Por.- Alfredo Michelena
Llegó el final del libre movimiento de los venezolanos por el mundo. Uno a uno los gobiernos están imponiendo restricciones a la inmigración de venezolanos. Se habla de xenofobia y discriminación, así como de éxitos y tragedias de los cerca de cuatro millones de venezolanos expulsados de nuestro país, pero también de que nuestra estampida migratoria se está convirtiendo en un elemento desestabilizador para los países vecinos.
De receptores a expulsores
Venezuela era “la tierra prometida” para muchos europeos que vinieron a buscar fortuna después de la Segunda Guerra Mundial e incluso antes. Para las dos primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, llegaron cerca de un millón de inmigrantes desde Europa, cuando el país crecía de 5 millones a 7,5 millones de habitantes. Esto supuso que mucho más del 10% de la población eran nacidos en el exterior.
El impacto sociológico de una población “diferente” en una sociedad, cuando se acerca al 5% está claramente notada por la población. Como esa población se concentró fundamentalmente en las ciudades, la proporción de extranjeros en los sitios urbanos pudiera calcularse cercana al 20%. Pero esta inmigración fue fácil de aceptar no solo porque Venezuela venía emprendiendo programas de atraer población, sino porque con la expansión económica del país esa mano de obra fue fácilmente incorporada en una sociedad donde los servicios públicos estaban también en expansión.
A esto hay que agregar los millones de colombianos y luego de latinoamericanos que llegaron huyendo de la violencia de las dictaduras o simplemente atraídos por las riquezas de Venezuela en el último tercio del siglo.
Ahora todo ha cambiado. Mientras algunas encuestadoras estiman que pudieran haber salido del país unos cuatro millones de venezolanos, las Naciones Unidas ya aceptan que son al menos 2,3 millones y que la mayoría ha salido a partir de 2014.
El impacto regional
La instalación del chavismo en Venezuela ha tenido un impacto muy relevante en la región. De una parte y al comienzo, ayudó a la expansión del llamado Socialismo del Siglo XXI. Entonces la llamada “marea rosada“ tiñó a Suramérica en los primeros tres lustros del siglo. Se establecieron alianzas y se construyeron organizaciones multilaterales como UNASUR y la CELAC, así como otras más centradas directamente alrededor de Venezuela como Petrocaribe y la ALBA.
Sin embargo, la “marea rosada“ ya está en remisión y con ella se está marchando UNASUR. “La chequera que camina por América latina”, es decir los petrodólares venezolanos que jugaron un papel fundamental en engomar estas alianzas y organizaciones, se ha secado. Con la caída del precio del petróleo – y de las otras materias primas- y la crisis económica de Venezuela debida a la imposición del modelo socialista-estatista, llegó un cambio radical.
Incluso antes de la muerte de Chávez ya se veía el “efecto Venezuela”, producto de la incapacidad financiera de Venezuela de proveer ayudas a mano rota. Así disminuyeron las ayudas petroleras al Caribe y Centro América, y los “créditos” y compras fáciles a los países del la ALBA. Entonces muchos venezolanos “tomaron las de Villadiego”, pues la situación de seguridad interna y las posibilidades de progresar, especialmente para los jóvenes profesionales, les dictaba la búsqueda de nuevos horizontes en el exterior.
La estampida
Si bien durante los gobiernos de Chávez se estima que salieron cerca de un millón de venezolanos, con la crisis que se le vino encima a Maduro quien no ha hecho sino profundizarla, la gente salió en desbandada. Ya no eran los “balseros del aire”, como se decía a los venezolanos que llegaban a Miami, al contrastarlos con los balseros cubanos que llegaban por mar. Ya la salida comenzó a ser por tierra, pues los viajes en avión eran muy caros y a los viajeros de clase alta y media se sumaron los más pobres. Las cifras de los trashumantes que atravesaban el Puente Simón Bolívar entre San Antonio del Táchira y Cúcuta llegaban a 30.000 o 40.000 al día. Muchos de ellos volvían con mercancías a Venezuela, pero otros seguían a otras ciudades o rumbo a Ecuador y de allí más hacia el sur, unos tomaban autobuses y otros a pie. En los últimos días del presidente Juan Manuel Santos, el gobierno colombiano permitió la regularización de 442.464 venezolanos que estaban en situación ilegal. Con ellos la cifra oficial de venezolanos en Colombia alcanzaría a los 820.000 registrados. Pero si estimamos los que no se legalizaron y los venezolano-colombianos que volvieron a su país, podemos hablar de más de un millón de inmigrantes desde Venezuela.
