Teodoro Petkoff narró la lucha armada (Texto inédito, grabado y guardado)

Por Elizabeth Burgos.

Una de esas noches caraqueñas, creo que a finales de 1963, porque me parece recordar el fresco de la brisa del atardecer que anuncia la víspera de la Navidad, Oswaldo Barreto llegó al pequeño apartamento que compartía con Régis Debray, mi compañero en aquella época. Oswaldo llegó acompañado con un hombre que enseguida reconocí. Era el mismo de las fotografías que habían publicado en las primeras páginas de los diarios, anunciando su huida espectacular desde el septimo piso de un hospital. Desde entonces, pese a los desplazamientos que me llevaron a otros derroteros – La Habana, Bolivia, Francia – y a los multiples trayectos que nos llevó a recorrer esa densa historia, la relación con Teodoro nunca se interrumpió.

Nuestros encuentros a veces se daban en Caracas, otras veces en París. Fue en uno de mis viajes a Caracas que decidí grabar varias de nuestras conversaciones con la idea de recoger de viva voz la opinión de quien había sido uno de los mayores protagonistas de esa historia singular que desencadenó la toma del poder en Cuba por Fidel Castro. Desde entonces, América Latina ha vivido un forcejeo, entre democracia y totalitarismo; entre sociedad civil y sociedad bajo el poder militar. La primera entrevista tuvo lugar el 3 de febrero de 1998 en su despacho de ministro de Cordiplan; la segunda el 25 de agosto de 1999, al comienzo de la era chavista.

Publico extractos de esas largas conversaciones, dejando que se escuche la voz de Teodoro. Mi manera de proceder fue la de dejar que el recuerdo fluyera, a la manera de la asociación libre, evitando hacerle preguntas, salvo cuando se hacía necesario.

Las palabras de Teodoro tal vez ayuden a comprender las razones de las posiciones que tomó en diversos momentos del periodo chavista, aunque no se refiera a ello. La primera grabación la realicé antes del comienzo de la era chavista y la segunda, cuando apenas comenzaba. Sin embargo, se puede percibir las razones de las tomas de posición que adptó a lo largo de los años en que se mantuvo en la oposición al régimen chavista.

Además de la narración de los hechos, las entrevistas muestran datos de suma importancia, como la singularidad de la relación de la izquierda radical con las fuerzas armadas regulares. Dato que explica mucho de lo que está sucediendo hoy en el país. Existen complicidades que trascienden las relaciones políticas clásicas. Es una de las singularidades del conflicto venezolano, hecho inexistente en el resto del continente en donde también se vivió la experiencia de la lucha armada. Guerrilleros y militares son enemigos.

Es muy difícil se comparta las experiencia que otros han vivido en tiempos y contextos diferentes. Pero sí debería ser posible que conocer las vivencias de Teodoro en relacón a la lucha armada, puedan esclarecer las razones de algunas decisiones que él tomó en el transcurso de la era chavista que para algunos suelen parecer incomprensibles o injustificadas. Tratándose de un pensador del hecho político, cuyo rigor y la percepción de la realidad fue el credo al que le fue más fiel, y por la importancia que ha tenido su protagonismo en la política venezolana, conviene escucharlo. Sus palabras explican el por qué desde que optó fervientemente por la democracia, siempre actuó en consecuencia, y sobre todo, evitar a toda costa la opción de la violencia. El sabía lo que significa una derrota y la pérdida de vidas. El sacrificio de los jóvenes que estaban llamados a ser el relevo de la generación que llegó al poder en 1959, es la causa de la situación que hoy se vive.

P – ¿Qué factores privaron en la declaración de lucha armada contra un gobierno democrático recién electo por la mayoría electoral ?

TP –   En la decisión de declarar la lucha armada, creo que privaron muchos factores; por doloroso que sea decirlo, en verdad creo que los factores de tipo emocional privaron mucho. El tremendo impacto de la revolución cubana sobre la izquierda venezolana que para la época era el PC, y, lo que, dentro de AD, terminó siendo después el MIR. Creo que de un modo, aquello creó un velo entre nosotros y la percepción de la realidad. Nuestra percepción de la realidad fue totalmente refractada, vamos a decir así, por el impacto emocional de la Revolución cubana.

