Sangre en las calles de Nicaragua

Rayma

Por.- Alfredo Michelena

-El obispo Mgr. Silvio José Báez (@silviojbaez) escribía este tuit el 17 de julio

“+++++ URGENTE ++++ #NICARAGUA: Ataque inminente de fuerzas combinadas (paramilitares, Policía antimotines y fuerzas de choque) a barrio indígena de Monimbó, Masaya. ¡Alto a la represión! Mi oración por este amado pueblo”. Esto muestra el nivel y saña de la represión del régimen Ortega-Murillo.

 Ya van tres meses de manifestaciones en contra del régimen de los Ortega-Murillo pero también tres meses de represión, Parece un dejávu  de lo sucedido en Venezuela pero con mayor crueldad. También allá la resistencia democrática cargó con la inmensa mayoría de los muertos mientras el mundo mira sin actuar decisivamente.

Primera derrota del sandinismo

En 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrota a la dictadura hereditaria de la dinastía Somoza, apoyada por los EE.UU. Daniel Ortega presidió la Junta y luego el  primer gobierno sandinista al ganar las elecciones de 1985, pero enfrentó variados problemas entre ellos un fracaso económico muy grande. También tuvo que enfrentar un continente que por diferentes vía se oponía a otra Cuba en Centroamérica.

El apoyo de los Castro al FSLN comenzó antes de la toma del poder, así como a otros grupos guerrilleros en esa región, con entrenamiento y financiamiento soviético.  Como contrapartida, en ese mundo de la Guerra Fría, los gobiernos de Reagan y Bush padre intervinieron apoyando a las guerrillas de  “los contra”. También se creó el Grupo Contadora para la búsqueda de una paz duradera en la región. Lo cierto es que son varios los factores que obligan al FSLN  a ir a unas elecciones que pierde (1990).

Luego durante tres períodos Nicaragua es gobernada por partidos de tendencia liberal.

 El largo camino a la vuelta

Ortega no se amilanó sino que siguió intentando hacerse con el poder. Cuando los partidos antisandinistas comienzan a perder soporte político sin ganarlo el sandinismo, Ortega inicia negociaciones con el presidente liberal Arnoldo Alemán  a fin de construir un modelo bipartidista, que eliminara los partidos pequeños incluyendo las escisiones del FSLN, modificara la ley electoral para ganar con menos votos y  repartirse las instituciones del Estado. Ortega lo intenta de nuevo sin éxito en 2002.

A los gobiernos liberales  no le ha ido mal en términos económicos pero se han alienado de sus bases al no transferir esos avances hacia una población, tanto que para 2008 Nicaragua tenía un 80% de pobreza. Además de que la corrupción se había hecho tan flagrante que el propio Alemán termina en la cárcel. Entonces Ortega vuelve al poder.

Ortega que se había presentado con una nueva imagen despojada de extremismos, vestido de  conciliador,  atrajo a un electorado que ante el fracaso de la derecha optó por el sandinista.  Además en 2006 el ambiente internacional le es favorable con la expansión del socialismo del siglo XXI y la Venezuela chavista como aliada no sólo política sino financieramente. El régimen de Caracas le inyecto oficialmente unos US$5 millardos  al régimen de Ortega, aunque a partir de 2015 las dádivas comenzaron a bajar.

Esa “ayuda” se hizo primordialmente fuera de las estructuras contables del Estado, a través de la empresa mixta petrolera ( PDVSA- Petróleos de Nicaragua, Petronic), Alba de Nicaragua S.A. (Albanisa), que se encarga de suministrar combustible y que es dirigida por el tesorero del FSLN, Francisco López. Albanisa ha sido señalada como medio de lavado de dinero de las FARC.

Según el economista nicaragüense Adolfo Acevedo, la “ cooperación [venezolana] entre 2008 y 2013 incrementó la capacidad total de recursos del Estado en el equivalente a casi un tercio o más de los ingresos fiscales totales recaudados por el gobierno central, llegando a casi duplicar los montos anuales de recursos recibidos de las fuentes tradicionales de cooperación externa oficial del país”. Pero más que eso ha servido para apuntalar a la familia Ortega-Murillo en el poder y facilitar su enriquecimiento.

La reelección

A pesar de que la reelección estaba prohibida por el artículo 147 de la Constitución nica, la Corte Suprema dio el visto bueno para que Ortega pudiera presentarse. Ya el hábil político había desalojado a la oposición del Congreso por medio del Tribunal Electoral, a cuatro meses de las elecciones de 2016, al definir una nueva dirección del partido más importante -Partido Liberal Independiente (PLI)-  lo que trajo como consecuencia que la principal coalición opositora decidiera no participar en dichos comicios.

Ahora solo, Ortega no solo presentó como vicepresidente a su esposa Rosario Murillo, sino que ganó las elecciones con casi tres cuartos de los votos lo que le da definitivamente control total del país. Esta jugada parece haber quedado como una espina clavada en el corazón democrático nicaragüense.

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¡Ortega vete ya!

En abril de 2018 un simple cambio de las normativas del Seguro Social fue “la chispa que incendió la pradera”.  Grupos de estudiantes, trabajadores del campo y la ciudad, y  empresarios comenzaron a pedir inicialmente el cambio de esas normativas pero el asunto escaló muy rápidamente, y aunque Ortega echó para atrás ese movimiento popular que estaba y está en las calles pedía una negociación que se convirtió en una solicitud de un cambio político.

