Por Rafael Simón Jiménez
***Defender la Constitución y derrotar al gobierno deben ser los propósitos que activen y canalicen la inconformidad ciudadana.
La situación que vive Venezuela no solo es trágica, sino lastimosa. Tenemos un gobierno arbitrario, depredador y ruinoso que ha privado a la población de los medios indispensables de vida; y frente a esa calamidad una oposición dividida, confundida, confrontada por rivalidades, protagonismos y disputas irrelevantes; ausente de toda conexión con el sufrimiento de la gente, y carente de todo planteamiento de solución y salida a la terrible crisis que atormenta la existencia de los venezolanos.
La inmensa mayoría de los ciudadanos se muestran proclives a un cambio político, que abra las puertas a la recuperación del País en todos los órdenes; pero ese sentimiento y disposición colectiva no encuentra interlocutores, mensaje, motivación y organización capaz de agruparlos y darle viabilidad a la transición. En el horizonte inmediato de nuestra martirizada Venezuela aparece, dentro de los innumerables despropósitos del régimen, la aprobación de una nueva constitución, de texto clandestino, que sería sancionada por la espuria Asamblea Nacional Constituyente, y cuyo propósito pretende darle relevancia constitucional al Estado comunista, opresivo y hambreador, como el que de hecho se ha implantado en los últimos veinte años.
El gobierno está consciente de la precariedad de sus respaldos y de la imposibilidad de imponerse en el referéndum aprobatorio previsto no solo en la constitución vigente, sino en las bases comiciales que fundamentaron la fraudulenta ANC, de allí que pretende sacar provecho de la fractura, la dispersión y el desconcierto presente en los sectores opositores, jugando deliberadamente a que su abstención, desmovilización y división les permita hacer prevalecer su escuálida minoría.
El reagrupamiento en un solo bloque de gran amplitud y cobertura política y social, para defender la constitución de 1999, permitirá no solo asegurar una clara victoria, sino que sobre la derrota de un gobierno precario de apoyos y que solo logra sostenerse a duras penas por la fuerza, impulsaría una transición democrática que abra las puertas a la reconstrucción económica, social, institucional y moral de la Nación, contando con una sólida base de apoyo que la haga viable.
Defender la Constitución y derrotar al gobierno deben ser los propósitos y objetivos que activen y canalicen la inconformidad ciudadana y que permitan superar la dispersión, el desánimo y desconcierto que hoy le permiten al régimen sostenerse sobre las ruinas de Venezuela. Una unidad amplia y sólida, una estrategia inteligente, un mensaje esperanzador y una organización efectiva son los fundamentos que permitirán articular y movilizar a los venezolanos para conquistar el cambio, que de manera cada vez más imperiosa exige el pueblo venezolano.