El régimen tiránico de corte comunistoide que nos gobierna no solo destruyó el Estado de Derecho sino que truncó el presente y el futuro de los venezolanos.
La catástrofe humanitaria que sobrelleva dentro y fuera del país el pueblo venezolano, continúa causando cada vez mayores estragos. El 87 % de los venezolanos están sumidos en la pobreza, fustigados por la inflación anual acumulada más alta del mundo, que ya alcanzó niveles de hiperinflación.
La canasta alimentaria tiene un costo que sobrepasa los 37 millones de bolívares. Eso traduce en que una familia de cinco miembros necesita no menos de 95 salarios mínimos para obtener los productos de esa canasta, pero resulta que el 89 % de los venezolanos no gana lo suficiente para alimentar a sus respectivos familiares, y 9 de cada 10 personas carecen de los ingresos para adquirirla. Por eso el 71 % de los venezolanos no compran los alimentos necesarios, y 8 de cada 10 ciudadanos ha reducido su alimentación, con el resultado de que 6 de cada 10 compatriotas se acuestan con hambre y otros buscan comida en la basura.
Más de 8 millones 200 mil personas solo comen una vez al día, y 6 de cada 10 venezolanos pierden un promedio de 11 kilos de talla. La falta de fórmulas lácteas para recién nacidos traspasa la barrera del 94 %. La escasez de insumos básicos y médico-quirúrgicos es del 70 %
La inseguridad es otro fenómeno que perturba la vida de los venezolanos. Las muertes violentas se llevaron por delante el año pasado a más de 26 mil personas. Las estadísticas nos presentan como el país más violento del mundo, con una tasa de 89 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Eso trae como consecuencia que 43 jóvenes son abatidos diariamente. El 90 % del territorio del país se encuentra en manos de grupos delictivos. Una de cada 5 personas es víctima de un delito. Más de 4 millones de personas se han visto en la necesidad de migrar.
De los niños evaluados por la Organización Cáritas, el 68 % presenta desnutrición y alarmante retardo de crecimiento. Semanalmente mueren 6 niños por falta de alimentos, y 280 mil corren riesgo de fallecer. Entre 2015 y 2016, la cantidad de muertes infantiles se incrementó en 34 %, de los cuales 60 % eran recién nacidos. Las muertes maternas aumentaron en 66 %. La escasez de medicinas rebasa el 90 %, y 4 mil 990 personas con trastorno de hemofilia no tienen acceso a factores anticoagulación. No hay antiretrovirales, por eso 77 mil afectados no tienen cómo tratarse; 5 mil 668 mujeres padecen cáncer de mama y no tienen acceso a los servicios de quimioterapia; 6 fallecimientos de mujeres diariamente es el parte fatídico en nuestro país. La malaria pasó en un año de 136 mil casos a más de 240 mil. Equipos de diagnósticos y tratamientos están paralizados en los centros de salud.
Esa es solo parte de la patética realidad que ensombrece el presente y el futuro de los venezolanos. Esas y otras son las consecuencias que le ha acarreado a Venezuela un régimen tiránico de corte comunistoide que destruyó el Estado de Derecho, vació de contenido las instituciones convirtiéndolas en parapetos manipulados por comisarios políticos que sólo cumplen las directrices que emanan de La Habana trayendo solo hambre, miseria y desolación al pueblo.