En la foto- Cortesía de VOAnews- el embajador Ernesto Araujo (d) quien será el próximo Canciller brasileño junto al presidente electo Jair Bolsanero (i).

El nuevo Brasil: antiglobalizador y prooccidental

En la foto- Cortesía de VOAnews- el embajador Ernesto Araujo (d) quien será el próximo Canciller brasileño junto al presidente electo Jair Bolsanero (i).

Por Alfredo Michelena.

Jair Bolsonaro ha sido llamado el Trump brasileño. Claro que se encuentran semejanzas entre estos dos mandatarios que han sido acusados de misógamos, racistas, homofóbicos y anticomunistas rabiosos, en fin de intolerantes, además de déspotas y neoliberales. Pero, ¿se parecen en cuanto a la política internacional?

El nuevo Canciller carioca

Para dirigir Itamaraty, es decir la cancillería del país más grande de Suramérica, luego de barajarse varios nombres incluyendo el de Luiz Philippe of Orléans-Braganza, descendiente directo de Pedro II el último emperador de Brasil, la decisión se decantó por el diplomático Ernesto Araujo (51), formado en Itamaraty y quien estaba encargado del Departamento para EE.UU., Canadá y Asuntos Interamericanos en esa institución. Araujo aunque ha prestado servicio en varios destinos como Canadá, EE.UU. y Alemania, nunca dirigió una embajada.

En su blog personal (Metapolítica 17), Araujo se define de la siguiente manera: “Tengo 28 años de servicio público y también soy escritor. Quiero ayudar a Brasil y al mundo a liberarse de la ideología globalista. Globalismo es la globalización económica que pasó a ser piloteada por el marxismo cultural”.

Esta autodescripción así como varias afirmaciones que ha hecho en su blog o en alguno de sus artículos, como el publicado en los Cuadernos de Política Exterior (2017) de Itamaraty: “Trump y el Occidente”, han causado alarma en algunos sectores que, según El País de España, lo han definido como “ un trumpista, partidario de la visión altamente nacionalista -y anti globalista- que el presidente de EE.UU. representa”. Pero también causó buena impresión en importantes partidarios del presidente electo, como fue el caso del periodista y ensayista Olavo de Carvalho, cercano a la familia Bolsonaro, quien pareciera haber sido su mecenas en su llegada al cargo de Canciller.

En el mencionado artículo, Araujo sustenta la tesis de que: «Trump propone una visión de Occidente no basada en el capitalismo y en la democracia liberal, sino en la recuperación del pasado simbólico, de la historia y de la cultura de las naciones occidentales. (…) En su centro no hay una doctrina económica y política, sino su anhelo por Dios, el Dios que actúa en la historia».

Dos son los principales conceptos o ideas fuerza que matizan la visión de Araujo, una visión que seguramente permeará la política internacional de Bolsanaro. Ellos son antiglobalismo y prooccidentalismo.

La antiglobalización marxista

Se ha definido a Araujo como opuesto a la globalización. Pero si uno mira con cuidado, él se opone al “globalismo” que define como ‘la globalización económica … piloteada por el marxismo cultural’. No hay que confundirse, pues para él desde Itamaraty, impulsará el incremento de los “negocios con todo el mundo sin consideraciones ideológicas», en la búsqueda de que Brasil «vuelva a brillar» en el mundo. Para él, lo grave es que la integración mundial de la economía esté liderada por el “marxismo cultural”.

El concepto de “marxismo cultural” es muy conflictivo, pues está ligado a la idea de que hay una conspiración cultural contra los valores fundamentales de Occidente. Muchos estudiosos de este tema buscan sus orígenes en la Escuela de Fráncfort de los años 1930 y en el concepto de hegemonía cultural de Antonio Gramschi. Para ellos, en el fondo, el capitalismo, producto de occidente, produce la dominación cultural de la burguesía sobre toda la sociedad, por lo que hay que promover una contracultura. El asunto sería que esa contracultura se ha convertido en una contracultura a la cultura occidental.

Ella sería promovida por el cosmopolitanismo de esos “ciudadanos globales” de los que habla Samuel Huntington, el de su famoso libro “Choque de civilizaciones”, que sería lo de una elite «desnacionalizada» cuyas «actitudes y comportamientos contrastan con «el patriotismo y la identificación nacionalista del resto del pueblo estadounidense». El futuro canciller habla del “hombre postmoderno” que “no tiene ancestros” ni “alma”, parte de un occidente postmoderno que “se niega a sí mismo, porque está psíquicamente enfermo”.