Rápidamente encumbró la violencia pues los manifestantes fueron atacados por la policía y los grupos paramilitares o “colectivos”.  Los muertos y heridos comenzaron a crecer en número mientras la represión recrudecía. El régimen Ortega-Murillo cede y deja entrar a la OEA, en particular a Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que evalúe ese tema. Las primeras informaciones son dramáticas y se producen las recomendaciones.

Pero las manifestaciones siguen y los muertos y heridos a manos del régimen siguen creciendo.  Entonces el asunto se convierte en una presión para negociar la salida de la pareja Ortega- Murillo del poder. El planteamiento es que  se adelanten las elecciones a lo que el régimen contesta que eso sería aceptar un Golpe de Estado.

La Iglesia

La Iglesia nicaragüense ha sido acusada de haber apoyado a Somoza y luego a los gobiernos no sandinistas, como el de Alemán. Pero lo que si es cierto es que de forma clara e inequívoca la iglesia católica a través de la Conferencia Episcopal ha tenido un papel central en este proceso. Primero como mediadora y ahora como defensora in situ de los derechos humanos de los manifestantes. No solo ha denunciado la represión a que ha sido sometida la población sino que los obispos han participado en manifestaciones y han prestado sus templos  para resguardar a los manifestantes frente a las fuerzas represivas del Estado y las paramilitares.

Ellos han sido agredidos en múltiples ocasiones y los templos dañados.  Por ejemplo el  nueve de julio en visita a las poblaciones de Diriamba y Jinotepe, en las cuales se registraron 14 muertes el domingo anterior,  el Nuncio Apostólico, el Arzobispo y el Auxiliar de Managua junto a otros sacerdotes y  la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos fueron agredidos “por paramilitares y por las así llamadas «turbas», grupos de choque del gobierno de Ortega que asediaban la basílica”, según denunció la Conferencia Episcopal. En estos  tres meses de protestas ya van más de 300 muertos, según ONG locales. Mucho más que en Venezuela durante el año pasado y con una población de solo 6 millones de habitantes.

La OEA

El tema de Nicaragua se trató en la Asamblea General de junio pasado y se aprobó una resolución que señala lo que está pasando pero no condena directamente al régimen Ortega-Murillo, tanto que los patrocinadores son EE.UU, y el mismo gobierno de Nicaragua.

El deterioro de la situación en Nicaragua está siendo monitoreada in situ por la OEA e incluso las Naciones Unidas en sus organismos de DD.HH. Pero esto no ha parado la represión, por esto se realizaron recientemente dos sesiones extraordinarias del Consejo Permanente. En la primera se escucharon los informes de la CIDH y el avance de la instalación de otros dos grupos que recientemente ha permitido Nicaragua: el Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (MESENI) y  el del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).  Luego se realizó otra en 13 de julio para analizar la situación del país por los gobiernos.

Mientras Nicaragua y sus aliados en especial Venezuela se dedicaron a descalificar el informe de la CIDH y echaban las culpas al terrorismo de algunos grupos financiados desde el exterior, los países latinoamericanos que participaron lamentaban las muertes y pedían el cese a la violencia. EE.UU. fue más allá y denunció “que el gobierno de Ortega, cada día, renueva su directriz de matar personas para permanecer en el poder”. Y agregó que  “Existen pruebas sustanciales de que el gobierno está dirigiendo a la Policía Nacional, así como a la Juventud Sandinista y pandillas controladas por el gobierno para reprimir las protestas violentamente. Existen informes fidedignos de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y torturas bajo custodia”. En concreto los EE.UU.  sancionó a tres funcionarios, el jefe de la policía y al secretario de la alcaldía de Managua, por violación de DD.HH. y al presidente de Albanisa por corrupción.

Las opciones en la OEA

En la OEA hay tres posiciones sobre el tema,  los que promueven el adelanto de elecciones, junto al Secretario General de la OEA; los que solo promueven un diálogo entre las partes; y por último los que han mantenido un estridente silencio que aún retumba en el Salón Simón Bolívar, y estos son: los países centroamericanos, exceptuando a Costa Rica y los caribeños.  Si suponemos que fuera de Venezuela y Bolivia ningún otro país respalda esta la brutal represión,  la apatía del silencio es más que condenable, en especial en el siglo XXI.

Es lamentable y vergonzoso que a estas alturas la OEA no haya tomado una resolución contundente al respecto, en especial cuando ya se ve un patrón de comportamiento de los regímenes castrochavistas que la región ni puede ni debe tolerar.

Ortega es un político muy hábil y hasta ahora ha seguido, con su adaptaciones, la estrategia que se recorrió  en Venezuela, aceptar la presencia internacional para terminar ganando tiempo para evitar unas elecciones que le sean desfavorables (Venezuela 2002-2004) y reprimir con fuerzas gubernamentales junto a  paramilitares (colectivos)  para crear más terror (2017). Ortega sabe lo que es perder el poder y lo riesgoso de adelantar esas elecciones. Además cuenta con el apoyo de Cuba y del Foro de San Pablo, actualmente reunido en la isla el cual seguramente sacará una resolución apoyando a los Ortega-Murillo.  Mientras tanto las calles nicas se siguen manchando de sangre.

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