Por Rafael Simón Jiménez
Para nuestra martirizada Venezuela, el monstruo antidiluviano del caudillismo, el autoritarismo, el mesianismo y el personalismo no parecen ser patrimonio exclusivo del chavismo.
La llamada “disciplina Partidista” es no solo un método de absurda raigambre autoritaria, exacerbado durante el siglo XX por las practicas estalinistas, sino además absolutamente desterrado de las conductas y ejercicios democráticos de hoy, donde la preeminencia de la libertad individual y el desarrollo y protección de la dignidad del ser humano deberían avergonzar a quien pretenda aplicarlo.
El comentario resulta pertinente por la actitud asumida por las direcciones de los partidos de la mesa de la Unidad Democrática, quienes aplican o amenazan con aplicar “sanciones” y “expulsiones“ a los militantes de esas toldas políticas que no acepten, contraríen o se revelen contra la línea abstencionista, que los cogollos de esos partidos sin la menor consulta a su militancia, han asumido frente a las elecciones del venidero 20 de mayo.
Lamentablemente, el llamado “modelo leninista“ bajo cuyo esquema se organizaron los partidos comunistas, laboristas y social demócratas, desde la década de los años veinte del pasado siglo, no solo se ha prolongado en el tiempo, sino que ha terminado por impregnar o contaminar a otros movimientos que auto denominándose liberales, profanan el ABC de esa doctrina fundamentada en la defensa del individuo, su conciencia y su libertad.
En el siglo XXI es absurdo pretender imponer, bajo amenaza de coacción o medidas punitivas, una determinada orientación política. El desarrollo de la humanidad y las grandes transformaciones idearías y científico-tecnológicas han generado nuevas formas de participación y adscripción política presididas por la identificación consciente, las organizaciones abiertas y una nueva relación con una ciudadanía que repudia toda forma de imposición y de irrespeto por los mandatos de su conciencia.
Más allá de la forma desfasada y anacrónica con la que las cúpulas de los 4 partidos de la MUD han pretendido coaccionar y amenazar a sus cada vez mas díscolas militancias frente al tema de participar o abstenerse en el evento electoral del 20 de mayo, en sus conductas subyace el drama real de unas organizaciones políticas que, pretendiendo confrontar el aberrante modelo autoritario Chavista, puertas adentro de sus disminuidas toldas, se comportan con la misma intolerancia, el mismo desprecio por la libertad y el mismo irrespeto por sus militantes, generando por supuesto una crisis de credibilidad que en buena medida explica sus fracasos.
Lo lógico, democrático y consecuente de quienes quieren presentarse como alternativa al modelo opresivo y hegemónico que nos ha desgobernado por casi veinte años, es aparecer como “vitrinas“ de buenas prácticas democráticas, consultando a sus bases militantes, abriendo espacios para el debate, y en última instancia favorecer la libertad de conciencia para que cada militante conforme a sus criterios y libre albedrío asuma la posición que le dicte su reflexión frente a un tema particular, sin dejar por ello de pertenecer a sus filas.
Lamentablemente, para nuestra martirizada Venezuela, el monstruo antidiluviano del caudillismo, el autoritarismo, el mesianismo y el personalismo no parecen ser patrimonio exclusivo del chavismo. Quienes se dicen defensores del individuo, de su dignidad y libertad son contradictoriamente capaces de expulsar, excluir o estigmatizar a quienes desde sus propias filas no compartan decisiones tomadas a sus espaldas, y entonces la gran pregunta: ¿QUIÉN PUEDE CREER EN LA SINCERIDAD DE SUS CONVICCIONES DEMOCRÁTICAS?