-Yo no puedo explicarme ese fenómeno de otra manera, porque después, incluso pocos años después, cualquiera se daba cuenta de que partimos de errores conceptualmente casi infantiles; creo que ese elemento es muy grande.

-Los comunistas venezolanos veníamos de vivir la experiencia estimulante del derrocamiento de Pérez Jiménez en la cual el partido había desempeñado un rol estelar. El partido fue el pivote del agrupamiento político gracias al cual se desarrolló el movimiento popular, y, luego, durante el propio año 1958, el partido conoció un crecimiento muy grande, en la capital, en Caracas, en donde, en las elecciones de diciembre de 1958, obtuvo el 17% de los votos; la segunda votación más alta de Caracas, aunque nacionalmente obtuvo el 6%. Pero en todo caso, el PCV, cuando termina el año 1958, tiene un protagonismo muy grande, nacionalmente hablando.

– Con toda la gloria de la lucha clandestina, luego su rol en el derrocamiento de Pérez Jiménez, y el resultado electoral en la capital, que fue muy estimulante para los comunistas.

-Cuando el 1º de enero cae Batista y entra Fidel a La Habana, se produce el desenlace cubano, y en los meses que siguen – claro todo el romanticismo de aquellas imágenes tan bellas de los barbudos entrando a La Habana,- nos dan la percepción de que estábamos frente a un fenómeno que no era el mismo de siempre. Aquello desde luego a los jóvenes nos dejó una impresión deslumbrante. Aquí en Venezuela, además, había ganado las elecciones AD. Para quienes veníamos de la cultura de izquierda, y de años de confrontación con AD – esto es otra historia. (Uno de los más graves errores de la izquierda es no haber entendido lo que era AD; pero ese análisis nos llevaría muy lejos). En todo caso era una izquierda antiadeca; el PC tenía una cultura profundamente antiadeca, había ganado Betancourt, el ambiente en que se percibe con el fenómeno cubano es el de una frustración. La de unos comunistas que contribuyeron tanto al derrocamiento de Pérez Jiménez, cuya óptica era que había venido alguien que los había estafado ganando las elecciones, con todo los estereotipos con que acompañábamos a AD: Betancourt agente del imperialismo, todas aquellas estupideces… francamente. Entonces desde luego el fenómeno cubano nos produjo una enorme impresión.

-Que lo haya producido en nosotros que éramos los muchachos de la época no tiene por qué llamar la atención. El punto es que produjo la misma impresión en el conjunto del partido y buena parte de la vida venezolana; aunque eso después haya decantado y se haya quedado localizado en la izquierda. Naturalmente en nosotros prendió con muchísima facilidad la idea de que todo era irse a la montaña y bajar a los pocos meses y amarrar los caballos, como decíamos entonces, en las rejas de Miraflores.

– El fenómeno comenzó a desarrollarse de ese modo; quiero explicar con esto cómo llegamos a la lucha armada.

-El periodo hubiera sido de todas maneras de confrontación, pero de confrontación democrática con el gobierno de Betancourt. En fin de cuentas Betancourt llega al gobierno en medio de una situación económica difícil, se ve obligado a implantar un programa de ajuste, duro, socialmente hablando el país estaba muy movido; sobre todo en el centro del país. AD había perdido las elecciones en todas las ciudades, el PC tenía una fuerte implantación en el centro; Valencia, Maracay etc. y desde luego, de no haber mediado el fenómeno cubano hubiera sido un periodo de confrontación dura entre el gobierno y los comunistas, pero dentro de un marco democrático.

-Pero claro el fenómeno cubano fue una distorsión, y creo que en ambos bandos. De un lado, en nosotros, por supuesto, la confrontación con AD, por lo menos en la parte más joven de la dirigencia comunista, fue vista como la preparación de la decisión final: irse a la montaña, optar por la lucha armada. Pero en AD también la óptica de Betancourt, su anticomunismo lo llevaba a darle a esa confrontación un sesgo ideológico muy marcado; de modo que allí se juntaron el hambre con las ganas de comer. Betancourt, cuya política era la de terminar de lograr la confianza de los factores de poder que tanto desconfiaban de él, que en 1948 habían conformado el frente que echó a AD del poder; sectores de la burguesía venezolana, de la Iglesia, las Fuerzas Armadas, desde luego, para Betancourt la coyuntura le favoreció. Un levantamiento comunista, o un Partido Comunista en una oposición muy dura era lo que le permitía a Betancourt hacer claramente visible su condición de baluarte anticomunista en el continente; no olvidemos que se estaba dando en el contexto de la guerra fría.

