Por Ramón Guillermo Aveledo
***El país colapsa pero el poder no. El grupito que manda se muestra totalmente indiferente a una crisis que no sufre. Se aferra al poder del que abusa sistemáticamente.
Nunca han dejado de hablar con los gobiernos extranjeros. Con ninguno, independientemente de lo que digan públicamente, y lo que comunican los voceros oficialistas es que ya no les preocupa la política y que su prioridad es la economía. Pero ni siquiera eso es verdad.
De la política es que se ocupan, pero con las formas perversas de la antipolítica. Con la persecución, la cárcel, la inhabilitación, el destierro. Las formas, sofisticadas unas, burdas otras, que buscan intimidar y silenciar, disminuir el ejercicio de las libertades y derechos.
La economía, la de verdad, no les interesa, salvo en su rostro político de debilitar toda vida independiente de la sociedad como vía eficaz para su sometimiento. La economía productiva no les importa. Lo que quieren es tener los recursos indispensables para que aquello que les interesa del aparato estatal siga operando en su provecho y para alimentar el monstruo insaciable de la corrupción que hace rato pasó de lubricante a combustible de un sistema cada día más perverso.
Nunca seré partidario de una política que renuncie al uso de alguno de los medios de lucha legítimos, sea opinión, tribuna parlamentaria, voto, protesta, acción internacional o negociación política, pero en este momento no creo que el gobierno quiera de un diálogo otra cosa que plata y alivio en las sanciones personales, sin olvidar su propósito constante de ahondar las divisiones opositoras. Ni siquiera es ganar tiempo, porque más bien lo pierden cuando se les aproxima la raya roja de enero.
Para que ese y cualquier otro medio político lícito de resultados, como el país pide con angustia, la sociedad democrática venezolana que es abrumadoramente mayoritaria, debe dar señales de vitalidad y de viabilidad. Los políticos, hoy golpeados y dispersos, reagruparse en torno a objetivos comunes. Las universidades, criminalmente asfixiadas, sería incomprensible que se aislaran. Los empresarios de todos los sectores que se mueven para apenas mantenerse a flote. Los sectores medios exhaustos. Los trabajadores organizados que son quienes más señales de acción están dando. No puede decir nadie que está haciendo lo suficiente. Y nadie se basta por sí solo. El no rotundo al proyecto constitucional ilegítimo y secreto es una oportunidad movilizadora real que no se debe desaprovechar.
La desnutrición y la enfermedad que no encuentra cura. La emigración masiva que separa las familias. Los negocios cerrados o agonizantes. La producción petrolera decadente. Las fallas cada vez mayores en los servicios de agua y electricidad. Nada de eso es problema para el poder. Son los síntomas del desastre creado desde arriba. Los datos de la realidad que hay que cambiar.