En el cruce hacia Ecuador, unos 8.000 km del paso por Cúcuta, llegaban también miles de venezolanos en su paso hacia Perú y luego Chile. Por el paso de Ipilaes – Rumichaca, hacia Ecuador, ingresan el 80% de los venezolanos y se han presentado recientemente más de 4.000 compatriotas al día. El año pasado entraron a Ecuador 288 mil y según algunas estimaciones este número ya se habría alcanzado este año. No todos se quedan en ese país, en su gran mayoría están de paso hacia Perú y Chile. Viviendo en Ecuador habrían unos 150.000 venezolanos.
Llegan a Perú unos 3.000 venezolanos diariamente y se calcula que se han quedado en ese país más de 300.000 de ellos. En Chile recientemente se inscribieron 31.000 venezolanos para regularizar sus estatus migratorio, pero se estima que pudieran haber más de 120.000 venezolanos ya que el último censo (2017) reporta a unos 80.000 venezolanos. En Argentina habitarían unos 100.000 venezolanos. En Brasil entre 2015 y 2018 cerca de 60.000 venezolanos se han inscrito con la policía, sea como refugiados o solicitantes de residencia.
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Facilidades
En general todos países latinoamericanos les han dado facilidades a los venezolanos para que transiten o residan en su territorio. El gobierno colombiano ha facilitado la permanencia de venezolanos, inicialmente con el permiso temporal de residencia y trabajo (conocido como el PEP) del que se beneficiaron unos 150.000 venezolanos. Además, como vimos, Colombia ha regularizado a cerca de medio millón de compatriotas. El gobierno peruano ha emitido un permiso renovable de un año para trabajo y residencia que apenas cuesta US$12. En Ecuador se ha facilitado mucho la entrada al país con el Estatuto Permanente Ecuador-Venezuela, el cual luego permite obtener una residencia temporal y posteriormente una permanente, y la consecución de un permiso de trabajo se hace con base a las normativas de Unasur. Chile ha creado la Visa de Responsabilidad Democrática, que otorga la residencia temporal por 12 meses, especialmente para los venezolanos. Brasil está dando residencia en ese país por razones humanitarias y residencia permanente luego de dos años de residir legalmente en él.
Dificultades
Pero la aceleración de la crisis está expulsando cada vez más venezolanos hacia los países hermanos y este “efecto Venezuela” trae al menos dos consecuencias: una a los estados receptores, y otra en sus habitantes. En cuanto al estado receptor este crecimiento no esperado de la población tiene consecuencias reales en el costo de lo servicios. En Colombia se ha estimado que el costo asociado con el millón de inmigrantes, en relación a la salud pública podría alcanzar un 0,08% del PIB, lo que es una cifra nada despreciable. A esto habría que agregar el gasto en educación y otros servicios gratuitos. En el siglo pasado, en Venezuela este impacto fue fácilmente absorbido por la renta petrolera, pero en la actualidad y en los países vecinos, deberá surgir de los impuestos y esto se siente y resiente.
Si bien las primeras migraciones estaban plétoras de profesionales y técnicos, en estas últimas ese componente ha bajado. En la actualidad leemos informaciones muy estimulantes de médicos e ingenieros siendo absorbidos de forma relativamente fácil en los países receptores. Y esto es positivo cuando están en alta demanda. Pero cuando no es así cuando los inmigrantes, calificados o no, aceptan cualquier tipo de trabajo para palear su situación y desplazan a los nativos, porque esto crea resquemores. Por otra parte, los que no pueden acceder al mercado laborar formal, comienzan a inflar el sector informal de esas economías y al peligroso mundo del desempleo. En todo caso el flujo de unos 2 millones de venezolanos en tan corto período en la región, sin duda puede desestabilizarla por el estrés que ellos pueden ejercer sobre los servicios y la economía.
Producto de esta competencia comenzamos a apreciar como ha habido un aumento de la xenofobia contra los venezolanos, en la forma de una reacción de los habitantes de los países de recepción. Este tipo de rechazo al extranjero no es nada nuevo. Debemos recordar como en Venezuela percibíamos a los colombianos que migraron a Venezuela. Todos los secuestros, robos y asaltos eran atribuidos a ellos. Recuerdo chistes como «agárrate la cartera que allí viene». En los años setenta con la llegada de chilenos y argentinos, fue la clase media profesional la que se resintió pues al estar dispuestos a trabajar por menos, ellos eran una importante competencia en el mercado laboral.
El impacto negativo de las migraciones masivas e indiscriminadas se ha hecho evidente en la Europa actual. Está provocando no solo problemas en los diversos países, sino en la integridad de la Unión Europea que cada vez es menos capaz de articular una política común con respecto a este fenómeno.
