El Diario de Jurate Rosales: Todos tropiezan con la misma piedra

 

 

El único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es el hombre, dice la sabiduría popular. Lo más extraño es cuando ese mismo tropiezo se repite casi idéntico  en las más distintas culturas, razas y épocas a lo largo de los últimos cien años, como si se tratara de una norma que rige más allá de cualquier diferencia étnica, cultural, religiosa o geográfica. Pareciera que ningún país de los muchos que en Europa, Asia, África y ahora en América han incurrido en el sistema iniciado por la Internacional Comunista de 1919, ha logrado evitar que su gente padezca de los mismos sufrimientos y sufra las mismas consecuencias. 

Las dos más mortíferas consecuencias de ese sistema, fueron las hambrunas de la Unión Soviética en 1933 y la de China entre 1959 y 1961. En menor escala, pero con una similar parálisis nacional,  padecieron de escasez, represión y aislamiento las llamadas “repúblicas socialistas” de Europa oriental entre 1940 y 1990, luego las de África como lo fueron las devastadoras experiencias de Angola, Etiopía, Mozambique y el Congo. En Asia, los dos casos más famosos además de la China continental, fue Viet Nam y sigue siendo Corea del Norte.

En el año 1978, la politóloga francesa Hélène Carrère d´Encausse, en una obra en la que analizó las dificultades que encontraba la URSS para gobernar 17 naciones distintas (l´Empire éclaté), observó que la fórmula de la permanencia del régimen soviético reposaba en tres conceptos: “Estado, Partido, Ejército, tres instrumentos de integración que funcionan conjuntamente para alcanzar una meta definida sin ambigüedades desde 1917….”. Luego se preguntó si se trataba de “¿Instrumentos de integración de la sociedad? ¿O instrumentos de control ante todo?”

Los venezolanos que siguen viviendo bajo el recuerdo y añoranza de un sistema democrático (además de pregonado por el propio régimen que no lo practica), creen que lo que les ocurre es algo que los tomó de sorpresa, jamás visto antes, cuando en realidad se trata de la repetición de situaciones vividas en todos los países que cayeron en algún momento de su historia bajo un sistema comunista. Si la autora francesa ha fechado el inicio de este sistema de control de la población en el año 1917, es de notar que según el lugar geográfico y las fechas, el mismo se ha repetido, evolucionó y feneció en distintos países, desde hace exactamente cien años.  

El sistema avanza por etapas y no me cabe duda, que los venezolanos, al conocerlas, pronto reconocerán que también en Venezuela, la secuencia que se inició a partir de 1999 mantiene el mismo curso que afectó a muchos otros países. Ejemplo: la primera fase consiste en una destrucción planificada de la agricultura y el consecuente sometimiento de la población por el hambre.

Hablemos de esa fase inicial. El primer ensayo para imponerla data de 1933, fue en Ucrania, país llamado entonces “el granero de Europa” debido a sus famosas cosechas del trigo que exportaba al resto del viejo continente. Ese año, Stalin, exasperado por la resistencia de los pequeños agricultores a entregar sus tierras al Estado según lo exigía la “colectivización” que prohibía la propiedad privada,  ordenó quemar sistemáticamente todas las cosechas. La hambruna que produjo arrojó, según la mayoría de los historiadores, entre 7 y 10 millones de víctimas mortales.  Sin embargo, el record de muertos por hambre lo superó posteriormente  la China de Mao, entre 1959 y 1961, cuando en el marco de la nacionalización de las tierras, el hambre mató 20 millones de campesinos chinos.  El nombre oficial del  mortífero experimento fue “El gran salto adelante”.

En un ámbito menos trágico y más cercano a nosotros en cuanto al lugar y la época, está la destrucción de los cañaverales cubanos, otrora fuente de riqueza de la isla. En cuanto a Venezuela, muchos recordarán el famoso método “Chas” y ya sabemos cómo las invasiones fomentadas por el gobierno chavista, destruyeron la agricultura. Hoy Venezuela no produce sus alimentos, apenas recuerdan los venezolanos que en la última década del siglo XX el país  era autosuficiente en la mayoría de los rubros agrícolas e incluso exportaba arroz desde el estado Portuguesa.   

La segunda fase de la implantación del comunismo consiste en consolidar la debilidad del ciudadano víctima del hambre a través de una represión impuesta por la fuerza.  Se trata de someter a la voluntad del gobernante a toda la población utilizando los cuerpos de seguridad y la fuerza armada cuyos miembros son sobornados, vigilados  y los jefes suelen ser periódicamente sustituidos.  

En todos los sistemas comunistas, el espía político tiene más poder que la jerarquía  administrativa, judicial, o militar. En Rusia el oficial más temido sin importar su rango, era el “politruk” – el vigilante político dentro del cuerpo armado, tal como ocurre actualmente en Venezuela dentro de la Fuerza Armada. En cuanto al poder “supra institucional” del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional,  poco importan las decisiones de un juez para liberar al preso político si en el SEBIN no están dispuestos a devolverlo a su casa.

De hecho, en el sistema comunista, siempre existe el vigilante político dotado de poder por encima de rangos y escalafón.

Como norma en todos los países comunistas, el sistema acostumbra a descabezar al más exitoso jefe militar. Cuba lo vivió con el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, Venezuela lo vive con el general Raúl Isaìas Baduel aislado y preso en “la tumba”, así como con los militares apresados en la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) y/o encarcelados  en la prisión militar de Ramo Verde.  Es parte de la rutina – y mientras más importante es un líder militar, mayor probabilidad tiene de verse “acusado” cuando menos lo espera. Igual funciona el continuo cambio del funcionario más prominente en la administración civil, con la finalidad de tener a todos los privilegiados temerosos de la próxima razzia gubernamental.

En todos los países que han pasado por el “sistema”, el denominador común ha sido siempre el mismo: no hay comida, los servicios son deficientes, el dinero carece de valor y no es convertible a una moneda fuerte, hay presos políticos y los cuerpos de represión están por doquier. Los venezolanos, sin duda, no son sino los ciegos herederos de un estado de cosas que persiste sin mayores modificaciones desde hace exactamente un siglo en cada lugar donde logró implantarse durante períodos de duración variable.

Me dirán: está bien, pero ¿cómo se sale de un entramado que lleva cien años afinándose? La respuesta es una sola. Polonia sacudió el yugo soviético cuando Lech Walesa, aconsejado por el Papa Juan Pablo II, unió a toda la oposición en un solo cuerpo. Otro ejemplo. Alemania del Este cambió la Historia cuando los propios guardias abrieron los portales entre Este y Oeste y la muchedumbre se volcó por las aperturas. En ambos casos, considerados emblemáticos,  la clave fue la unión y ésta se consigue con la madurez política.