Por Roberto Mansilla Blanco
La anunciada cumbre Trump-Kim está moviendo importantes figuras del ajedrez político mundial, cada una buscando su reacomodo en la nueva situación.
La irrupción de Trump en situaciones que desde hace décadas parecían inamovibles, sacude a toda la región y más allá de ella. Rusia también quiere tener su peso ante la cumbre Trump-Kim, sin contar los demás jugadores asiáticos y europeos.
Rusia no se ha quedado de brazos cruzados ante las expectativas sobre la histórica cumbre entre el presidente estadounidense Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong un. Esta cumbre, en principio prevista para el próximo 12 de junio en Singapur, se ha visto en varias ocasiones afectada por rumores de su posible cancelación. Toda vez, la Casa Blanca asegura la veracidad sobre la realización de la misma.
Por ello, el presidente ruso Vladimir Putin no ha perdido el tiempo para buscar contrarrestar una histórica cumbre que podría trastocar el equilibrio nuclear a nivel global y, colateralmente, los intereses geopolíticos rusos en una contorna tan estratégica como la península coreana, el norte de Asia e incluso el área de Asia-Pacífico.
El pasado viernes 1º de junio, mientras una buena parte de la atención internacional estaba enfocada en las consecuencias del cambio de gobierno en España tras la moción de censura impulsada por el ahora presidente de gobierno Pedro Sánchez, el Kremlin tomó la iniciativa en un terreno diametralmente opuesto: Corea del Norte y el equilibrio estratégico en la península coreana, el área de Asia-Pacífico y el espinoso tema de la proliferación nuclear.
Mini-cumbre inesperada
En este sentido, el canciller ruso Serguéi Lavrov viajó sorpresivamente a Pyongyang, la capital norcoreana, en una súbita e imprevista visita a los ojos occidentales pero cuyo mensaje parece claro: a una semana de la cumbre Trump-Kim, Moscú busca ejercer presión para fortalecer sus intereses.
Por ello, la “mini-cumbre” Lavrov-Kim parecía una especie de réplica en versión rusa de una eventual cumbre Putin-Kim que contrarrestara la que la próxima semana realizarán en Singapur el presidente Trump y su homólogo norcoreano. Debe tomarse en cuenta que, si bien Moscú ha sido un aliado estratégico de Corea del Norte desde tiempos de la URSS y la “guerra fría”, sus relaciones con Pyongyang han sido intermitentes, menos profundas que las que ha mantenido el régimen norcoreano con China.
En Pyongyang, Lavrov y Kim coincidieron en la necesidad de mantener la diplomacia de disuasión como herramienta para garantizar el equilibrio militar y nuclear en la península coreana. Esto parece consolidar la posición de Moscú de mantener su status como miembro estratégico del denominado “Grupo de los Seis” que desde 2003 viene ejerciendo su influencia dentro del conflicto en la península coreana. Este grupo está conformado por Rusia, China, EEUU, las dos Coreas y Japón.
Precisamente, Moscú interpreta que la prevista cumbre Trump-Kim busca sepultar este Grupo de los Seis de la misma manera como el presidente estadounidense sepultó en mayo pasado el acuerdo nuclear con Irán estipulado desde 2015 a través del G5+1, del cual Rusia es miembro clave. Por tanto, Putin no iba a permitir esta súbita alteración del equilibrio en la península coreana a través de la cumbre Trump-Kim, que desplazara a Rusia del centro de gravedad de decisión.
Paralelamente, Lavrov y Kim expresaron los respectivos puntos de coincidencia entre Moscú y Pyongyang en aspectos ya conocidos, en particular la complacencia norcoreana por los esfuerzos de Putin en aras de fortalecer la multipolaridad para contrarrestar la hegemonía estadounidense, así como el compromiso del Kremlin ante las expectativas de desnuclearización de la península coreana.
Lavrov aprovechó su estancia en Pyongyang para extender una invitación a Kim a Rusia, que muy probablemente podría materializarse el próximo mes de septiembre en la ciudad de Vladivostok, al extremo oriente ruso, con motivo del Foro Económico del Este que organiza Rusia con la finalidad de atraer inversiones del área de Asia-Pacífico.
