Por Rafael Bayed
***La oposición venezolana no ha logrado capitalizar a su favor la precaria posición de Nicolás Maduro.
El gobierno autoritario de Venezuela, más allá de sus manifestaciones, es una verdadera oligarquía. La farsa montada por el corrupto más grande de los últimos tiempos, Hugo Chávez, continuada por su sucesor Nicolás Maduro, no es más que una trampa cazabobos.
Durante el gobierno de Hugo Chávez, presidente de la República Bolivariana de Venezuela desde 1999 hasta el 2012, planteaba que su proyecto político -la Revolución bolivariana– estaba basado en la tercera vía y el bolivarianismo hasta que Chávez decidió que avanzara hacia el socialismo del siglo XXI sin dejar el bolivarianismo. El presidente Chávez dijo que el tipo de socialismo que se desarrolla en Venezuela también se inspira en el cristianismo, incluso llamó a Jesús de Nazaret «socialista». Chávez también afirmó compartir ideas trotskistas e ideas gramscianas. Es evidente que sus neuronas están en un shock intelectual.
Nicolás Maduro, que no tiene la más mínima idea de nada, solo se lleva por el caletre que Cuba le inculcó. Sus discursos son repetitivos, porque es caletre, que ensayado varía de claridad.
Desde que Maduro tuvo que reconocer públicamente el fracaso de sus medidas económicas, usa casi todos los días los medios de comunicación, en cadena, con una sola alharaca de su visión imaginaria de lo que él puede hacer sin recursos, con un gasto público sin control, despilfarrando lo que le queda y lo que sablea a los países de su misma tendencia.
Poco a poco ha venido perdiendo terreno, al igual que Cuba, en la chuleadera a los países, de tendencia, hasta ayer totalitaria, hoy sui generis, como Rusia, China, Bielorrusia; buscando algunos patrocinantes del terrorismo que Maduro persiste en imponer contra los países democráticos. Ahora está apegado a Turquía, cuyo régimen criminal bombardea indiscriminadamente a su vecino Siria, al igual que muchos países, que dirimen sus diferencias en suelo ajeno, ahora también le sonríe a Corea del Norte, es decir con el argumento de que USA es un imperio, según la conseja de los comunistas, Maduro instiga con los argumentos de la guerra fría.
Cada vez que vemos al cuerpo diplomático sentado estoicamente oyendo las loqueras de Maduro, nos da vergüenza ajena. Las caras de asombro de los embajadores son impresionantes, porque ellos saben la sarta de mentiras que plantea Maduro.
No es fácil predecir lo que viene. Ni los apocalípticos escenarios que dibujan los antichavistas, ni la normalidad que busca Maduro al reprimir a la oposición son opciones realistas en el corto plazo. La sin salida continúa. Y los perdedores son los venezolanos comunes y corrientes.
Lo más grave es que la oposición, además, no ha logrado capitalizar a su favor la precaria posición de Maduro. Sus principales líderes tienen diferencias reconocidas sobre la estrategia que se debe seguir para buscar un cambio, y oxigenar al país.