Por Alberto D. Prieto
-Oriol, yo te digo que sí.
-Pero, ¿con qué autoridad, Pablo? Yo ya no me fío…
-La única posibilidad que tenéis es que siga en pie el Gobierno de Pedro, coño.
-Pero no puede ser gratis, collons, que llevamos un año a la sombra.
Ya no hay cassettes, las cintas no se rebobinan ni hace falta un aparato con botones para que pasados los años alguien distraiga un pedazo de plástico con vinilo enrollado en su interior y lo filtre. Hay sistemas modernísimos e indetectables, como lo eran hace una década los micrófonos microscópicos escondidos en centros de mesa, las microcámaras alojadas en un hueco de la pared. Todas ellas guardaron registros que son la actualidad de hoy.
En España pasa que los escándalos saltan con retraso, cuando hacen más daño a la reputación que a la verdad, ya pasada. Y ocurre algo más: hay una tradición arraigada de que las vergüenzas salten en reciprocidad. Como siempre hay un dossier guardado en un cajón, nunca se da que alguien cae solo. ¿Hay un máster? Aparece una tesis. ¿Se desvela un desfalco? Surge una licencia irregular. Y así.
-Tú dile a los tuyos que apoyen los Presupuestos. El proceso está en marcha…
-Sí, como nuestro ‘procés’. Que no, Pablo, que tienen que mojarse.
-¡Es imposible! Bastante están haciendo ya, Oriol, joder, que son los mismos que apoyaron el 155 de Mariano…
-Pues eso, ¿cómo nos vamos a fiar?
¿Qué es lo que provoca el ventilador en marcha? Que la basura original y la que salta en réplica se mezclen como la nieve artificial y la de verdad en las montañas tras la primera precipitación: una vez puestos en marcha los cañones de mierda no hay quien distinga cuál es cuál, la que prevalecerá, ésa que un día hará caer ya no al político, sino su reputación.
Mariano Rajoy no fue derribado cuando estalló el caso Gürtel de la financiación ilegal del PP. Ni siquiera cuando Pedro J. publicó sus ‘Cinco horas con Bárcenas’ y los SMS del «sé fuerte, Luis, hacemos lo que podemos»… aunque dijera «mañana te llamo», nunca lo llamó ni se tambaleó su puesto en la Moncloa. Cayó con la sentencia, pasados muchos años.
Es más, la reputación que quedó en entredicho con todo aquello no debió haber sido la suya por haber mirado a otro lado, que también, sino la de su predecesor, José María Aznar, en cuya época se practicaron todos esos desmanes. Las consecuencias fueron en 2018, el caso estalló en 2009 y todo había ocurrido con el inicio del siglo.
-Yo te digo que van a tener un gesto… qué sé yo, la Abogacía del Estado depende de ellos directamente. Yo creo que va a ir por ahí.
-Eso y nada…
-Es el primer paso. ¿Cómo se sostendrá después que la Fiscalía siga con lo de la rebelión? Si los abogados del Estado dicen lo mismo que Bélgica y Alemania… Será largo, pero es la oportunidad, Oriol. Hazme caso. Porque si vuelve el PP con Ciudadanos…
Ahora están saliendo a la luz las cintas grabadas hace una década por el excomisario de Policía José Villarejo, quien está hoy en la cárcel por corrupto -y sobre todo porque dejó de ser inmune precisamente por haber hecho aquello que él creía que lo mantenía a salvo: pisar todos los charcos y pringarlos a todos-. Como se salpicó a la ministra socialista Dolores Delgado, al cabo de un mes la pringue ha llegado a la exministra popular Dolores de Cospedal.
En unos años, ¿qué será lo que quede de todo esto? A saber, pero ambas habrán dejado la política seguramente. Y si hay un juicio será largo: la sentencia, sea la que sea, sólo les hará sufrir el descrédito de los vecinos, un poco de vergüenza familiar. Serán los daños colaterales a quien gobierne entonces los que importen…
También Felipe González dejó que se montara en sus bajos fondos gubernamentales un grupo de terrorismo de Estado para secuestrar y matar etarras, pagarlos con la misma moneda. Esos GAL actuaron a inicios de los 80, no se pudo publicar con pruebas y testimonios hasta una década después y no dieron con sus huesos en la cárcel (algunos de) los culpables hasta pasado otro lustro.
-¿Y los jueces? ¿Quién controla a los jueces? En el Supremo nos tienen ganas, Pablo. ¡Mira que hemos reventado el sistema!
-Las presiones van a venir de toda Europa, Oriol. No se va a sostener que siga habiendo algo como unos presos políticos en el cuarto país de Europa, joder…
-Pero nadie nos ha echado un cable, sólo tenemos de nuestro lado a los más fachas de Flandes, Italia y Eslovenia, hosti tú. Tampoco es un gran soport…
-Tú dame lo que te pido, dame esos Presupuestos, que yo me encargo de desgastar a Pedro, la gente va a ver que éste es el camino, daros voz, que votéis en libertad…
Puede que dentro de unos años alguien acceda a una grabación como ésta. O puede que no. Quizá sea más fácil que haya quedado registro grabado de la conversación telefónica entre Carles Puigdemont y Pablo Iglesias que de la cita en la cárcel, dos días antes, con Oriol Junqueras.
Y es muy posible que mi fábula sea demasiado burda. Uno se imagina a los políticos hablando en términos mucho más técnicos y trascendentales. Pero qué quieren, yo sólo soy un humilde periodista.
Lo que sí me temo es que para cuando estalle el escándalo, si lo hace, no se limite a que Pedro Sánchez mandó a su socio de Podemos a la cárcel catalana de Lledoners para regatear unos apoyos a cambio de unos indultos. Sino que aparezca una filtración de las actas que alguien seguro levantó de las reuniones entre Soraya Sáenz de Santamaría, número dos de Rajoy, y los dirigentes separatistas durante los meses en los que estuvo en vigor la intervención de la autonomía catalana. O de los meses previos, cuando es fácil elucubrar que se ofrecieron pasteleos, arreglos y mandangas de todo pelaje para detener al monstruo desbocado en que se había convertido el ‘procés’.
Y entonces, cuando hayan pasado esos muchos años, será como siempre, lo del «y tú más». Como cuando el PP acusa hoy al PSOE de traicionar a las víctimas de ETA y los socialistas le recuerdan a los populares que el único que llamó a ETA «movimiento de liberación vasco» fue Aznar…
Y sólo pasados otros muchos años más, el pueblo le hará pagar a uno de ellos la traición, el descrédito, el trilerismo. Los cambalaches con las leyes, el Estado y eso en lo que creemos. Aunque creamos porque no nos queda más remedio, para confirmar que eso -la Constitución, el sistema, lo escrito en letras de otro- sólo vale de papel higiénico, el que limpia la mierda.
Alberto D. Prieto es Jefe de Sección de EL ESPAÑOL