Rebelión y represión en Nicaragua

Por.- Alfredo Michelena.

-Sangrienta represión en Nicaragua, revela similitudes y diferencias con Venezuela.

El pueblo nicaragüense está en la calle presionando para un cambio de gobierno y la comunidad democrática está pendiente brindándoles apoyo.  En este sentido, la OEA, la ONU y la Unión Europea están ya en Nicaragua apoyando el diálogo.  Esto genera muchas esperanzas, pero parece duplicar  el caso de Venezuela y obliga a los nicaragüenses a aprender en cabeza ajena.

La crisis

Hace dos meses se iniciaron las protestas en Nicaragua. Como en muchos casos similares, el detonador no fue algo trascendental, tanto que el régimen de los Ortega-Murillo no tuvo problemas en echar para atrás muy rápidamente la medida que cambiaba las normativas del Seguro Social, causa inicial de las manifestaciones populares. Pero esto fue la chispa que incendió la pradera.

Daniel Ortega, el presidente, y su esposa Rosario Murillo, la vicepresidente, trataron de palear el asunto accediendo inicialmente  a la peticiones de diálogo, libertad de los detenidos  y retiro de la represión, pero al calor de la lucha que se había iniciado esto no fue suficiente para calmar los ánimos, especialmente del sector estudiantil que había sido y seguía siendo fuertemente reprimido.

Una primera ronda de negociaciones donde participaron estudiantes, empresarios,  trabajadores y  ONGs, bajo la mediación de la Iglesia, se dio entre el 16 y el 23 de mayo. En esta mesa de diálogo participó una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) cuya presencia fue pedida por los manifestantes y permitida por el régimen.

La CIDH hizo 15 recomendaciones que incluyen el cese de la represión, garantizar el derecho de protesta, desmantelamiento de los grupos parapoliciales y la creación de una comisión que investigue la violencia. Pero a pesar de que los acuerdos, entre ellos el declarar una tregua de dos días a fin de frenar la violencia, ésta siguió creciendo.

La primera ruptura

El 23 de mayo la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) suspende el diálogo pues no vislumbra que se esté avanzando. En realidad a la propuesta de  adelantar elecciones, prohibir la reelección presidencial y cambiar al Consejo Supremo Electoral (CSE), el régimen respondió caracterizándola, por boca del Canciller Denis Moncada quien había venido reemplazando al matrimonio Ortega-Murillo en las conversaciones, de ser una maniobra para dar un “golpe de estado”. Los enfrentamientos entre manifestantes y el gobierno con sus fuerzas paramilitares continuaron, aumentando el número de muertos y heridos.

A fines de mayo, se produjo lo que se ha llamado “la Masacre del Día de las Madres”.  Fue una marcha convocada por el comité en Apoyo a las “Madres de abril” y la Coalición Universitaria. En esta marcha que se dio en Managua, pero también en otras ciudades, se produjeron 199 heridos y 15 muertos: 7 en Managua, 3 en Chinandega, 4 en Estelí y 1 en Masaya. En Managua se reportó la existencia de francotiradores que se apostaron en el nuevo Estadio Nacional. Estos habrían sido grupos paramilitares con armas de guerra. Para ese día, por los medios sociales, se realizó una convocatoria a “exintegrantes de las fuerzas élite del extinto Ministerio del Interior (MINT), las Tropas Pablo Úbeda (TPU), así como a “los ex-Cachorros de Sandino”, Batallones de Lucha Irregular y a los retirados del Ejército de Nicaragua, para la defensa de la madre patria”, según reportó el diario nicaragüense La Prensa.  En estas condiciones la CEN decidió suspender una reunión donde se reiniciaría el diálogo.

Los primeros acuerdos

Las confrontaciones, que dejaron más heridos y muertos cuando la policía en conjunción con grupos paramilitares enfrentaba a los manifestantes, siguieron en distintas ciudades del país, pero en especial en Managua y en Masaya ubicada a unos 30 kms de la capital.  El diálogo fue retomado el 15 de junio, en el Seminario Nuestra Señora de Fátima. Allí los obispos y el canciller Moncada lograron acordar seis puntos. Los tres primeros se refieren a  solicitar  la presencia de organizaciones internacionales. Estas son: la CIDH, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Unión Europea y la  Secretaría General de la OEA.

También se acordó el fin de la violencia y la remoción de los “tranques” (bloqueo de carreteras). Y se creó una Comisión de Verificación y Seguridad con tres miembros por cada grupo.

Esto no logró el cese de los enfrentamientos entre las partes, pero si que mencionadas organizaciones internacionales confirmaran su presencia en el país centroamericano. La CIDH instaló el Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (Meseni), relativo a las recomendaciones que hizo en mayo. También se instalará a principios de julio, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que investigará los crímenes cometidos desde el inicio de este proceso, el 18 de abril.

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La OEA

El 5 de junio la Asamblea General (AG) de la OEA aprobó por aclamación una “Declaración de Apoyo al Pueblo de Nicaragua” en la que «condena y exige el cese inmediato de los actos de violencia, intimidación y amenazas» hacia la población. Ella surgió del consenso entre las delegaciones de Nicaragua y EE.UU.  En esta declaración no se condena al gobierno de los Ortega-Murillo y solo se hace un llamado a retomar el diálogo. Sin embargo, Mike Pompeo, canciller norteamericano, declaraba en la plenaria de la Asamblea General de la OEA, que «la policía nicaragüense y los grupos armados controlados por el gobierno han asesinado a docenas, simplemente por protestar pacíficamente».

