Una OTAN en ascuas ante la cumbre Trump-Putin

Por.- Roberto Mansilla Blanco/ Corresponsal en España

– Los golpes de timón de Trump desconciertan a los aliados y alegran a Putin. 

El presidente estadounidense Donald Trump llega a Europa para dos cumbres estratégicas visiblemente antagónicas: primero con la de la OTAN en Bruselas y después con su homólogo ruso Vladímir Putin en Helsinki.

Con la crisis migratoria aún pendiente en EEUU y un retoque conservador en el Tribunal Supremo, el presidente estadounidense Donald Trump llega a Europa esta semana para acometer dos cumbres paralelas, ambas tan estratégicas como antagónicas: la de la OTAN que celebrará en Bruselas este 11 y 12 de julio; y posteriormente su reunión con el presidente ruso Vladímir Putin en Helsinki el próximo 16 de julio.

Fiel a su estilo estridente y políticamente incorrecto, Trump declaró en Washington, antes de viajar a Europa, que la cumbre con Putin sería “mucho más fácil” que la de la OTAN. “Quién lo diría” espetó el siempre polémico Trump antes de abordar el Air Force One que lo trasladaría hasta Europa.

Tensión en Bruselas

Trump sabe que la cumbre con la OTAN será tensa, en particular con sus socios europeos, molestos por las trabas arancelarias impuestas recientemente por Washington para productos europeos. Una guerra comercial que también alcanza a China y que llevó esta semana a una frontal oposición por parte de Alemania y China, durante una reunión esta semana en Berlín entre la canciller alemana, Ángela Merkel, y el primer ministro chino, Li Keqiang.

Ambos, Merkel y Li Keqiang, defendieron en Berlín no sólo la necesidad de mantener el libre comercio ante el proteccionismo de Trump, sino sus coincidencias en conservar el acuerdo nuclear con Irán, en particular ante su reciente cancelación por parte de la actual administración estadounidense.

La tensión entre Trump y Europa ya se hizo patente en la reciente Cumbre del G7 en Canadá en junio pasado. Ante la negativa europea y canadiense, Trump defendió el regreso de Rusia a este organismo, anteriormente denominado G8.

Del mismo modo, las cumbres casi paralelas de la OTAN y la de Trump-Putin tomarán el pulso ante el inédito viraje geopolítico global causado por la reunión entre Trump y el presidente norcoreano Kim Jong un hace exactamente un mes en Singapur.

El equilibrio nuclear en la península coreana es un tema estratégico tanto para los actores involucrados, siendo éstos EEUU, Rusia, China, Japón y las dos Coreas, como también colateralmente para la OTAN. En perspectiva está en juego reordenar este equilibrio estratégico no sólo en la península coreana y ante la crisis suscitada por la cancelación de Trump del acuerdo nuclear con Irán, sino principalmente por las secuelas causadas tras las crisis de Crimea (2014) y la intervención militar rusa en Siria (2015).

La hábil paciencia de Putin

Por otro lado, la cumbre Trump-Putin en Helsinki se realizará un día después de la final del Mundial Rusia 2018 en Moscú. Putin se mostró molesto por el boicot de varios líderes occidentales durante la inauguración del torneo, al ausentarse varios líderes occidentales invitados para el partido inaugural. De allí que el presidente ruso no asistiera a ningún otro partido del torneo, delegando su presencia en la figura del primer ministro Dmitri Medveded, toda vez la selección rusa realizó una inesperada buena actuación, alcanzando los cuartos de final.

Ante esta cumbre Trump-Putin, otro actor indirectamente involucrado ha movido sus fichas estratégicas: Ucrania. El gobierno de Petr Poroshenko en Kiev confirmó el compromiso de la administración Trump por mantener intactos los intereses ucranianos en torno al conflicto en el Donbass, las regiones prorrusas del Este Ucraniano, así como la crisis de Crimea por su regreso a la soberanía rusa en marzo de 2014.

La OTAN sigue observando a Ucrania como una pieza clave en su juego geopolítico de presión hacia Moscú. Los recientes ejercicios militares de la Alianza Atlántica realizados en los países Bálticos, Polonia y Rumanía son claramente persuasivos hacia el Kremlin, toda vez la OTAN acelera su cooperación militar con Kiev en aras de potenciar una eventual futura admisión ucraniana en la Alianza Atlántica.