-Tal vez el argumento que pudo haber pensado y hasta haberlo expresado en alguna ocasión a los factores de poder: o yo o el comunismo. Sobre todo teniendo en cuenta lo que estaba pasando en Cuba. El choque con los comunistas se lo planteó de manera muy dura; para él fue una necesidad. Juan Bosch dijo en una ocasión: “Si no hubiera habido PC en Venezuela, Betancourt lo hubiera inventado”; le ayudaba a marcar la diferencia, a hacer visible la condición de centro-izquierda democrática; de una Acción Democrática todavía vista con sospecha, por lo que pudiéramos llamar por comodidad, la derecha venezolana.

-AD vuelve al gobierno con una consigna electoral que te dice lo que era el país entonces: Contra el miedo vota blanco; esa era la consigna electoral de AD; los factores que habían preparado el golpe del 24 de noviembre estaban vivitos y coleando, y AD era vista con mucha desconfianza. Quizá el gran talento de Betancourt fue el de haber contribuido a conformar el Pacto de Punto Fijo y aquel pacto social, casi explícito, que se dio entre las fuerzas políticas y AD en particular, y la burguesía venezolana: democracia política y desarrollo del capitalismo venezolano.

-El Pacto de Punto Fijo fue hecho también con el deliberado propósito de excluir a los comunistas. Por supuesto, los comunistas excluidos, encontraron en eso una coartada para denunciar el Pacto de Punto Fijo, caracterizándolo como una “componenda de las clases dominantes que pretendían ahogar el espíritu del 23 de Enero y el gran auge popular de entonces”. De modo que todo aquello fue conformando un proceso en el cual distintos elementos se fueron mezclando unos con otros, pero yo creo todos ellos servían de apoyatura a lo que era una intención que prendió en los cuadros más jóvenes del PC y en una parte muy importante de su dirigencia, de ir a lucha armada. Esa fue una voluntad que en nosotros se desarrolló; la idea de que la experiencia cubana era repetible, y era repetible en cortísimo plazo. Pues bien, no hemos sido nosotros los únicos en haber padecido de esa distorsión óptica. Después de la Revolución bolchevique en Europa Central, en Alemania, se produjeron movimientos que partían de la base que la experiencia bolchevique era repetible. La diferencia grande, es que los PC de América Latina, probablemente por dos cosas: por mayor madurez, y también porque los PC eran movimientos en los cuales los largos años de estalinismo y de adecuación a la política soviética habían asfixiado el espíritu revolucionario.

-Comparada con otros PC de América Latina, en el de Venezuela sí se puede decir que la influencia soviética era más reducida; de hecho uno puede verlo a la luz de cosas como ésta: Gustavo Machado creo que volvió a la URSS después de 1925 solamente en los sesenta. Jesús Faría hasta los sesenta no había ido nunca a la URSS. La relación entre el partido venezolano y la URSS no era la de los tiempos de la Komintern; nunca sentí que en PC hubiera una particular preocupación por lo que pensaban los soviéticos, o solicitar su nihil obstat. Desde luego, entre los dirigentes comunistas el que tenía una mayor conducta marcada por el vínculo con la URSS, era Jesús Faría, pero no diría nunca que Faría actuó aquí como un “agente”.

– La URSS tuvo una actitud ambigua hacia la lucha armada; era obvio que no estaba de acuerdo con el proceso en general. Al comienzo probablemente, por el efecto, probablemente, que produjo Cuba en la propia URSS, el romanticismo del hecho revolucionario cubano, pero yo diría que la URSS, políticamente no estaba de acuerdo. Y esto es interesante, el PCV, a pesar de ese desacuerdo, no actuaba según lo que parecía ser la política soviética, sino en estrecha asociación con los cubanos. Pero al mismo tiempo los soviéticos, como aquel personaje de la mitología griega Nexos cuya túnica no se podía quitar, la URSS no se podía quitar tampoco de encima el aura de ser la cuna de la revolución; claro la URSS tenía que “guapear”, y hacer suyo un proceso, respaldarlo políticamente, en fin asumirlo, de alguna manera. Fue una política excepcional; seguramente a los soviéticos no les resultaba fácil excomulgar a una gente que hablaba en nombre de la revolución socialista; de modo que su actitud fue ambigua; era evidente que no compartían la política, ni la cubana ni la de los comunistas venezolanos, pero al mismo tiempo estaban obligados a tolerarla porque toda aquella política era hecha en nombre de la revolución socialista.

