¿Por qué soy radical? Me preguntan, porque soy moderado por talante, y lo explico sin complejos. Radical viene de raíz.
Si nos vamos al diccionario de la Academia, encontraremos que la primera acepción de radical es “perteneciente o relativo a la raíz”. La segunda es “fundamental o esencial”. Recién la quinta acepción, quinta como la república de la propaganda oficial, sería “extremoso, tajante, intransigente”.
Soy radical en mi oposición al modelo que en la Venezuela de hoy se nos quiere imponer desde arriba, a su noción del poder y a su modo de ejercerlo, por ser partidario de un tipo de sociedad radicalmente distinta a la que éste impulsa y de un Estado que funcione sobre bases radicalmente diferentes. Mi diferencia del poder no es topográfica, porque me encuentre ubicado a su derecha o a su izquierda, es radical porque parto de supuestos distintos y sostengo otra concepción de la política. Tampoco veo la lucha política venezolana como un choque entre intensidades que se disputan una supuesta superioridad moral.
Mi radicalismo no es de grito, ni de entonación, ni de desplantes. Es, y lo digo con serena firmeza, de fondo. Porque lo contrario a la intolerancia “de ellos” no es la intolerancia “de nosotros”, sino la tolerancia. Lo contrario a la imposición “de ellos” no es la imposición “de nosotros”, sino la libertad. Lo contario a la arbitrariedad “de ellos” no es la arbitrariedad “de nosotros”, sino la legalidad.
Lo contrario a la uniformidad “de ellos” no es la uniformidad “de nosotros”, sino el pluralismo. Lo contrario a la negación no es otra negación, sino la afirmación. Lo contrario al irrespeto no es más irrespeto, sino el respeto. Lo contrario a la injusticia no es más injusticia, sino justicia. Lo contrario al poder concentrado no es más poder concentrado, sino poder distribuido, equilibrado. Lo contrario al poder personal no es el poder de otra persona, sino el poder institucional. Lo contrario a la ira no es la ira vengadora, sino la serenidad. Lo contrario a la antipolítica de izquierda no es otra antipolítica de derecha ni viceversa, lo contrario de la antipolítica es la política. En resumidas cuentas, lo radicalmente contrario a la dictadura, por distinto, no es otra dictadura, sino la democracia.
Dicho esto, agrego, no por indispensable, sino por verdadero, también soy radicalmente centrista, diría Giddens. La raíz, el centro y la meta, está en la persona. Por eso soy radical. Y desde esa perspectiva radicalmente democrática, radicalmente humanista es que digo y hago.
De cosas así hablo en mi nuevo libro “Sobre la vida civil”.