Por Rafael Simón Jiménez
***El nuevo plan económico de Maduro ha hecho que los bienes y servicios se disparen, demostrando que las medidas adoptadas estén condenadas al fracaso.
Sin que la mayoría de las medidas económicas anunciadas en el “paquete” de Nicolás Maduro hubieran entrado aún en vigencia, ya las incoherencias, contradicciones y falta de conexión con la realidad sobre las cuales están diseñadas comienzan a demostrar sus efectos perjudiciales y erosivos sobre la mayoría de la población, colocada en los límites de la subsistencia.
La maxidevaluación que ubicó el cambio oficial del dólar en los niveles de la “divisa criminal”, como gustan llamarla los voceros oficiales, a la cotización del paralelo, ha seguido deteriorándose y solo para poner un ejemplo de sus funestas consecuencias, el incremento salarial cuyo primeros pagos deberán hacerse durante la primera quincena de septiembre, era al momento de anunciarse equivalente a 30 dólares y hoy a solo una semana de su anuncio, y sin que ningún trabajador lo haya aun percibido, está ya reducido a 18, por lo que en muy corto plazo y mediante el efecto erosivo y demoledor de la combinación -devaluación hiperinflación- volverá a colocarse por debajo del umbral de la extrema pobreza.
La medida de liberación cambiaria que ha debido adoptarse años antes, ahora se realiza en las más adversas condiciones, cuando las reservas internacionales tocan su nivel más bajo de las últimas décadas, y cuando por ende el Estado, que es el principal receptor y distribuidor de divisas, no tiene capacidad de oferta, por lo que las denominadas subastas semanales (alimentadas solo por la disponibilidad de los agentes privados) se constituyen en un mercado marginal incapaz de satisfacer los requerimientos del sector productivos.
Los controles, regulaciones y la persecución policial y militar sobre los sectores económicos para obligarlos a sostener los precios acordados, tampoco rendirá frutos. El incremento desproporcionado de la masa monetaria en poder del público, que se incrementará con el aumento salarial presionará sobre una menguada oferta, estimulando no solo la escalada de precios, sino peor aún sus secuelas más perversas: el desabastecimiento, el mercado negro, el bachaqueo y la especulación. En la historia económica de la humanidad el sistema de controles impuesto manu militari siempre ha sido rebasado o reventado por la realidad del mercado.
La disciplina “fiscal férrea” que voceara como objetivo el jefe del estado, está en abierta contradicción con los grandes volúmenes de dinero que el gobierno se verá obligado a emitir para financiar los incrementos salariales del sector público y privado incrementando una brecha fiscal, difícil de subsanar con un aumento de cuatro puntos en el impuesto al valor agregado, que de paso incrementará aún más los precios de todos los artículos de consumo.
Sin que los asalariados cobraran su primera quincena de aumento, el precio del transporte sufre un incremento sensible y el conjunto de los bienes y servicios se disparan, demostrando desde el inicio que el conjunto de medidas adoptadas por el ejecutivo están condenadas de antemano al fracaso y que la recuperación y el relanzamiento económico de Venezuela pasa fatalmente por una transición democrática.