Por Rafael Bayed
***No creo en la intervención unilateral de ningún país para sacarnos de esta pesadilla. Sí creo firmemente en medidas más contundentes contra la cúpula que detenta el poder.
Un grupo de fascistas militares, cansados de tener que estudiar y prepararse para las obligaciones de su profesión, tomaron el camino de la insurrección con el cuento de que todos los venezolanos creyeron, de restituir el orden y la anarquía fomentada en los últimos tiempos.
Somos los hijos de Bolívar, gritan a los cuatro vientos y se dan el derecho a imponerse a como dé lugar para la tenencia del poder. Son unos arrogantes, groseros; sin cultura ni educación; patanes y algunos hasta ladrones y traficantes. No son los de ayer que por lo menos tenían pudor y moderación en sus actuaciones y muy modestos en la convivencia pública.
Notables. Algunos no tan notorios, comenzaron a manejar el acercamiento con algunos civiles, criminales de ayer, de esos que tomaron las armas para ayudar a Fidel Castro a invadir a Venezuela. Otros medio intelectualoides, y otros habidos de poder. Ninguno con capacidad para el servicio público ni la función pública, para participar en la facinerosa acción contra Carlos Andrés Pérez.
Lo alertamos. Ahí están los archivos del matutino “El Mundo” en los cuales, en nuestra columna de los lunes, decíamos que había movimientos de gorgojos y ratas moviéndose en el subsuelo de la democracia.
De doscientos siete años de vida republicana solo hubo paz social durante veinte años, por el Pacto de Punto Fijo (1958-1978). Todo el tiempo restante era zozobra y perturbación; militares reclamando más poder, más negocios en la compra de armas y cuotas de la renta petrolera. A partir de 1945, socialistas, comunistas y anarquistas querían cuotas de poder sin tener representación.
Ahí va una nación, formada con mentira, desde 1830 hasta nuestros días. Todo es por el pueblo: un pueblo ciego y creyente de los lengüeteros, demagogos y ladrones. Y hoy vienen a descalificar a la clase trabajadora, honesta, democrática, que en su mayoría repudia el totalitarismo de un delincuente ayer y un sindicalero-reposero hoy.
Toda clase de rapiña y expoliación desde el 2000 hasta nuestros días, aunado a la extorción para obtener empresas de manos de los privados y participación en grandes negocios, amén de los expedientes que tiene la DEA, de la legitimación de capitales de civiles y militares, la lista es larga, pero todavía no ha sido pública.
En una entrevista hace años en la Argentina, me preguntaron: ¿cuál es el juez ideal? Inmediatamente contesté que el Rey Salomón. Hoy funcionarios republicanos al servicio del régimen cobran por mentir y roban por no trabajar.
La letanía del regente: denme tantos días y todo mejorará es permanente desde marzo del 2013. Claro, es un perturbado que ni siquiera sabe ejecutar con criterio la cartilla que le manda La Habana.
El regente y sus loros diseminados por todo el país tienen el mismo chip: queremos diálogo; queremos la paz pero insultan y agreden; amenazan hasta con fusilar a quienes no obedecen. Son unos cobardes. Cada vez que un soldado protesta por las condiciones infrahumanas en que viven las tropas, les da colitas y hablan de golpe de Estado. Algunos hasta pierden el control de sus esfínteres.
No creo en la intervención unilateral de ningún país para sacarnos de esta pesadilla. Sí creo firmemente en medidas más contundentes contra la cúpula que detenta el poder.