Por.- Roberto Mansilla Blanco/ Corresponsal de España
-La primera cumbre oficial entre los presidentes de EEUU y Rusia selló un tácito pacto de repercusiones globales
La ansiada primera cumbre oficial entre el presidente estadounidense Donald Trump y su homólogo ruso Vladimir Putin celebrada este lunes 16 en Helsinki puso en relieve la sintonía entre ambos líderes, aunque ésta sea probablemente de carácter circunstancial.
Ambos negaron enfáticamente cualquier atisbo de presunta injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses 2016, que le dieron la victoria a Trump. Pero en EE.UU., la trama rusa parece seguir cobrando fuerza.
Precisamente, una vez finalizada la cumbre de Helsinki, la Justicia estadounidense acusó a una ciudadana rusa de presunto espionaje en ese país, toda vez 12 agentes militares secretos rusos fueron acusados de supuestos ataques cibernéticos al servicio informático del Partido Demócrata antes de los comicios 2016.
La antesala de la cumbre Trump-Putin remarcaba un clima de antítesis para ambos líderes. Trump venía de una áspera y tensa cumbre con la OTAN y de una visita a Gran Bretaña que causó gran polémica por las críticas del mandatario estadounidense tanto contra la Alianza Atlántica, como hacia la Unión Europea y la forma en cómo se desarrolló el Brexit.
El “mate”de Putin
Trump salió de Bruselas y Londres, sus dos citas antes de la estratégica cumbre con Putin en Helsinki, con declaraciones lapidarias como el tratamiento a Europa de “enemigo” por la guerra comercial iniciada hace unas semanas ante las medidas proteccionistas por parte de Washington contra productos europeos, así como chinos.
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Por el contrario, el clima para Putin era diametralmente distinto. Las disputas internas de la OTAN y la Unión Europea con Trump suponen para el Kremlin evidentes ganancias dentro de las tensas relaciones existentes entre Rusia y Occidente.
Para colofón, Putin viajó a Helsinki tras clausurar un Mundial de fútbol 2018 celebrado en su país, Rusia, que ha sido considerado un extraordinario éxito organizativo y deportivo.
Por ello, lo sucedido en Helsinki determina escenarios de ventajas diplomáticas y geopolíticas para Putin. Las declaraciones mutuas tendentes a negar cualquier tipo de presunta injerencia rusa en las elecciones 2016 no podían venir en mejor momento para Putin, precisamente cuando EEUU se prepara para unas próximas elecciones en noviembre, las del “mid-term” que renovarán la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
Trump calificó la investigación judicial en EE.UU. sobre la presunta trama rusa como una “caza de brujas”. También aseguró que no existen “acuerdos secretos” entre él y Putin. Declaraciones de este calibre, así como las tensiones precedentes entre EE.UU., la OTAN y la Unión Europea, dan a entender que el mandatario ruso sale visiblemente fortalecido de esta cumbre, así como el auténtico ganador incluso de la áspera gira europea de Trump.
Reunidos durante dos horas en Helsinki, la cumbre Trump-Putin tuvo su ampliación entre sus dos respectivos hombres de confianza en materia diplomática, siendo éstos el secretario de Estado Mike Pompeo y el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov. Este hecho confirma igualmente la sintonía existente entre Washington y Moscú hacia una cumbre a todas luces estratégica para la geopolítica y la seguridad global.
Por tanto, esta sintonía entre Trump y Putin tiene directas repercusiones en el sistema de alianzas y de seguridad occidental vía OTAN. Supone una alteración inesperada a un sistema de alianzas que durante décadas se ha cimentado en mantener a raya a Moscú, desde tiempos soviéticos hasta la actual Rusia de Putin. No obstante, está por ver si esta sintonía entre Trump y Putin es más de carácter circunstancial.
La tensión nuclear
Un tema relevante en este sentido es el de la proliferación nuclear. Trump y Putin mostraron en Helsinki su oposición a este escenario, ya que alteraría sensiblemente el equilibrio nuclear global, hegemonizado precisamente por ambos países.
En mente, obviamente, están los casos de Corea del Norte e Irán, donde ambos presidentes han tenido ópticas diferentes. Particularmente más trascendentales en el caso de Trump: primero al desmantelar en mayo pasado el acuerdo nuclear con Teherán vigente desde 2016 (el cual Moscú apoya por ser aliado iraní); y posteriormente a mediados de junio, tras la inesperada apertura de Trump con Pyongyang una vez se reunió en Singapur con el líder norcoreano Kim Jong Un.
