La oposición dará pie con bola solo cuando entienda que para desbancar a un régimen como el que tenemos hay que combatir en todos los terrenos.
La confrontación y derrota de un régimen autoritario como el que desgobierna a Venezuela, requiere (por parte de las fuerzas políticas y sociales que lo adversan) un diseño estratégico y táctico que atienda la multiplicidad de escenarios para la lucha cívica, pacífica y democrática que garantice su sustitución.
El más grande error y déficit de eficiencia de la dirección opositora ha estado en querer desplazar al régimen con visiones estrechas y simples, destinadas al fracaso. Se ha excluido deliberadamente cada escenario y forma de confrontación, es decir, cuando se ha tenido la iniciativa para la acción de protesta de calle se ha prescindido de la lucha electoral, e incluso cuando se promueve y motiva la solidaridad y acción de la comunidad internacional se deja a un lado la movilización y el accionar en los escenarios de la lucha social.
Es patética la desvinculación de las organizaciones políticas de los problemas concretos de la gente. Es dramático el sufrimiento del pueblo acosado por el hambre, la pobreza y la extrema necesidad, e igualmente la ausencia de acompañamiento e interlocución de los partidos en las comunidades y barriadas donde la gente padece los rigores del desbarrancamiento social promovido por las políticas del gobierno. En Venezuela ocurren diariamente centenares de protestas por necesidades básicas, sin que las organizaciones opositoras las articulen para darle fuerza transformadora.
En diciembre de 2015 la oposición perseverando en el camino pacífico, electoral, cívico y democrático (constatado como el eficiente para salir del gobierno) obtuvo una inobjetable derrota, a partir de la cual se multiplicaron los proyectos personales, las jugadas adelantadas, los deseos de protagonismo y las hojas de ruta que no solo frustraron una inminente salida del régimen, sino que hicieron menguar la fortaleza popular acumulada que colocaba a la cúpula gobernante en situación de franca minoría.
En el 2017 la dispersión de esfuerzos, la variedad de visiones y de nuevo los codazos entre sus principales líderes, condujeron error tras error a la derrota. En abril se convocó a la calle hasta salir de Maduro, sin que ese llamado estuviera fundamentado en ninguna estrategia seria y factible, culminando con un saldo trágico tras la brutal represión gubernamental. Esterilizada la calle por la brutalidad y el agotamiento se convocó a ganar por avalancha las elecciones regionales, sin hacer siquiera un balance de lo acontecido los cuatro meses anteriores, ante el resultado desfavorable y para justificar el traspié se magnificó el tema de las “condiciones electorales“, como si en esas mismas circunstancias no se le hubieran infringido al gobierno notorios reveses, y se llamó a abstenerse en las elecciones municipales, prometiendo que en las presidenciales si se competiría.
Solo cuando la dirección opositora entienda que para desbancar a un régimen como el que tenemos es necesario combatir en todos los terrenos de la lucha democrática, es decir, en el electoral y el parlamentario, en la lucha de calle, en el escenario internacional y en los espacios donde la gente sufre y padece los rigores de la destrucción y el saqueo de Venezuela, podrá dar pie con bola. Una política contradictoria solo puede condenarla a la inacción y la irrelevancia.