Por José Curiel
El drama que vivimos los venezolanos es producto de un diseño comunista, cuyo objetivo principal es destruir el país y someter al pueblo.
El derecho a la vida es la base de los derechos humanos y sin él pierde sentido cualquier otro derecho. Es un atributo permanente, vigente desde la propia concepción hasta la muerte del hombre. No solamente es una cualidad exclusivamente material como podría ser la de un vegetal sino que tiene una condición superior, o sea, la posibilidad de acceso a una vida digna. Esto supone la satisfacción de otros derechos como el derecho a la alimentación, a la salud, a la libertad, a la educación, entre otros muchos. Por supuesto que el goce de los mismos presupone el ejercicio de deberes para poder ser factible su concreción.
En Venezuela, el régimen actual ignora el derecho a una vida digna. De muchas formas, al someter a la población a subsistir con una ración cada vez menor de alimentos y medicamentos; con deficiencias cada vez mayores de transporte, agua y electricidad; con la amenaza permanente de la delincuencia común y de la delincuencia política; al stress agobiante de las infinitas colas para tratar de conseguir lo indispensable.
Todo este drama no solamente es generado por una inmensa incapacidad del gobierno y una gigantesca corrupción promovida desde la cúpula del mismo, que extiende sus tentáculos en la actual administración, sino lo más grave es que es producto de un diseño. Un diseño comunista que persigue desbaratar el país y someter a su población. No importa cuánto sufra la población con tal de mantenerse en el poder. Stalin encarceló miles de personas y mató de hambre a millones de rusos y ucranianos.
Aquí se niegan a cambiar la política económica que ha generado una hiperinflación, la mayor a nivel mundial así como a aceptar la ayuda humanitaria y paliar el hambre de la gente. No importa cuántos mueran.
Maduro que acaba de ser “reelecto” en unas votaciones fraudulentas, con una concurrencia del 20 % presionada por el gobierno y no de la cifra falseada por el CNE, compró petróleo por 400 millones de dólares para enviárselo a Cuba mientras los venezolanos se mueren de miseria.
Esto nos confirma lo que siempre hemos repetido, que este personaje no es venezolano, que no le importa ni quiere a Venezuela, y que es un agente del castrocomunismo y tiene que salir del poder.
¡Haciendo uso de su soberanía democrática, el pueblo lo sacará!