Por Carlos Canache Mata
***La hiperinflación no cejará en el infortunado empeño de arrasar con el ingreso de los venezolanos de esta antes llamada “tierra de gracia”.
Con sus actuaciones en el orden político y las medidas anunciadas en el orden económico, el pasado 17 de agosto la dictadura hace peor, cada día, la vida de los venezolanos. La tragedia arropa a todos, tanto a opositores como a los amigos del régimen. No en balde, la encuestadora Consultores 21 ha informado que “en la actualidad, el 17% de las personas que quieren salir de Venezuela se declaran maduristas y el 66 % son chavistas, no maduristas”. La misma fuente indica que, en cuanto a los estratos que componen la diáspora, ahora el 43 % está representado por el estrato socioeconómico marginal-popular.
La cuestión política rueda en una pendiente que nos permite afirmar que, lo que antes parecía y avanzaba hacia una dictadura, es ya, sin dudas, una dictadura. En el último Informe actualizado del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se declara que las violaciones de los derechos humanos en nuestro país son “una espiral descendente que no parece tener fin”. En el marco de esas violaciones, describe así la infame práctica de la tortura: “…Los malos tratos y la tortura infligidos a personas privadas de libertad por haber expresado ciertas opiniones políticas o por haber ejercido sus derechos humanos no son incidentes aislados. Por el contrario, se ha documentado que las mismas formas de malos tratos han sido cometidas por agentes de diferentes unidades de seguridad en todo el país, en diferentes centros de detención, y con el presunto conocimiento de oficiales superiores, lo que demuestra claramente la existencia de un patrón de conducta”. Las palabras de la ONU son como un sudario puesto sobre el rostro de la democracia venezolana yerta.
La cuestión económica no es menos mortificante para el día a día de los venezolanos. Lo que se anunció como un programa para “la recuperación, el crecimiento y la prosperidad” está resultando, a los pocos días de su aplicación, el fracaso que había presagiado la casi totalidad de los expertos. Uno de ellos, el economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, acaba de apuntar que persistirá el déficit fiscal “a pesar de que se están aumentando impuestos y se está aumentado el precio de la gasolina”, que seguirá gravísimo el problema cambiario “porque el Gobierno se resiste a desmontar el control”, que continuará empeorando el sector petrolero “porque la producción está cayendo, por lo cual el ingreso en divisas también se está mermando”, y que el problema externo es que “no tenemos divisas y ese es el gran talón de Aquiles que tiene este programa”. La consecuencia de todo esto es obvia hasta para los legos: la hiperinflación, que en el mes de agosto superó la tasa del 200%, no cejará en el infortunado empeño de arrasar con el ingreso de los habitantes de esta antes llamada “tierra de gracia”.
El cambio político está planteado con la urgencia de una necesidad histórica.