-Todos los procesos revolucionarios de esta clase, si se examina el proceso cubano, se encontrará que los escenarios de la lucha eran distintos. Estaba la montaña, y estaba el llano; entre nosotros también. El enorme peso de la urbanización hacía que al comienzo la lucha armada tuviera como escenario principalísimo las ciudades; y nunca dejó la ciudad de ser un escenario muy importante. La guerrilla rural fue una especie de transplante de la experiencia cubana, incluso sin tener en cuenta algunos aspectos sociológicos elementales. El campo en Venezuela no era lo que era el campo en Cuba; el peso del campesinado en Venezuela era bastante menor, el país se había urbanizado; más de la mitad de la población vivía en la ciudad – no recuerdo para la época cuál era el porcentaje – por otro lado, no olvidemos nunca el error de partida; ese alzamiento se produce contra un gobierno democrático; además una democracia que se está entrenando, que no era la democracia desgastada después de cuarenta años que tenemos ahora; era el juguete nuevo para los venezolanos. Los venezolanos no podían entender por qué diablos se estaba produciendo aquel alzamiento contra un gobierno en donde las libertades democráticas convencionales estaban plenamente establecidas. Incluso, los campesinos venezolanos, difícilmente podían entender por qué había que apoyar un proceso revolucionario cuando de manera pacífica, y con todos sus tropiezos y distorsiones, estaba avanzando simultáneamente un proceso de reforma agraria. Más bien uno tiene que maravillarse de cómo una cierta circunstancia política, la confrontación con AD en la Venezuela urbana central que no votó por AD, que no aceptó el triunfo de AD, sirvió de apoyatura para un proceso que al fin de cuentas duró, más o menos intensamente, siete u ocho años; porque las condiciones políticas eran totalmente adversas para que pudiera prender un movimiento armado en Venezuela; pero prendió y se desarrolló con un punto muy fuerte en las ciudades, en particular en Caracas y en el centro, y eso hacía que se diera de manera natural una cierta combinación de formas de lucha.

-La guerrilla fue un transplante a las montañas, bastante artificial al comienzo, aunque en las zonas en donde se implantaron focos guerrilleros lograron prender en cierta zona del campesinado, muy pequeña desde luego, muy local, por lo menos toleró la presencia de los guerrilleros, pero al mismo tiempo tienes que hasta 1964, la ciudad es el centro de la lucha armada.

-Y desde luego, como en las Fuerzas Armadas se había desarrollado también al calor del proceso insurreccional que tumbó a Pérez Jiménez, las mismas frustraciones que una parte del país vive con el triunfo de AD; en las Fuerzas Armadas, en donde la desconfianza frente AD era muy grande, los mismos militares, vamos a llamarlos de derecha, que adversaban a AD, derivan hacia una postura, vamos a llamarla, de izquierda y alimentan las dos famosas insurrecciones militares de la década de los sesenta: la de Carúpano y la de Puerto Cabello. El país descubre un poco asombrado que en el seno de las Fuerzas Armadas de pronto hay un grupo, relativamente numeroso de oficiales, incluyendo a altos oficiales, colocados sobre las posturas de la izquierda.

-La idea de que la lucha armada fracasó en Venezuela porque se cometieron errores militares, sigue siendo una óptica militarista. Es posible que si no se hubieran cometido errores militares a lo mejor habría habido algunos éxitos; pero el éxito en singular era imposible, porque el punto de partida era políticamente equivocado. Incluso si uno recuerda el librito famoso del Che “La Guerra de guerrilla” – parece que en las ediciones posteriores esa parte fue eliminada – el Che mismo tuvo la lucidez de percibir y lo escribió en su manual, que en el país en donde hubiera una forma de democracia, incluso corrupta, no recuerdo cómo lo dijo, en donde hubiera cualquier forma de elecciones, era imposible hacer prender un foco guerrillero. Pero en el caso venezolano era más que evidente; más que evidente que el levantamiento se produce contra un gobierno que ha ganado unas elecciones, limpísimas.

