El pasado como revolución

Por Jaime Granda

El pasado como revolución. Los descendientes tontos de adecos y copeyanos.

A pocos meses de cumplirse 20 años de aquellas elecciones libres en un país que realmente era “democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”, los que tuvimos la dicha de vivir los 40 años posteriores a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, un militar constructivista, no vemos nada nuevo en el discurso y la práctica de un supuesto “socialismo del siglo XXI”.

Todo lo contrario. En estas primeras dos décadas del siglo XXI hemos tenido que soportar las mismas ideas, argumentos, aseveraciones y pretensiones que comenzaron a ponerse de moda después de la revolución cubana.

En medio de esa sarta de embustes ha quedado confirmado que la izquierda pontificada desde la isla de los Castro siempre ha sido creativa para la propaganda que ahora han multiplicado con tecnología capitalista y las redes sociales.

A mediados de los años sesenta del siglo XX, esa izquierda creó la fábula según la cual cuando Dios creaba al mundo, uno de sus ayudantes le advirtió que estaba poniendo demasiadas riquezas en el subsuelo de Venezuela. Dios, según la creatividad de la incipiente izquierda venezolana,  aceptó la observación y entonces enderezó su rumbo diciendo: Tranquilo que eso lo compensamos colocando a gobernar en ese país a adecos y copeyanos.

Era parte de la propaganda para descalificar lo realizado por esos dos partidos políticos que comenzaron a construir desde el 23 de enero de 1958 una democracia incipiente que duró hasta 1998 cuando el pueblo manipulado desde la Unión Soviética y Cuba eligió a un infiltrado en las filas de las Fuerzas Armadas que durante 40 años frenaron el proyecto de apoderarse de las riquezas del subsuelo venezolano.

Desde entonces estamos en manos de los títeres de ese proyecto internacional que logró su cometido con el infiltrado entre los militares que sí defendieron la soberanía de Venezuela.

Las tan apetecidas riquezas  dejaron de proveer escuelas, liceos, escuelas técnicas y universidades, dejaron de costear programas como las becas Gran Mariscal de Ayacucho porque fueron desviadas para impulsar el proyecto soviético-cubano en el resto del continente americano. Ese proyecto le ha costado a Venezuela la pérdida de los 159.542 km² en reclamo entre el río Esequibo y la cima del monte Roraima, además de la senda de progreso real en la cual cada muchacho podía estudiar lo que quisiera, avanzar, planificar su hogar con la seguridad de que sus hijos tendrían familia, educación, comida, asistencia hospitalaria, seguridad civil y toda la libertad para desarrollar sus mejores habilidades en beneficio de todos.

Casi 20 años después de este nefasto proyecto político, queda claro que los descendientes de los adecos y copeyanos, especialmente de Monagas y de Barinas, han derrochado la herencia que les dejaron con la esperanza de que aprovecharan todo lo que se había establecido para felicidad de todos los venezolanos, sin necias exclusiones. Esa descendencia adeca y copeyana cayó en las redes de un proyecto que solo crea miseria y dolor para las mayorías.

@jajogra