Aquí en nuestro continente ha tomado proporciones trágicas en el caso de Brasil donde se han producido ataques directos a campamentos de venezolanos. El último en la población de Pacaraima, ubicada en el estado Roraima, cuando fue atacado y quemado un campamento como respuesta a un supuesto ataque por venezolanos a un vecino del lugar. También otras agresiones han sucedido en el país carioca, como el ataque a otro campamento en Mucajaí, unos 60 km al sur de Boa Vista, capital del mencionado estado, donde expulsaron a unos 300 venezolanos también como respuesta a un incidente en un bar donde murió un brasileño. El ejército brasileño ha tenido que tomar carta en el asunto.
Pero si bien estos han sido los hechos más notables, son muchos migrantes que han sufrido de xenofobia. Asunto que es lamentablemente esperable, pero no justificable, cuando esta migración ha sido tan rápida, masiva y en la mayoría de los casos, dramática.
Este fenómeno antiinmigrante se ha dado especialmente en esta última ola migratoria masiva y sin control, que ha permitido que más fácilmente se hayan colado grupos y miembros de bandas de delincuentes, como los que fueron apresados en Perú por abalear a un policía luego de un asalto. Hubo otros apresados, como los integrantes de la banda “el tren maldito de Aragua”, incluyendo a su cabecilla. Y esto echa más leña al fuego de la xenofobia. Aunque por suerte, varios medios de comunicación en el exterior también han convertido en noticia los éxitos de los venezolanos y los actos de bondad que nuestros conciudadanos han realizado en sus países de acogida.
En una estampida migratoria donde no se puede calificar el tipo de migrantes, los criminales se cuelan fácilmente hacia otros países. Incluso algunos analistas como Joseph Humire, director ejecutivo del Centro para una Sociedad Libre y Segura (CFS), han advertido que algunos miembros de narcoterroristas vinculados con Irán (Hezbollah) que hacen vida en Venezuela, estarían aprovechando esta estampida para colocar a sus cuadros en otros países incluyendo los EE.UU. Y no es difícil suponer que también cuadros políticos de otras organizaciones terroristas vinculadas al castrochavismo se estén distribuyendo por la región. Y este es otro factor que contribuye a la desestabilización de otros países.
Cierran el grifo
Parece que la bonhomía de nuestros vecinos tiene límites y por ejemplo las posibilidades de desplazarse con solo presentar la cédula de identidad, como lo establecían los convenios internacionales (Mercosur y Unasur) ya es cosa del pasado. Primera fue Colombia que comenzó a solicitar pasaporte para cruzar la frontera, exceptuando a los que tuvieran Tarjeta de Movilidad Fronteriza. Esto puso presión sobre los venezolanos que intentaban cruzarla no solo para ir al vecino país, sino para seguir a Ecuador y desde allí al sur. Por cierto que Chile, como vimos, exige una visa, aunque creó una especial para los venezolanos.
Muy recientemente, tanto Ecuador como Perú han puesto como requisito el pasaporte. Esto ha creado un cuello de botella en la frontera ecuatoriana donde como dijimos últimamente habían tramitado hasta 5.000 solicitudes de entrada por día. Muchos compatriotas no tienen pasaporte pues cuando salieron de Venezuela; no lo necesitaban. Esto ha creado tensión en la frontera. Lo que se ha logrado, por ahora, es que se flexibilice la medida para los niños acompañados por sus padres y para que los venezolanos que ya residían en el país y están de vuelta, puedan ingresar sin problemas La Defensoría del Pueblo ecuatoriana está recurriendo la medida ante tribunales por violatoria de la propia constitución que en su artículo 40 “reconoce a las personas el derecho a migrar”. ¡Que diferencia con la nuestra! Muchos gobiernos están viendo que más allá de las responsabilidades del buen vecino, está la situación que puede crear un ingreso incontrolado para cada uno de sus países.
La nueva solicitud de pasaporte coincide con las medidas económicas anunciadas por Nicolás Maduro, que seguramente acelerarán la estampida migratoria frente a la profundización crisis humanitaria. Pero ahora tendrán que poseer un pasaporte, que como sabemos no es fácil de obtener, lo que creará un mayor descontento interno. Como se aprecia, mientras los países vecinos sigan endureciendo sus políticas de recepción de migrantes venezolanos, no es descartable que en un futuro no muy lejano se comience a pedir visas para ingresar en los países que en el pasado solo nos requerían la cédula de identidad.
Si bien Naciones Unidas pide que nuestros compatriotas sean tratados con «dignidad» y aporta fondos para tratar a los venezolanos que migran, – algo que también hacen la Unión Europea, EE.UU. y Canadá -, la preocupación se ha hecho continental. En este momento, la OEA llama a una reunión urgente para tratar el tema de la migración, porque los países receptores están sintiendo el peso de una migración descontrolada y el asunto toma visos de una emergencia continental.
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