Por.- Roberto Mansilla Blanco
GALICIA.- La decisión tomada este martes 8 por parte del presidente Donald Trump de abandonar el acuerdo nuclear con Irán suscrito por el G5+1 en 2015, no sólo confirma otra promesa electoral, sino que impone un giro estratégico en los acontecimientos tanto en Oriente Medio como en el campo de la proliferación nuclear y el equilibrio estratégico global.
El acuerdo supone la concreción de intereses de la administración Trump con Israel y Arabia Saudita, a la que se unen tangencialmente Egipto y Emiratos Árabes Unidos. Busca con ello romper el sistema de alianzas cifrado por Putin con su intervención en Siria a través de una entente estratégica con Irán, Turquía y Qatar.
Con ello, Trump también crea una nueva brecha en la relación transatlántica y en el sistema de alianzas internacionales. La Unión Europea y la ONU criticaron esta decisión, argumentando la necesidad de mantener el acuerdo con Teherán. Por su parte, el presidente iraní Hassan Rouhaní defendió igualmente el acuerdo, pero mostrando también la necesidad de fortalecer la seguridad nacional declarando que Irán seguiría adelante con sus programas de enriquecimiento de uranio.
El fait accompli anunciado por Trump con respecto a Irán también tiene otro efecto colateral: Venezuela. Las estratégicas relaciones de Caracas con Teherán se verán ahora afectadas por el retorno de las sanciones de Washington hacia la república teocrática. Con ello, Trump interpreta colateralmente que la crisis iraní también se juega en Venezuela.
Esta perspectiva se afianza ante la cada vez más decidida presión por parte de los gobiernos latinoamericanos a la hora de aislar al gobierno de Nicolás Maduro, con vistas a su desconocimiento de las elecciones presidenciales del próximo 20 de mayo. En este sentido, el giro de tuerca de Trump en Irán busca matar dos pájaros de un solo tiro, incluyendo a la crisis venezolana en esta perspectiva geopolítica.