Por ello, a Trump le tocará ejercer de hábil y firme equilibrista en dos aguas turbulentas: una OTAN recelosa de las intenciones del mandatario estadounidense, y una Rusia cuyo presidente maneja hábilmente los hilos geopolíticos para salir en ganancia ante la presión atlantista y de la Unión Europea, especialmente en materia de sanciones instauradas desde la crisis de Crimea.

Putin bien pudiera llegar triunfante a Helsinki y salir de allí aún más airoso. Ha logrado asegurar sus cartas geopolíticas en Siria, afianza su eje eurosiático con la reciente reelección presidencial de su aliado turco Recep Tayyip Erdogan, cuya ceremonia de investidura se realizó el pasado lunes 9, contando con la participación del presidente venezolano Nicolás Maduro.

El éxito organizativo del Mundial 2018 es otro logro que Putin blandirá en el ambiente de su cumbre con Trump. El presidente ruso sabe que la sintonía con su homólogo estadounidense ha logrado quebrar estructuralmente el equilibrio interno dentro de la OTAN. Y esto es un logro estratégico que intentará asegurar en la reunión de Helsinki con Trump.

Del mismo modo, Trump sabe que el “fantasma” de la presunta inherencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 aún no se ha disipado en Washington. Pero las mismas han perdido cierto eco, en particular ante los frenéticos giros asestados por Trump en materia internacional.

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Entre ellos destacan la suspensión del acuerdo nuclear con Irán, el momentáneo bombardeo en Siria de abril pasado, y la inédita cumbre con Kim Jong un en Singapur. Estos acontecimientos han momentáneamente distraído la opinión pública estadounidense sobre la presunta trama rusa. Y esto es otro logro diplomático para Putin.

Por otro lado, Trump busca en la cumbre con Putin un trueque geopolítico estratégico en Oriente Próximo: muy probablemente dejará “carta blanca” al presidente ruso en Siria a cambio de la aparente neutralidad de Moscú ante la presumible ofensiva de Washington contra Irán, en la que Trump cuenta con el apoyo estratégico de sus aliados Israel y Arabia Saudita. Una ofensiva que Washington espera concretar vía OPEP, ante el peso de las sanciones estadounidenses para comercialización del petróleo iraní.

 

Mientras Trump se reúne en Bruselas con sus socios de la OTAN, Putin recibirá en Moscú este miércoles 11 al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Esta visita confirma la realpolitik de Putin para mantener sus cartas firmes en Oriente Próximo, principalmente en Siria, combinando un pragmatismo que le permite equilibrar un escenario altamente volátil y riesgoso.   Con ello, Putin mantiene alianzas por un lado con Turquía, Siria e Irán, y por otros acuerdos tácticos con EEUU, Israel y Arabia Saudita. Pero el presidente ruso se erige ahora como el verdadero “árbitro” de lo que acontece en Oriente Próximo. La ofensiva del régimen sirio de Bashar al Asad contra la polarizada oposición siria (financiada por EEUU y las “petromonarquías” del Golfo Pérsico) y los grupos islámicos, asegura los intereses rusos en Siria, tendentes a mantener al régimen de al Bashar en el poder.

 

Esto lleva a Putin a buscar en su cumbre con Netanyahu una especie de arreglo consensuado sobre el futuro de Siria. Putin intentará así convencer a Netanyahu de que el caos sirio no será una amenaza para Israel, toda vez intentará al mismo tiempo erigirse en un interlocutor decisivo a la hora de solucionar la crisis con Irán, aliado estratégico de Moscú. Con ello, Putin juega a ser un equilibrista decisivo en Oriente Próximo del mismo modo que Trump lo intenta hacer con la OTAN y sus tensas relaciones con Moscú.

La última gira antes del “mid-term”

Tras estas dos cumbres, la de la OTAN y la de Putin, Trump muy probablemente comenzará a concentrar sus energías en un estratégico test electoral: las elecciones del “mid-term” de noviembre próximo, que renovarán la totalidad del Congreso y un tercio del Senado.

Esta gira europea de Trump muy probablemente finalizará un 2018 intenso en materia de política exterior para Washington. La atención estará ahora dirigida al terreno interno, con unas elecciones decisivas para el futuro político de Trump y de su movimiento dentro del Partido Republicano.

Este test electoral medirá la fortaleza real del “trumpismo” dentro del escenario político estadounidense con miras a las presidenciales 2020. Para ello, Trump parece persuadido a dejar antes en orden “el vecindario”, siendo esto el exterior, para concentrar sus fuerzas en ordenar su propia “casa.

 

 

 

 

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