Por Jaime Granda
***Mientras esas instituciones representen a los gobiernos de turno y no a los pueblos, el proyecto cubano-soviético seguirá creciendo con todos sus males en contra de la democracia en toda América.
La discusión desatada ante el reconocimiento racional del actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) de que no hay que descartar ni siquiera una intervención militar si queremos realmente salvar a Venezuela del actual régimen, pone en el tapete de la historia muchas cosas que hay que corregir para que dictaduras y proyectos extraños al continente no sigan causando daños a nuestros pueblos.
Luis Leonardo Almagro Lemes, abogado, diplomático y político, está consciente de todo eso por su cercanía a José Mujica de cuyo gobierno en Uruguay fue ministro de Relaciones Exteriores y desde el 26 de mayo de 2015 es el secretario general de la OEA.
Almagro, por lo visto, es de los pocos políticos nuevos en América Latina, cumplió 55 años en junio pasado, que ha aprendido y reconoce los esfuerzos de sus antecesores. Los demás se regodean descalificando a sus colegas anteriores y solamente destacando lo negativo.
Mujica y Almagro están claros que la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA) no representan a los pueblos, sino a los gobiernos de turno en esos pueblos. Por eso, esas instancias internacionales no cumplen su papel en favor de los desposeídos y manipulados del continente y siguen cometiendo errores desde el primero de enero de 1959 cuando Fidel Castro y sus barbudos se apoderaron de la isla de Cuba y se convirtieron en cabeza de puente de un proyecto promovido desde la entonces Unión Soviética.
Lo mismo ocurre con instituciones como el Grupo de Lima y otras agrupaciones que hasta fueron financiadas con el petróleo venezolano para que respalden el proyecto soviético-cubano que de esa manera logró desde 1999 extenderse a Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y varias islas del Caribe.
Frente a un cáncer social, mezcla de un proyecto político que procrea corrupción, como el que sufren Venezuela y Nicaragua no se puede descartar ninguna opción si realmente se desea la salvación de esos pueblos. Desatar una campaña contra Almagro como el “maluco” es incurrir en los mismos errores que han permitido que el proyecto soviético-cubano avance con todas sus secuelas de muerte y desolación en los centros de producción. La migración de venezolanos debería ser suficiente aliciente para no descartar la opción que sea necesaria para recuperar la democracia en América.
Mientras instituciones como la ONU, la OEA y todas las demás representen a los gobiernos de turno y no a los pueblos, el proyecto cubano-soviético seguirá creciendo con todos sus males en contra de la democracia en toda América.
Si hay que agregar algo no debemos olvidar que el pueblo de Panamá ganó más con la intervención del ejército norteamericano el 20 de diciembre de 1989 en contra del dictador Manuel Antonio Noriega que el pueblo de Cuba con todas las sanciones “diplomáticas” y “económicas” que se han aprobado desde 1960 en contra del régimen cubano.
@jajogra