En Helsinki, Trump habló de la necesidad imperiosa de alcanzar acuerdos en materia de proliferación nuclear al ser EE.UU. y Rusia los detentores del “90% del arsenal nuclear a nivel mundial”. Putin asintió levemente a esta declaración, pero su silencio da a entender que no será precisamente Rusia la que dé el primer paso en este sentido.
Netanyahu, el otro ganador
Otro aspecto estratégico fue el apoyo de ambos mandatarios a la “seguridad de Israel”, un factor que implícitamente da a entender que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu es el otro ganador colateral de esta cumbre Trump-Putin.
La semana pasada, Netanyahu viajó a Moscú para una reunión con Putin que consolidó las buenas relaciones ruso-israelíes. En Helsinki, Trump y Putin coincidieron en trabajar y apoyar la seguridad israelí en momentos particularmente tensos y expectantes en Oriente Próximo.
Esta coyuntura está sobre todo determinada ante la eventualidad de un post-conflicto sirio donde Putin sale ganando con el mantenimiento en el poder del régimen sirio de Bashar al Asad. Pero también por la tensión causada tras la ruptura de Trump del pacto nuclear iraní y el reforzamiento de las alianzas de Washington con Israel y Arabia Saudita, tradicionales rivales iraníes; y finalmente por la aparente buena sintonía del acuerdo de Sochi (Rusia) firmado en noviembre pasado entre Rusia, Irán y Turquía y que condiciona el nuevo equilibrio estratégico en Oriente Próximo ante el eventual post-conflicto sirio.
En este escenario, Trump y Putin coinciden en calcular que la seguridad de Israel sigue siendo una prioridad para mantener un mínimo equilibrio estratégico en Oriente Próximo. Con ello, Netanyahu sale bien servido de la cumbre de Helsinki.
¿Y Venezuela?
Previo a la cumbre de Helsinki, el presidente colombiano Juan Manuel Santos instó al presidente Trump para que intercediera ante Putin a fin de que Moscú deje de apoyar al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Esta declaración de Santos causó enorme expectativa sobre la eventualidad de que el “tema Venezuela” se colara en la cumbre Trump-Putin. Pero los complejos canales de la diplomacia parecen más bien determinar que, en vez de Trump y Putin, el “tema Venezuela” bien pudo ser un asunto colateralmente discutido por Pompeo y Lavrov.
No está claro si, y probablemente no lo sea, que en el caso venezolano exista la misma sintonía entre Trump y Putin como en otros escenarios. Esto intuye que el caso venezolano es un aspecto geopolítico estratégico comparable, por tomar un ejemplo, al existente con Ucrania.
En este sentido, Washington y Moscú ejercen un fuerte juego de influencias mutuas e intereses contrapuestos tanto en Ucrania como en Venezuela. Ambos son escenarios definidos en las cartas de la Casa Blanca y del Kremlin para jugar sus respectivos intereses geopolíticos, precisamente en las periferias estadounidense y rusa.
Con todo, la cumbre de Helsinki deja muchas interrogantes en este sentido. La tensión de Trump con la OTAN y la Unión Europea no parece que vaya a afectar sensiblemente la relación entre Washington y Kiev. Antes de iniciar su gira europea la semana pasada, Trump recibió en Washington al presidente ucraniano Petr Poroshenko, probablemente el más acérrimo enemigo de Putin.
Por su parte, la OTAN realiza ejercicios militares disuasivos hacia Moscú desde el Báltico hasta el Mar Negro, toda vez que acelera constantemente sus intereses de admisión de Ucrania a la Alianza Atlántica. Moscú interpreta estas movidas como claramente hostiles hacia su seguridad e intereses en la periferia ex soviética.
El reforzamiento de la OTAN y, por ende, de Washington con Ucrania acelera aún más los intereses rusos de ejercer influencia en la Venezuela de Nicolás Maduro, sea a través de asistencia financiera como de intereses energéticos vía PDVSA.
el mismo modo, la reciente admisión de Colombia como “socio global” dentro de la OTAN, tiene claras implicaciones en este juego de poder existente entre Washington y Moscú con respecto a Venezuela.
Para Putin, mantener a Maduro en el poder en Caracas resulta tan estratégico como para la OTAN mantener a Poroshenko en el poder en Kiev. Pero resulta evidente que Trump quiere ver fuera del poder a Maduro, y para ello intenta persuadir en la arena internacional para presionar hacia ese objetivo.
Por ello, el “tema Venezuela”, si bien no fue prioritario ni discutido oficialmente en la cumbre de Helsinki, ocupó su sitio en los entresijos diplomáticos en torno a la cumbre Trump-Putin.