Por Ramón Guillermo Aveledo
La unidad grande, superior por su entidad, verdaderamente nacional por representar a la abrumadora mayoría que reclama cambio aunque necesidad obvia, ha sido realidad elusiva.
Llueven torrencialmente las muestras de desgobierno ruinoso. La realidad amenaza con un tsunami. Y el régimen arrogante, insultante, es capitán altivo en su puente de mando de un barco que hace agua, naufraga, se hunde en los harapos de esta república querida que es la única patria que tenemos.
Ante verdades tan aplastantes no puede, porque pasa del surrealismo a lo criminal y de lo culposo a lo doloso, la competencia de tres oposiciones, porque es inoportuna e indeseable pero en absoluto inevitable.
La Mesa de la Unidad Democrática es la experiencia más duradera y mejor estructurada, pero no basta. Ha pagado caro precisamente por esas características. A ello ha contribuido tanto la saña venenosa de los ataques que recibe, como sus propios errores y carencias. Sus dos principales valores presentes son sus reglas, pacto civilizado de lucha común y método para resolver diferencias, algo tan ajeno a la discrecionalidad caudillista, vieja o contemporánea, y su visión de país con proyecto y programa que lo tiene y debe ofrecerlo sin complejos de inferioridad o superioridad al país entero, porque aquí la batalla verdadera es la de la esperanza.
Con todo, la MUD no puede ser autosuficiente porque no es suficiente. Debe encontrarse con las otras dos oposiciones. La que representan Falcón y su partido, porque con ellos la única diferencia no procesable fue alrededor del 20M y quedó atrás al desconocer el candidato los resultados de la convocatoria fraudulenta. También con los partidos de oposición que dejaron de participar en la alianza y los importantes núcleos chavistas descontentos. Y debe atreverse, por más difícil que sea, a un esfuerzo de acuerdos mínimos sensatos, realistas, con Soy Venezuela y afines. Más se pide a la MUD por las razones anotadas, pero de estos interlocutores cabe esperar también actitudes proporcionales. Tal vez unanimidad no sea esperable, pero que quede evidentemente claro que el país está unido y que las excepciones lo sean por su voluntad.
Porque están en juego todos los derechos de todos, el Frente Amplio Venezuela Libre, convergencia que apunta en la dirección del gran encuentro cívico por el cambio, necesita una inyección de adrenalina. Al efecto, no es útil que los componentes políticos carguen a solas con los denuestos y con la responsabilidad de la acción. Como es exigible a los políticos apertura y desprendimiento, en el mismo espíritu empresarios y trabajadores, organizaciones de la sociedad civil, universidades, deben unirse y coordinarse con decisión, sin reservas que en esta hora son subalternas.
La credibilidad que el cambio ganaría en cada rincón de Venezuela, sin excepción, y del mundo no tardará en sentirse.