-Yo me doy cuenta de ese error entre 1965 y 1966, cuando comenzamos la reflexión – cuando nos fugamos en 1967, pero ya antes de fugarnos ya se había producido aquel debate en la dirección del PC, en la cual los que estábamos presos participamos muy activamente -, que nos llevó a plantear lo que se conoció como el repliegue.

-Yo tenía relaciones con Luben por carta; nos escribíamos mucho. De hecho el Ejército entró a un campamento guerrillero le tomó el morral en donde estaban algunas de las cartas mías, que fueron después publicadas por el gobierno.

-Por supuesto que yo nunca rompí mi relación con Luben, y discutía mucho con él; mi opinión era que lo que estaban haciendo estaba equivocado, que estaba tan condenado al fracaso como había estado condenado al fracaso el movimiento que iniciamos en 1959, pero que el de ellos se hacía en una condición políticamente aún más adversa.

-Quizá el gran talento de Betancourt fue el de haber contribuido a conformar el Pacto de Punto Fijo y aquel pacto social, casi explícito, que se dio entre las fuerzas políticas y AD en particular, y la burguesía venezolana: democracia política y desarrollo del capitalismo venezolano.

P – En momentos de la ruptura, se supo en La Habana de una carta dirigida a Fidel Castro de parte tuya, explicando las razones del repliegue. La carta por supuesto, cayó muy mal, y la respuesta de Castro, la hizo pública en un discurso en el que acusa al PCV de ser agente del imperio. Por otra parte, por el lado de los militantes y combatientes de la época, también se critica la forma gradual cómo se le informó a la militancia el cese de la lucha armada que trajo como consecuencia que un sector continuara con la idea de su continuidad.

TP – Hubo dos cartas relativas al repliegue: una la planteaba de manera abrupta, y la otra la planteaba de manera gradual. Cuando miro hacia atrás, pienso que los que lo planteamos de manera gradual teníamos razón. Si hubiera sido de una manera abrupta, el movimiento que liderizó Douglas Bravo, que llegó a tener importancia, arrancó una parte importante del aparato militar del PC, habría tenido una extensión muchísimo mayor; la gradualidad permitió el debate; permitió ganar políticamente la batalla en el PC para ponerle fin a un proceso que para nosotros estaba ya visiblemente marcado por la derrota.

-Una vez que se produce la escisión de Douglas, los cubanos lo asumen, lo apoyan, y por supuesto hay una polémica muy fuerte entre el PCV y Cuba. Pero, rápidamente, los cubanos se desilusionaron de Douglas, porque nuevamente la realidad comenzó disipar las ilusiones. La visión del douglismo, en donde estaba mi hermano Luben también, y la visión cubana, era que lo único que había que hacer era poner un foco y “echarle bolas”. Pero cuando la realidad política comienza a ser visible que todo aquel esfuerzo, todo aquel heroísmo, toda aquella entrega no llevaban a ninguna parte, pues dentro del propio movimiento de las FAL comienza a producirse el debate, la discusión, aquello fue decayendo poco a poco. 

P – ¿Cómo se decidió la participación de un grupo de venezolanos, miembros de la juventud comunista, en una operación de desembarco en República Dominicana para derrocar al dictador Trujillo, operación en la que ninguno salió con vida ?

TP -Yo no sé si aquello respondió a un acuerdo entre el partido y los cubanos. Aquella mezcolanza que había, aquí se supo que los cubanos iban a mandar a una gente para Santa Domingo, que si Chapita, que no sé cuanto……. Tu sabes como era eso. Yo no era miembro de la dirección del partido en esa época; yo no sé si eso fue acordado con los cubanos; alguna forma de acuerdo tiene que haber habido, porque se hizo una selección y se mandaron doce militantes comunistas a Cuba: tiene que haber acordado algo de dirección a dirección porque la gente fue seleccionada aquí.

-Yo sé que un día Luben me dijo: “Me voy para Santo Domingo”; yo le dije: “Tu no vas para Santo Domingo; eso es un disparate lo que van a hacer allí: de ahí no va a salir nadie vivo”. Como teníamos una relación muy estrecha, muy afectuosa terminó haciéndome caso: afortunadamente, porque no salió nadie vivo; el único fue Gastón Carvallo porque le dio una hepatitis y no pudo ir.

