Por Francisco Poleo
Luis Almagro, secretario general de la OEA, regresó de Cúcuta conmocionado por la situación de los refugiados venezolanos que huyen de la crisis humanitaria desatada por las políticas del régimen de Nicolás Maduro.
«En cuanto a intervención militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro creo que no debemos descartar ninguna opción», manifestó Almagro a pocos metros del puente Simón Bolívar, que comunica a Colombia y Venezuela.
Como era de esperarse, se desató la polémica. Aunque el tema había estado sobre el tapete desde hace varios días de la manera más explícita y en boca de los voceros más autorizados, el hecho de que lo dijera el secretario general de la organización que reúne a todo el continente es otra cosa.
Almagro ha sido incondicional con la causa venezolana, algo que le ha levantado la mayor solidaridad en los demócratas del mundo pero que también le ha ganado críticas de la izquierda regional y de quienes consideran que debe ser más neutral precisamente para poder mediar en la crisis. Entre esos que le recriminan haber quemado todos los puentes está el expresidente uruguayo José «Pepe» Mujica, que fue quien lo propuso para ocupar la secretaría general de la OEA.
La ideología socialdemócrata del secretario general no le ha impedido estar alineado con la Casa Blanca en el caso de Venezuela. El uruguayo entiende que una crisis como la desatada por la dictadura de Maduro no es una cuestión de política sino de salvar vidas. Sin embargo, la presión de la izquierda regional se hizo sentir en la respuesta que hizo el Grupo de Lima a Almagro por sus declaraciones en Cúcuta, rechazando de plano cualquier tipo de intervención militar para remover a Maduro.
El serrucho de Zapatero
Para entender ese comunicado del Grupo de Lima, hay que irse al contexto interno de cada país. En Argentina, Mauricio Macri enfrenta fuertes presiones de los peronistas por la crisis económica tras el rescate del Fondo Monetario Internacional. En Brasil, el débil gobierno de Michel Temer está acorralado entre el candidato de la izquierda lulista y el muy derechista y favorito en las encuestas Jair Bolsonaro.
El caso de Perú es el más destacable, ya que fue la cancillería de ese país la que orquestó el comunicado. El funcionario peruano que dirigió todo fue Hugo de Zela, el vicecanciller, que fue asistente del ex secretario general de la OEA José Miguel Insulza. El gobierno de Martín Vizcarra está en la cuerda floja y ya el presidente amenaza con disolver el Congreso, por lo que de Zela está buscando el puesto de Almagro.
Aconsejado por José Luis Rodríguez Zapatero, el ex presidente español que opera a favor de Maduro, el aspirante de Zela busca congraciarse con la izquierda regional para que faciliten su elección tras una eventual salida de Almagro de la secretaría general de la OEA.
En su respuesta al comunicado del Grupo de Lima, Almagro negó que él esté abogando por una salida militar al conflicto venezolano pero también dejó claro que es preferible eso antes de dejar que ocurra un genocidio como el de Ruanda. Sin embargo, también dejó una perla que parece fuera de lugar sin el contexto anterior. «No estoy pegado a este cargo, pero ni me callo ni me voy. Los dirigentes del gobierno (de Venezuela) quisieran que me callaran, sus cómplices quisieran que me fueran, pero no lo haré hasta que la dictadura caiga», dijo el diplomático uruguayo.
Sin embargo, la jugada de Zapatero es complicada ya que Almagro tiene el absoluto respaldo de Estados Unidos, Canadá y Colombia. Cualquier intento de remover al uruguayo tendría que pasar por encima de esos titanes, que pueden contar como un solo voto pero pesan mucho más.
Colombia y Canadá no firmaron el comunicado de marras. De Iván Duque no sorprende, puesto que es el hombre de Washington para resolver la crisis venezolana, porque su país recibe la mayor cantidad de refugiados colombianos y porque el territorio venezolano es santuario de guerrilleros y paramilitares colombianos. Además, el jefe de su partido, Álvaro Uribe, ya ha abogado públicamente en el Congreso por una operación militar contra el régimen de Maduro. Sin embargo, de Justin Trudeau sí sorprende, puesto que se trata de un campeón de las políticas más liberales y pacifistas que además es muy cercano a Cuba.