Por Eddo Polesel
Para acabar con la pobreza y salir del drama que aqueja a la mayoría de los hogares venezolanos es fundamental que se genere riqueza y se creen muchas fuentes de empleo.
El socialismo del siglo XXI no es otra cosa que el comunismo de siempre con un nombre diferente. Se trata de un sueño que ha fracaso en todos los países donde se ha tratado de adoptar. En el caso venezolano, como en otros países, este comunismo se quiso imponer basándose en el populismo y en los gobiernos/regímenes que nos han mal gobernando que, por su conducta, se han venido derivando en regímenes antidemocráticos fundamentándose en una demagogia a base de halagos y promesas nunca cumplidas, engañando a las masas populares. En efecto, la historia nos enseña que ningún país se ha fundamentado en estos principios para alcanzar su desarrollo.
Desde el punto de vista práctico, el populismo (léase engaños) pudo aplicarse en países donde existen masas populares pobres y poco preparadas y mucho dinero para repartir en forma arbitraria, como es el caso de Venezuela, donde regímenes deshonestos y corruptos dispusieron de mucho dinero y lo han malgastado abusando de la gallina de los huevos de oro llamada Pdvsa. Recursos que lo dispensaron sin exigir retornos y cuando el reparto fue insuficiente para mantener a un pueblo anestesiado y malacostumbrado, la situación se vino abajo y nos venimos encontrando más pobres y desesperado que antes.
Fue cuando, en lugar de acabar con la corrupción y el robo de los bienes del Estado, hemos reducido al mínimo las reservas internacionales. Nos encontramos con una elevada deuda externa y estamos cayendo en impago, todo lo contrario de lo que nos había garantizado el comandante eterno. Terminada la bonanza petrolera y utilizadas en gran parte las reservas internacionales estamos en 2018 en una crisis estructural y humanitaria que nos llevará hacia una catástrofe humanitaria de dimensiones e impactos difíciles de calcular.
Preguntémonos ¿por qué hoy existe mayor corrupción que antes? como la denunciaron fuentes dignas de crédito en la presa nacional. Porque a los corruptos de siempre sobrevinieron los nuevos aportados por el chavismo que han aumentado vigorosamente en cantidad y calidad. Un reciente estudio descarta que la falta de educación (aunque es un factor importante) sea la causa principal del problema y rechaza que la desigualdad, en el reparto de los ingresos, sea el motivo primordial de la miseria que salta a la vista. Concluye que la ausencia de crecimiento económico en los últimos 20 años ha sido determinante en el aumento galopante de la pobreza. La verdadera y principal causa económica de nuestra indigencia radica en que no producimos suficientes bienes y con este gobierno chavista estamos peor que nunca.
La única manera de salir del atolladero es mediante la generación de riqueza que a su vez traiga empleo y acabe con la pobreza (la antítesis del comunismo y del socialismo del siglo XXI). En cualquier país hay dos tipos de empleadores: la empresa privada, que da empleo productivo, mientras que el Estado (administración pública y empresa del Estado) que subsidia el empleo improductivo con una carga burocrática que lo atosiga. Mientras tanto, nuestros gobernantes socialistas del siglo XXI le atribuyen el “imperio” a los ricos y a la injusta distribución de la riqueza las causas de nuestra marginalidad social. Y esta es realmente nuestra debilidad política, cultural, económica y social. El pasado es cuento y el futuro no ha llegado, pero si seguimos así lo seguiremos perdiendo.