La sátira del 20 de mayo solo acentúa la ilegitimidad de Nicolás Maduro

Por Rafael Bayed

La sátira del 20 de mayo solo acentúa la ilegitimidad de Nicolás Maduro y de todos los poderes manejados y subordinados a él.

En casi 188 años de vida republicana, este pueblo jamás había sido degradado tanto. Llegaban unos y perseguían a los otros, pero ni cuando Gómez ni Pérez Jiménez se sometió a un pueblo como lo hace este régimen inhumano. Siempre hubo marginados, pero nunca hubo un proceso de exterminio con los que no piensan como el régimen.

Criminales de todas las estirpes tomaron el poder para satisfacer sus desviadas conductas. Perversos y pervertidos; mitómanos descarados. Llevan a un pueblo genuflexo, sometido y huérfano de educadores, en fila, a la exterminación por indiferentes unos y por disidentes otros.

Todos, desde el soplón de cualquier vecindad, hasta el encargado de cualquier gestión del régimen, están encargados de manipular y extorsionar a los más necesitados.

En esferas más altas, clase media profesional, o aceptan la sumisión o participan de las migajas para la cooperación del financiamiento de un régimen genocida, sin dejar de mencionar a los que se dicen empresarios o bancarios, que las necesidades del pueblo les rueda. Ahí los vimos, junto a otros, rindiendo pleitesía al regente mayor

Lo más grave son los agoreros conductores de programas de opinión, que junto a sus autocalificados expertos, viven justificando patrañas del régimen, sea contra los disidentes demócratas (internos o voces de defensores de derechos humanos del extranjero).

Hugo Chávez murió, y así lo hemos venido sosteniendo desde el primer día de su fallecimiento, 30 de diciembre del 2012, y en La Habana muchas agencias de noticias así lo anunciaron, por lo tanto todos los actos y procedimientos a partir de esa fecha para imponer a Nicolás Maduro son nulos, de nulidad absoluta. Por lo tanto, nunca tuvo legitimidad de origen y por sus actuaciones todavía menos. En cuanto a la sátira del 20 de mayo solo se acentúa la ilegitimidad de Nicolás Maduro y de todos los poderes manejados y subordinados a él.

Grupos de delincuentes, disfrazados de cualquier payasada, se hacen pasar por autoridad. Extorsionan, chulean y hasta intimidan. Claro son la base del sostén social de la delincuencia que impera para satisfacer al régimen de La Habana y a sus cómplices del continente.

Las cartas están echadas. El régimen usa la concepción y las instituciones de la democracia para publicidad, porque en el fondo no es más que una cruel tiranía, y los que solo actúan en forma democrática para tratar de frenar las aberraciones del régimen tienen responsabilidad, porque ninguno le habla claro y contundente al pueblo, ese pueblo confuso, mal acostumbrado y mal llevado.

Solo la Iglesia Católica; solo algunas universidades  (privadas y públicas), el estudiantado (que le toca regar con su sangre la tierra de libertades) están exentos de culpa en la existencia de bárbaros con sed de sangre.

Mienten cuando llaman al diálogo, y algunos bobos y otros vivianes, pero todos tontos útiles, le dan almohada al opresor. Todos gritan “queremos paz y repartimos amor” y un pueblo ignorante lo cree.

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