En últimas, no se opone sino que promueve la globalización de la economía, pero defendiendo los valores de la cultura occidental. Por esto Ernesto Araujo, se muestra defensor de Donald Trump, pues el estadounidense estaría salvando a la civilización occidental del «islamismo radical» y del «marxismo cultural globalista». Trump sería defensor de la «identidad nacional, los valores familiares y el cristianismo, algo que Europa no hace.»

La defensa de Occidente

Araujo se ubica dentro de la visión que desarrolló Huntington en el mencionado libro donde “ una civilización puede vencer y otra perder”. Para el futuro canciller, Occidente está “amenazado”, aunque hablar de esto, nos dice, es ser juzgado por “chauvinismo, racismo, xenofobia …”. Y nos advierte que en los círculos intelectuales no es aceptado “… hablar de una civilización Occidental, o utilizar el modelo de relaciones internacionales basado en la competición entre las diferentes civilizaciones, propuesta por Huntington”.

Para Araujo, Ooccidente es mucho más que “un grupo de países de Europa y América del Norte que comparte una alianza militar y una adhesión (que está prohibido cuestionar) a la economía”. Existe “una enorme masa de palabras y sentimientos, ideas y creencias formadas a lo largo de 25 o 30 siglos (unas 100 generaciones), a la que podemos llamar Occidente”. Pero esta “Civilización Occidental, entidad orgánica, viva, otrora pujante, hoy tiene serios síntomas de debilidad e incluso de demencia, dando la impresión de que, dejadas las cosas correr su curso natural, podrá desaparecer para siempre en pocos años”.

Haciendo una comparación con un juego de futbol, apunta que “Donald Trump es, hoy, el único estadista occidental que entiende el juego y está dispuesto a jugarlo, el único que percibe la urgencia de estos últimos segundos del último tiempo”. Es decir, la salvación de Occidente es algo perentorio. Y pide no confundirse con el Trump, desconexo, arbitrario y caótico. Y recuerda como el presidente Ronald Reagan, que no se graduó en prestigiosas universidades ni era sofisticado, logró derrotar al comunismo. Para él “Trump parece tener hoy una visión del mundo que sobrepasa en muchas leguas, en profundidad y extensión, las visiones de la elite hiperintelectualizada y cosmopolita que lo desprecia”.

Problemas en el horizonte

Lo crítico de esta posición es que una serie de logros sociales alcanzados en muchos países, relativos a las minorías, políticas, étnicas, raciales o de género puedan ser revertidas. En lo internacional, la aplicación de una política basada en la “competición entre las diferentes civilizaciones”, sería un giro 180º, pues hasta ahora – con la llegada de Trump- Occidente había desarrollado una política “cosmopolita”, que buscaba compartir e integrar valores, que en el fondo son los valores occidentales, como se puede apreciar en, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta expansión de valores occidentales puede verse comprometida con enfrentamientos “civilizatorios” más fuertes, que de paso ya son frecuentes en el ámbito internacional.

En todo caso Araujo no tiene todas las de ganar. Se critica mucho su alineamiento con la política internacional de Trump. Tomemos el ejemplo de las posturas frente a Israel y China. El anunciado movimiento de la embajada de Brasil a Jerusalén está siendo criticado pues se teme se cierren los mercados del mundo musulmán además de que esto pudieran suscitar ataques extremistas en Brasil. Se critica la posición anti China de Araujo pues pudiera reducir el acceso a los mercados y las inversiones de un país con el que Brasil tiene importantes relaciones comerciales.

También las posiciones sobre el tema del control climático son controversiales. Según el nuevo Canciller esto “fue usado para justificar el crecimiento del poder regulador de los estados sobre la economía y de las instituciones internacionales sobre los estados nacionales y sus poblaciones, un movimiento para sofocar el crecimiento económico en países capitalistas democráticos y para promover el crecimiento de China». Esta línea de argumentación podría resultar en la salida de Brasil del Acuerdo de París, lo que tendría, entre otras cosas, consecuencias sobre las relaciones comerciales con Europa.

Respecto a su política internacional, siendo Brasil un país donde las instituciones juegan un papel fundamental, no será tan fácil hacer un giro muy rápido y profundo en materia de política internacional. Además existen contradicciones entre el ala pro-Trump y el ala neoliberal del gobierno, como hemos señalado, que al final podrán definir hacia donde y con que intensidad se moverá Brasil en el mundo.

Lo cierto es que el ala militar carioca sí se está acercando mucho a la administración Trump y que Trump y el carioca han intercambiado frases de elogio.   Por ahora está prevista una visita del hijo de Bolsonaro, electo al congreso, a Washington a reunirse con John Bolton y posteriormente con el mismo inquilino de la Casa Blanca. Además, por segunda vez en este siglo, EE.UU. participa en una serie de ejercicios militares en América del Sur invitado por Brasil.