Para Kim, la visita de Lavrov supone un punto a favor que le permite quebrar el tradicional aislamiento internacional de Pyongyang, fortaleciendo así las expectativas rusas. así como las de la vecina China, la verdadera pieza clave que maneja con destreza los hilos que se mueven en la hermética Corea del Norte.
Pero el interés en el ambiente de esta cumbre Lavrov-Kim estaba claramente orientado en las expectativas hacia la gran cumbre entre Trump y Kim de la próxima semana.
Con ello, Moscú y Pyongyang trazaron líneas comunes de actuación tendentes a mantener fijos sus intereses, evitando que la iniciativa de Trump en la histórica cumbre con Kim termine alterando el equilibrio en la península coreana, afectando así la capacidad de maniobra de los otros dos grandes actores: China y Rusia.
De todos modos, la apuesta estratégica parece estar enfocada en la cumbre Trump-Kim, cuya aparente definición en cuanto a fecha y lugar parece disipar levemente las dudas en torno a su realización.
Previo a esta cumbre y durante la visita de Lavrov, el régimen norcoreano realizó una inesperada purga en su principal estamento de poder, el sector militar. Amparado en un relevo generacional, varios estamentos de las fuerzas armadas fueron renovados con el ascenso de cuadros de oficiales menos proclives a la política de tensión y enfrentamiento con Washington.
Esta renovación en la cúpula militar norcoreana no es un asunto de escasa importancia. Parece presagiar las presuntas intenciones del régimen de Kim de rodearse de fieles más moderados, aparentemente comprometidos con una apertura hacia el exterior, en este caso hacia EEUU y Corea del Sur.
Según diversos analistas expertos en la política norcoreana, Kim parece asestar una purga para desplazar del centro de poder a militares veteranos que forman parte de la línea dura con respecto a Washington y contrarios al proceso de desnuclearización que Kim aparentemente pretende llevar a cabo a toda costa.
Pero este cambio también puede intuir la intención de Kim de asegurarse el apoyo de altos mandos militares afectos, ante cualquier eventualidad de crisis o tensión interna dentro del poderoso Estado Mayor del Ejército Popular de Corea del Norte. Esto tiene particular incidencia ante la posibilidad de rebelión de elementos discordantes con estos tímidos pero no menos relevantes signos de apertura exterior. Y qué mejor momento de asestar este cambio previo a la expectante cumbre con Trump.
El Kremlin ata sus intereses con Europa y China
Para completar este terreno de intereses y expectativas, Putin ha venido trazando sigilosamente una serie de tácticas cumbres en Rusia en las últimas semanas, en las que recibió en Sochi a la canciller alemana Ángela Merkel y en San Petersburgo al presidente francés Emmanuel Macron.
Las visitas de Merkel y Macron a Moscú, realizadas entre el 18 y el 25 de mayo respectivamente, son estratégicas para las relaciones ruso-europeas, en un momento en que Trump rompió toda serie de acuerdos arancelarios y comerciales con la Unión Europea, que han enfriado seriamente las relaciones transatlánticas.
En esta coyuntura, el eje motor de la Unión Europea trazado históricamente por Berlín y París ha decidido tomar “el camino de Moscú” como elemento disuasivo contra Washington.
Un tema clave dominó las conversaciones en las respectivas visitas de Merkel y Macron a Putin en Moscú: la necesidad de mantener en vigor el acuerdo nuclear con Irán, ya sin EEUU, por parte del G5+1, donde Francia, Alemania, Rusia y China tienen un papel decisivo y estratégico, mucho mayor ante la decisión de Trump de sepultar el acuerdo nuclear con Teherán.
El otro tema tiene que ver con el suministro de gas, del cual Rusia es principal exportador a Europa. En este sentido, la voz cantante la llevó Merkel en su sentido de apreciar la necesidad de reconducir las relaciones con Moscú hacia mejores escenarios que progresivamente puedan desactivar gran parte de las sanciones occidentales contra Rusia desde la crisis de Crimea de 2014.
Posterior a su visita a Moscú, Merkel se dirigió a Beijing para fortalecer las relaciones con la China de Xi Jinping. Mientras Merkel estaba en Beijing, el presidente francés Macron visitaba San Petersburgo en una renovación de las relaciones franco-rusas donde China también tenía cabida, en palabras de Macron.
