formulaciones voluntaristas y metafísicas a sus prosélitos cómo se producirá el colapso y sustitución del régimen. La incomprensible posición de los partidos de la MUD que buscan deslindarse del abstencionismo proclamando que “si quieren votar pero cuando haya condiciones “lo que los desliza hacia el inmovilismo, la pasividad e inhibición, y los factores de respaldo a la candidatura de Henry Falcón, que siendo consecuentes con el camino electoral, pacífico y constitucional hasta hace poco compartido con todas las fuerzas opositoras, llaman a votar para que se exprese ese 80 % de venezolanos que quieren poner fin al desastroso gobierno de Maduro.
Ojalá y la sensatez alejada de los razonamientos y formulaciones de la dirigencia opositora prevalezca para rescatar el valor fundamental de la unidad, que debe preservarse o recomponerse por encima de las divergencias coyunturales, y como públicamente ha sugerido Henrique Capriles para revisar una política que los lleva a desandar el suicida camino de la abstención del 2004. Todavía hay tiempo de rectificación y unidad y de unir fuerzas para junto a millones de venezolanos derrotar y poner fin a esta calamidad de gobierno.