Por Alfredo Michelena
El Secretario de Estado de EE.UU y su Vicepresidente jugaron un papel activo hablando con embajadores y presidentes para lograr una contundente resolución que condene al régimen.
Mucho se ha argumentado que Latinoamérica no es prioridad para los EE.UU. y menos Venezuela. Pero eso ha estado cambiando y rápidamente. La cierta indiferencia de George W. Bush, la línea de apaciguamiento de Obama y la de confrontación de Trump marcan una serie de cambios que han puesto a la región y a Venezuela en el foco de los norteamericanos. Ojo, no quiero decir que el tema Venezuela es más importante que el de Siria o Israel, es que (de ser un tema marginal) se vuelve uno de cierta importancia y quizás el de mayor importancia en la región. Al menos así lo demuestra esta última Asamblea de la OEA.
La política de Trump sobre Venezuela contrasta radicalmente con la de Obama, quien optó por acercarse a Cuba y facilitar la desmovilización de las narcoguerrillas FARC a cambio de mantener el status quo en Venezuela, es decir, al castrochavismo en el poder. Para Trump el enemigo es el castrochavismo que se ha expandido por la región y sus enemigos son los regímenes de Cuba y Venezuela -y seguramente Nicaragua- a los cuales no piensa hacerles concesiones y los observa como amenazas no despreciables. El actual embajador de EE.UU. en la OEA fue más claro al declarar que “Cuba es la madre de todo mal” en términos del debilitamiento de la democracia en el continente.
Estos cambios se acaban de reflejar en la reciente Asamblea General de la OEA, que coincide con la nominación y el nombramiento de Mike Pompeo como nuevo Secretario de Estado. Desde marzo pasado el Departamento de Estado ha endurecido la línea de la administración Trump hacia Venezuela. La despedida de Thomas Shannon, quien representaba la línea de la administración anterior es una muestra de ello. En esto también ha participado activamente el vicepresidente Mike Pence, quien ha mostrado esa línea dura pero con un acercamiento a los diferentes mandatarios demócratas del continente. Pence ha realizado varios viajes al continente y ha tomado un rol muy activo.
Con Tillerson, EE.UU. había dado espacio para que los latinoamericanos y Canadá lideraran la presión sobre el régimen venezolano. Incluso no se hizo parte del Grupo de Lima para guardar una cierta distancia. Pero desde la Cumbre de las Américas parece que esto cambió. Pence ratificó en ella que “los EE.UU. no descansarán hasta que se restaure la democracia en Venezuela” y hace un mes en la OEA anunció la iniciativa de suspender al régimen de Venezuela de la centenaria organización. En paralelo, EE.UU. comenzaba a trabajar abiertamente con el Grupo de Lima para crear los mecanismos orientados a sancionar a la camarilla castrochavista que nos domina, incorporando las sanciones financieras individuales.
En esta Asamblea de la OEA, Pence y Pompeo jugaron un papel muy activo reuniéndose con embajadores y comunicándose con presidentes para lograr pasar una contundente resolución que condena al régimen, crea bases para más sanciones y prepara el camino para que éste no se vaya sin que se aplique la Carta Democrática. No sé si somos o no una prioridad para los EE.UU., pero lo que se demostró en estos días es que ellos están comprometidos muy activamente con la vuelta a la democracia en nuestro país. Maduro sabe que EE.UU. viene con todo.