Por Fernando Luis Egaña
***No podrán escapar de la justicia. Hasta ahora lo venían logrando. Pero se les acaba la cuerda.
La justicia humana, sobre todo en relación a los delitos de corrupción, los llamados delitos “contra la cosa pública”, a veces tarda mucho, pero suele llegar, así sea “tuerta”… Se alega, y tiene mucho de cierto, que una justicia tardía no es una verdadera justicia. Pero es preferible la justicia tardía a la falta de justicia. Todo esto viene a cuento por la gran cantidad de casos de corrupción que se están ventilando en fiscalías y tribunales extranjeros, en especial de Estados Unidos y Europa, y que involucran directamente a funcionarios de la hegemonía y a sus testaferros. Casos que corresponden al muy menguado siglo XXI venezolano.
No podía ser de otra manera, porque si la hegemonía roja ha sido y es el régimen político más corrupto del planeta -en criterio de gente que apoyó a ese régimen y que incluso formó parte de su jerarquía- entonces sólo era cuestión de tiempo para que la colosal corrupción se fuera revelando, como en efecto está ocurriendo en medio mundo. Dentro de Venezuela, las cosas también se saben, pero campea la impunidad. De hecho, muchos de los principales corruptos provienen del sector judicial. ¿Qué pasa cuando entran cataratas de petrodólares y se erradica todo tipo de controles sobre su manejo y disposición? Pasa lo que ha pasado y está pasando en la Venezuela del predecesor y del sucesor.
No vale la pena dar más nombres, porque éstos son conocidos hasta la saciedad. Figuran en las numerosas listas de sancionados por gobiernos foráneos, figuran en las denuncias penales que han sido presentadas en la Fiscalía venezolana (aunque esas denuncias se encuentren engavetadas), figuran en las rigurosas investigaciones de medios de comunicación internacionales, a partir de informaciones oficiales suministradas por organismos jurisdiccionales, figuran en los encausamientos y condenas preventivas de esos mismos organismos, y figuran en las acusaciones formales ante instancias penales de carácter internacional.
Los megacorruptos de la boliplutocracia no son una especie uniforme. Los hay rojo-rojitos, pero también de otros colores. La depredación masiva que ha sufrido Venezuela y que, en parte, explica que esté sumida en una catástrofe humanitaria en medio de una bonanza petrolera, ha sido de tal magnitud que los recursos depredados se han repartido a diestra y siniestra en todo el espectro político, con honrosas excepciones, y también a lo largo y ancho de los especuladores financieros. Ya lo afirmaba Lord Acton: el poder corrompe y el poder absoluto, corrompe absolutamente. De pronto, no es la mejor traducción de su conseja, pero se entiende bien.
Estos capitostes no podrán escapar a la acción de la justicia. Y eso incluye a los personajes más representativos de la hegemonía. Sí, la justicia humana puede que tarde, puede que tarde demasiado, pero cuando llega, llega con la fuerza del derecho y la vindicación de los afectados por la injusticia. En este caso, casi toda una nación. La nación venezolana.