Por Carlos Canache Mata
Aunque nuestra producción petrolera se ha desplomado, el régimen chavista sigue dándole suministro preferencial de petróleo más que subsidiado a Cuba.
El día 9 de septiembre del año 2010, en entrevista dada al periodista Jeffrey Goldberg y publicada en la revista “The Atlantic”, Fidel Castro, que por razones de salud le había entregado a su hermano Raúl la presidencia de Cuba dos años antes, hizo una declaración que tuvo gran repercusión internacional: “el modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”. Después de 51 años de su Revolución, hace la terrible revelación que no pudo desmentir con el risible alegato de que había sido “mal interpretado”, como si las palabras registradas fueran simples sonidos que, después de dichas, se pueden negar fácilmente.
La cruel y tardía confesión surge ante la evidencia de la ruina a que se ha condenado, por tanto tiempo, al pueblo cubano, además de la imposición dictatorial. Y el fracaso adviene a pesar de los más de 5.000 millones de dólares anuales que a Cuba le proporcionaba la URSS hasta su implosión en 1991 y que tuvo el relevo a partir de 1999, con igual o mayor asistencia financiera, cuando Hugo Chávez asciende al poder en Venezuela. Actualmente, el régimen chavista, gracias al pródigo convenio firmado en el año 2.000, continúa el suministro preferencial de petróleo más que subsidiado a Cuba, pero, como nuestra producción petrolera se ha desplomado, ese suministro ha disminuido en cantidad importante.
La desgracia gubernamental de aquí repercute en la desgracia de la Isla, y, por eso, no nos sorprendió que los medios de comunicación internacionales hayan informado el día 18 de este mes que el parlamento cubano discute y aprobará un anteproyecto de reforma constitucional en el que se contemplará “el reconocimiento del papel del mercado y de nuevas formas de propiedad, entre ellas la privada”, con el añadido retórico, para guardar las apariencias, de que se mantiene la propiedad “de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción”. En realidad, ya en “el retoque constitucional de 1992” se permitió el trabajo por cuenta propia, un coletazo del fracaso soviético del año anterior. Ese sector cuentapropista representa para este momento el 13 % de la fuerza de trabajo, y, en medio de los apuros, se anuncia que se va aumentar la entrega de licencias para ese tipo de trabajo.
El giro cubano, aunque pequeño, sucede a los cambios de mayor profundidad que han tenido lugar en China y Vietnam, aunque que queden intocados sus autoritarismos políticos de partido único. Una orfandad ideológica rodeará a los que alguna vez creyeron, de buena fe, que el comunismo era la vía para que la humanidad alcanzara el bienestar y pariera un “hombre nuevo”.
En lo que respecta al caso venezolano, un exministro de Finanzas (Rodrigo Cabezas) y un exministro de Comercio Exterior (Jesús Farías), ante la catástrofe macroeconómica y la crisis humanitaria que han lanzado a la diáspora a más de cuatro millones de compatriotas, piden, desde las entrañas del chavismo, una rectificación de políticas. El primero recomienda buscar acuerdos con el FMI “para resolver la crisis económica porque hay gente que no está comiendo”, y el segundo afirma que “el control de cambio se agotó… y debemos ir a una unificación cambiaria y que el mercado se encargue de establecer un precio más razonable”. Otros, de ese ámbito político, seguramente pensarán lo mismo.
Pero no habrá rectificación, “el modelo que no funciona” seguirá existiendo nominalmente como “socialista” en Venezuela, ya que la camarilla civil y militar que se aferra al poder, no tiene, en verdad, ningún anclaje ideológico, y solo utiliza aquel ropaje para disfrazar la apropiación ilícita de una gran parte de la renta petrolera. La oposición democrática, con más cabezas que la Hidra de Lerna de la mitología griega, está en la obligación de reunificarse para rescatar a Venezuela de la tragedia que vive.