 

Sin embargo, la situación de violencia y el número de muertos y heridos seguía aumentando por la represión del régimen sandinista.  Por esto, se convocó a un Consejo Permanente de la OEA para tratar de nuevo el tema y el 22 de junio se reunieron los embajadores en el Salón Simón Bolívar. En esta sesión extraordinaria se trataron tres puntos: presentación del secretario General, Luis Almagro, sobre la situación en ese país; el informe de la CIDH; y la implementación de las recomendaciones al Sistema Electoral de Nicaragua.

El informe de la CIDH fue demoledor. La relatora especial para Nicaragua señaló que el número de muertos alcanzaba a unas 212 personas, que habrían 1.337 heridos y unos 507 detenidos, que en su mayoría fueron objeto de torturas  o tratos crueles.  Y afirmó que “hay un patrón de actuación de antimotines, grupos paramilitares y terceros armados, actuando con dirigencia de la Policía, haciendo uso excesivo y arbitrario de la fuerza letal de forma deliberada”.

La mayoría de los países latinoamericanos se pronunciaron en contra de lo que está sucediendo en Nicaragua. Solo el Canciller de ese país, el embajador de Bolivia y la representante del régimen de Maduro contestaron el informe de la CIDH.  Nicaragua lo negó y calificó a los opositores como “grupos delincuenciales” que quieren  “cambiar al gobierno de hecho”. En la misma onda la Venezuela chavista acusó a la CIDH de “falta de profesionalismo, imparcialidad y porque es protección a los grupos desestibilizadores en contra del gobierno”.

La necesidad de adelantar las elecciones fue planteada no solo  en la mesa de negociación, sino en el Consejo Permanante. Esta fue la posición del Secretario General, Luis Almagro y de los EE.UU.

El papel de la Iglesia

La Conferencia Episcopal Nicaragüense ha jugado un papel estelar en este proceso. Al igual que la de Venezuela, ha mostrado una posición muy frontal en defensa de los DD.HH y la democracia.  Ella ha servido como instrumento de mediación entre el régimen y el pueblo nicaragüense, con una posición muy clara de la necesidad de buscar una salida al problema y evitar el derramamiento de sangre.

A diferencia de la de Venezuela, la conferencia Episcopal nicaragüense (CEN) ha podido participar activamente como mediadora en todo el proceso y su participación ha ido más allá de la mesa de negociación que le ha tocado coordinar.  La CEN y en particular los obispos han estado en constante contacto con las luchas que se están realizando en las calles de las diversas ciudades.  Vale la pena señalar, por ejemplo, su papel en la ciudad de Masaya, que en el pasado fue un bastión sandinista y que ahora se declaró en rebeldía.  Luego de tres semanas de dura represión que dejó  24 muertos, los obispos de la CEN llegaron a esa ciudad a fin de apoyar a sus pobladores.  “Ni un muerto más en Masaya”,  advirtió el icónico obispo Silvio José Báez.  La Iglesia ha  encabezado manifestaciones, prestado sus templos para proteger a la población de la represión en las diversas ciudades de Nicaragua, los sacerdotes han atendido a los manifestantes en todo momento y han tratado de mediar para disminuir la violencia.

¿Venezuela II?

Muchos venezolanos estamos buscando las semejanzas y diferencias entre lo sucedido en Venezuela y lo que está sucediendo en Nicaragua.

Hay diferencias gruesas, que no pueden ser ignoradas, como que en Nicaragua el sector privado es la principal fuente de ingreso del país a diferencia de Venezuela donde esa fuente es el petróleo y está en manos del Estado.  Es justamente el retiro del apoyo de este sector y el corte del subsidio petrolero del régimen de Maduro al de Ortega, lo que le ha movido el piso a los Ortega-Morillo.

Otro elemento que nos diferencia, al menos en este momento, es el control del aparato militar. En Nicaragua desde el comienzo de las movilizaciones, los militares dejaron muy claro que no querían participar en la represión y en un comunicado señalaron que “el diálogo es la única forma de prevenir efectos irreparables sobre nuestra gente, nuestra economía y nuestra seguridad”.  Esta función se ha venido ejerciendo por la policía y los grupos paramilitares, aunque últimamente se ha denunciado la participación de efectivos militares trajeados como paramilitares.  En esto hay mucha similitud con lo sucedido en Venezuela, al menos al comienzo del chavismo en el poder, pero como sabemos el chavismo desarticuló la Fuerza Armada Nacional, quebrando la meritocracia e imponiendo la lealtad a la “revolución” como vía de ascenso, corrompiendo a los oficiales y montando un sistema de monitoreo “a la cubana”.

En lo que si ambos regímenes  son muy parecidos en la actualidad, es en los mecanismos de represión que ambos utilizan. Tanto que incluso ya se habla de crímenes de Lesa Humanidad en ambos conflictos.

Hay mucho entusiasmo debido a que el régimen nicaragüense ha dejado entrar a la OEA, las NN.UU. y la Unión Europea, pero no olvidemos que en la Venezuela del 2002-2004 esa mismas instituciones estuvieron “instaladas” en Venezuela y el régimen se manejó de tal manera que  aún aceptando unas “elecciones anticipadas”, que en nuestro caso fue el referéndum revocatorio,  las ganó. Que haya habido trampa o no es irrelevante pues  esos resultados fueron aceptados por la comunidad internacional.  La experiencia venezolana debería ser tomada en consideración por esos luchadores por la libertad en Nicaragua para evitar la repetición de los errores.