En perspectiva geopolítica global, las visitas de Merkel y Macron a Putin y Xi Jinping parecen presagiar que Europa comienza a apostar estratégicamente con la alianza ruso-china a fin de contrarrestar el nivel de desconfianza y de crisis existente en la relación transatlántica con EEUU en los turbulentos tiempos de la presidencia de Trump.
Para cerrar este círculo de alianzas internacionales previas a la cumbre Trump-Kim, Putin tiene pautado próximamente, aún sin fecha a confirmar, una visita a China que fortalecerá al más alto nivel la excelente relación entre Rusia y China, claramente formalizada para contrarrestar la cada vez más contestada hegemonía estadounidense.
El proyecto estratégico de integración plasmado en la propuesta china de la Ruta de la Seda, tanto por vía terrestre por Asia Central como por vía marítima desde el sureste asiático hasta la costa oriental africana, el Mediterráneo a través del Mar Rojo y el Atlántico, acercará aún más a Moscú y Beijing en la definición de nuevas esferas geopolíticas de influencia.
India también busca su lugar
Toda vez, mientras la atención mundial se cifra en la enigmática cumbre Trump-Kim y Moscú busca asegurar sus piezas estratégicas, otro actor geopolítico de relevancia marcaba sus pautas de actuación en el sureste asiático: India.
Mientras Lavrov visitaba Pyongyang, el presidente indio Narendra Modi participaba en la cumbre de seguridad del denominado Diálogo Shangri-La realizada precisamente en Singapur, sede de la cumbre Trump-Kim. Con ello, y desde otras perspectivas, Modi también se subía al carro de las cumbres regionales colaterales a las de Lavrov y Trump con el líder norcoreano.
Además, Modi realizó una gira regional por Indonesia y Malaysia con visos de establecer esferas de influencia geopolítica para Nueva Delhi ante su propio proyecto de modernización denominado “la Nueva India”, más modesto y con menos impacto pero estratégicamente no menos similar al “sueño chino” de Xi Jinping a través de las Rutas de la Seda.
India sigue manteniendo su tradicional posición de independencia y de “no alineamiento” ante las alianzas geopolíticas globales, particularmente trazadas por EEUU, China y Rusia.
La geopolítica de Modi busca el pragmatismo, pero sin menoscabar los intereses y pretensiones indias por posicionarse como un actor pivote ante los cambios en el sistema internacional. Busca así un equilibrio que no afecte su posición ante la evidente troika global de intereses compatibles y contrapuestos establecida entre Washington, Beijing y Moscú.
Por tanto, el hinterland indio de actuación en cuanto a esferas de influencia geopolítica se mueve principalmente por el sureste asiático, escenarios donde China y EEUU tienen intereses muy marcados y por lo general contrapuestos.
El Mundial ante la cumbre Trump-Kim
Otros acontecimientos colaterales gravitan en torno a la cumbre Trump-Kim y que no son menospreciados por Putin. El próximo 14 de junio dará comienzo al Mundial de fútbol en Rusia, dos días después de la pautada cumbre Trump-Kim.
El partido inaugural del Mundial será entre Rusia y Arabia Saudita, precisamente dos países que han venido acercándose recientemente en materia energética y geopolítica, dentro de los esfuerzos de Putin por ampliar sus esferas de influencia internacionales, orientados a socavar la hegemonía estadounidense.
Para Putin, el Mundial es un escaparate orientado a dar a conocer ante el mundo la imagen de una Rusia moderna y acogedora, distante de los recelos occidentales sobre la supuesta amenaza rusa y la presunta penetración del Kremlin en escenarios específicos que tensan sus relaciones con Occidente, desde Ucrania hasta el Brexit, Cataluña y América Latina a través de Venezuela.
Si bien Putin no es precisamente un gran aficionado al fútbol (todos conocen sus preferencias por el hockey sobre hielo), el Kremlin no desperdiciará la oportunidad que se le presenta con el Mundial de fútbol para fomentar una imagen más beneficiosa.
La presencia de las principales estrellas futbolísticas, como Cristiano Ronaldo y Messi, es un atractivo que fortalecerá las expectativas del Kremlin por asegurar una organización impecable. Pendiente de los aspectos relativos a la seguridad nacional, ante los temores de posibles atentados yihadistas, Rusia aprovecha todas sus cartas en la mesa para contrarrestar la atención mundial derivada de la histórica cumbre entre Trump y Kim.