Por Carlos Canache Mata
La dictadura de Nicolás Maduro plantea sin ningún pudor, dando vivas al Carnet de la Patria, el trueque de ofertas por votos.
La crisis que arrastra el país bajo el régimen del autodenominado socialismo del siglo XXI está alcanzando su momento culminante. Como dice la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) en su último comunicado, “los males señalados en nuestra Exhortación Pastoral de enero de este año, se han agravado”. Los que están ejerciendo el poder no advierten que se avanza hacia un precipicio.
Las elecciones del 20 de mayo no serán una vía de escape para salir de la crisis, sino un salto en el vacío. Además de servir para apuntalar fraudulentamente un mando ilegítimo, esas elecciones se están utilizando para ponerle precio político al hambre generada por la gran tragedia económica -“historia de muerte”, según la CEV- que atravesamos. Nicolás Maduro, en medio de la aventura electoral que ha puesto en marcha, ha afirmado en varios de sus discursos que “todo el que tenga Carnet de la Patria tiene que ir a votar el 20 de mayo; eso es dando y dando… recibido mi derecho social al trabajo, al estudio, a la pensión, pero yo le doy a la patria mi voto”. En otras palabras, con el carnet de la patria se puede acceder a las bolsas de comida CLAP y a los bonos que se reparten, a cambio del favor electoral al oficialismo. Dando y dando. Con el código QR que tiene el Carnet se busca el control social de los comicios.
El ocupante de Miraflores es reincidente en atribuir el caos imperante a batallas imaginarias libradas por la oposición democrática contra el régimen. En un reciente acto público realizado en Barcelona afirmó: “Quedan 22 días para la victoria del 20 de mayo… vamos a darle una pela a quienes hacen la guerra económica”. Reciclaje de la vieja y falaz cantinela. Está claro que, en vez de ejercer el oficio presidencial, Maduro ejerce el oficio de mentiroso. No hay tal guerra de sus adversarios, la guerra económica que hay es la que con sus políticas se hace el régimen a sí mismo y contra los venezolanos.
Siempre los dictadores ceden a la tentación de falsear la realidad y la historia. Stalin reescribió la historia de la Revolución Bolchevique de 1917 para cambiar los hechos y revaluar su participación en ella, como también dio una versión alterada de lo ocurrido en su país después de que eliminó la vieja guardia del Partido Comunista, entre el verano de 1936 y el otoño de 1938. Hitler acusó falsamente a los comunistas del incendio del Reichstag (27 de febrero de 1933), que le sirvió de excusa para decretar la suspensión de las garantías individuales y, días después, para hacer aprobar la ley de plenos poderes que le traspasaban las funciones legislativas del Parlamento. Mussolini tejió una maraña de contradicciones durante el proceso al fascismo por el asesinato del diputado socialista Giácomo Matteotti ocurrido el 10 de junio de 1924, llegando el Duce a decir que “el cadáver que me arrojaron entre los pies no me deja avanzar”.
Así son los dictadores. Tienen gusto exquisito para mentir. La dictadura venezolana, a la vista del írrito compromiso electoral del 20 de mayo, plantea, sin el más mínimo pudor y dando vivas al Carnet de la Patria, el trueque de ofertas por votos. Dando y dando.