P-Te diste cuenta que aquello era una locura, pero en relación a Venezuela fuiste menos precavido.

TP – Claro exactamente; en Venezuela no. Además mi argumento lo recuerdo perfectamente fue:

“Santo domingo es una dictadura perfectamente establecida, con un aparato represivo bien organizado; no es Batista. En Cuba había una lucha popular; la guerrilla no llegó en el vacío. Había un proceso de insurrección urbano, básicamente. Cuando Fidel llega a la montaña engrana con un pueblo que está en lucha. En Santo domingo no hay nada. Ustedes van a llegar allí como un cuerpo extraño; a esa gente la van a matar toda”. Ese fue mi argumento.

-En Venezuela actuó otra mitología. ¡Claro! Como Caracas era una ciudad roja -la llamábamos Caracas la roja -, aquí el partido había sacado el 17% por votos; era muy antiadeca, entre el PC y URD éramos más de la mitad de la votación de Caracas. Era una ciudad movilizada contra Acción Democrática; entonces nosotros perdimos las perspectivas del país. Nosotros vivíamos en otro país; nosotros no vimos el país, vimos a Caracas, y, a partir de Caracas pensamos que había un auge revolucionario en Venezuela y que aquí lo que había era que alzarse.

P – Según Douglas Bravo y García Ponce el fracaso de la lucha armada fue de orden técnico/militar. García Ponce opina que se fracasó porque no se le dio el énfasis a la insurrección civil-militar y Douglas porque el PC abandonó la guerrilla rural dándole todo su apoyo a la guerrilla urbana. Y Pompeyo Márquez, considera que el error radica en haber pedido elecciones en 1958, que eso fue demasiado precipitado. Que de hecho, las fuerzas políticas de izquierda se hicieron cómplices del deseo de Betancourt de llegar al poder inmediatamente. Y en Cuba se decía que el fracaso de la guerrilla en Venezuela se debía al hecho de que no había cubanos combatiendo aquí, y la otra razón era que no habían aceptado al Che, como razón del fracaso.

TP – Ellos nunca, antes de que Luben trajera a los cubanos, nos plantearon traer cubanos para acá cuando comenzó la lucha armada. La primera vez que a nosotros se nos planteó la venida de cubanos fue cuando lo del Che; a nosotros, como partido comunista, porque después que Douglas y Luben se separaron del partido, ellos sí trajeron cubanos y tu sabes en qué terminó eso, que así como vinieron los tuvieron que volver a sacar toditos. Menos por supuesto los que cayeron presos, otro que se murió porque lo picó una culebra. En ese grupo estaba Ochoa, por cierto, con quien Luben estableció una amistad hasta el último día. Ese extranjero al que se refería Fidel en el discurso que Ochoa estuvo a punto de arrastrar…. ese era Luben.

-Lo del Che si fue cierto, yo tuve que ver con la decisión de no aceptarlo porque yo era miembro del Buró Político. ¡Ojo! A la cárcel nos llegó el planteamiento; nosotros estábamos presos. El Buró Político del Partido nos mandó a decir lo que los cubanos habían solicitado: – el Che venía del Congo; Fidel no hallaba qué hacer con él – que lo trajéramos a Venezuela porque era el movimiento armado que estaba en mejores condiciones. Y dando muestras de esa sensatez que siempre hubo en los comunistas venezolanos, se respondió que no. Que si querían que terminara de ser visto este movimiento como un movimiento extranjero, teledirigido desde La Habana. Que lo peor que se podía hacerse era meter al Che aquí. Que nosotros lo sentíamos mucho.

– Entonces la ocurrencia fue ir a meterlo a Bolivia.

– Pero así fue, nosotros desde la cárcel, cuatro miembros del Buró Político que estábamos allí, Gustavo, Pompeyo, el catire Guillermo, Freddy Muñoz y yo, contestamos unánimemente que NO.

-¡Es extraordinario el derroche de posibilidades ! Si contáramos la historia de este país en condicional, imagínate lo que hubiera podido ser el PCV, si se hubiera mantenido en la lucha democrática !