Por Alfredo Michelena
***No se puede liberar a Venezuela, Cuba y Nicaragua atacando el asunto parceladamente. Debe haber una política antimafiosa, antidictadura y anticomunista continental.
Cuando Chávez se deslastró de su ala moderada y democrática, que encabezaba Miquelena, cayó en los brazos de su nuevo padre putativo, el perverso Fidel Castro. Fidel vio allí la oportunidad de su vida. Ya no podía solo seguir viviendo de los otros -valor clave del socialismo- sino expandir su influencia en el continente. Inteligente el hombre logró apropiarse de los reales petroleros de los venezolanos para liderar una revolución que a todas luces ha sido una de las mayores involuciones del siglo XXI para nosotros y del siglo XX para los cubanos.
Lo cierto es que con ese dinero mejoró en algo el sufrimiento de los cubanos. Pero con sus aires de grandeza cobijó a Chávez bajo su ala y lo convenció de que tenía que expandir su revolución bolivariana por el mundo. Y así partieron los dos y fueron agregando acólitos. Miento, antes que Chávez estaba Lula quien le ofrecía a Fidel las riquezas del “maior país do mundo”. Lo que pasa es que Chávez llegó primero al poder y se forró de dólares. Bueno se unieron los tres, y con ellos llegaron los Kirchner, Evo Morales, Correa, el cura Lugo y Ortega, sin olvidar a la Bachelett. Todos ellos con la ayuda de los petrodólares venezolanos, antes y después de llegar al poder. Todos ellos, sus gobiernos y partidos articulados a través del Foro de San Pablo.
El reinado fue efímero. La providencia no permitió que el finado Chávez viera como se derrumbaba ese castillo de naipes llamado socialismo del siglo XXI y sus creaciones regionales como UNASUR, Petrocaribe o la ALBA. A la catástrofe económica de Venezuela, producto del empeño de acabar con la “burguesía” criolla y su aparato productivo, así como la dilapidación del ingreso petrolero y la corrupción, se le unió la caída de los precios de las materias primas y con ellas la del petróleo. Entonces el tinglado no aguantó una soplada del lobo de los tres cochinitos. Para 2016 la comandita de partidos y próceres izquierdistas que mandaban en la región había colapsado. Primero se fue Lugo, siguieron los Kirchners, después Dilma Rousseff, la Bachelett y Correa. Solo quedan en pie los regímenes de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia.
Pero mientras esta alianza se mantuvo en el poder, pocos entendieron que esta urdimbre de organizaciones políticas e incluso ONG, partidos, y gobiernos se había instalado en Latinoamérica y que para salir de ellos, de ese comunismo con rostro de socialismo bonachón, que se convirtió en promotor de estados mafiosos, justificador de las violaciones de derechos humanos y cancerberos de las democracias, se requiere una política global, conjunta y combinada.
No se puede liberar a Venezuela, a Cuba y a Nicaragua atacando el asunto parceladamente. Debe haber una política antimafiosa, antidictadura y anticomunista continental. Esto no lo entendió ni Bush, quien se retiró de la escena latinoamericana creando un vacío propicio para que rusos, chinos e iraníes, entre otros, se metieran en el continente. Ni Obama, quien optó por entregar a Venezuela para acercarse a Cuba y facilitar la inserción política de las FARC.
La buena noticia es que esto lo ha entendido la administración Trump. Y el problema se comienza a atacar de forma conjunta. Esto ya lo habían asomado Pompeo y Haley, pero ahora se está concretando con la constitución del nuevo equipo, con el nombramiento de Kimberly Breier como secretaria de Estado Adjunta para el Hemisferio Occidental y en el Consejo de Seguridad Nacional, Mauricio Claver-Carone, de origen cubano, también encargado del Hemisferio Occidental.
Ya Trump está claro en el involucramiento de Cuba en Venezuela, lo dijo en la ONU. Así como que es un hecho que Maduro no se puede mantener sin el apoyo de Cuba. Y muy pronto podrían venir más sanciones contra la isla, por su rol en el mantenimiento del régimen venezolano.
Almagro, recientemente, denunció que 22.000 cubanos castristas desempeñan “… importantes posiciones en varias de las agencias del gobierno de Venezuela, y en especial en los servicios de inteligencia”.
Pero además está la injerencia de China y Rusia que apoyan a estos regímenes. Por esto en la visita de John Bolton, consejero de Seguridad Nacional de EE.UU., a Rusia el tema de “ Nicaragua, Cuba y Venezuela” está presente como comentaba un alto funcionario estadounidense a la prensa, quien agregaba “No vamos a hacer avances en este continente mientras Rusia siga trabajando con regímenes como esos tres”. A lo que podríamos agregar a China que por ahora solo es vista como un problema económico y se habla, como dijo Pampeo de que “China donde ha invertido y ha dejado a los países en una situación peor y esto jamás debería ocurrir».
Venezuela comienza a jugar en el tablero de las ligas mayores en un mundo que cada día tiende a reconstruirse en nuevos bloques políticos de influencia ( ¿o son los mismos de antes?) y en ellos este triángulo está siendo visto como clave por las grandes potencias.