Por Rafael Simón Jiménez
***Maduro se anticipó a la vergüenza del repudio colectivo al no presentarse a la ceremonia oficial de investidura del nuevo jefe de Estado mexicano.
La inasistencia de Nicolás Maduro al acto oficial de toma de posesión del nuevo mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador, delata el estado de conciencia del improvisado Presidente sobre el grado de repudio, censura y condena que entre sus pares latinoamericanos y mundiales, se ha ganado con las violaciones a los derechos humanos, la supresión de libertades, el abuso de poder, y el estado de calamidad humanitaria en que se encuentra la población venezolana.
Haciendo gala de inusitada prudencia, el jefe de Estado venezolano, se ahorró el bochorno de presenciar el prolongado abucheo de parlamentarios y de la multitudinaria concurrencia que desbordaban el escenario y que a la sola mención de su nombre, por el recién estrenado presidente, irrumpió en gritos de condena, repitiendo aireadamente el señalamiento de ¡Dictador¡ para el cual ha hecho meritos más que suficientes al despreciar las instituciones democráticas, los derechos de los ciudadanos, y atropellar y conculcar las libertades, amén de generar una crisis humanitaria sin precedentes en Venezuela.
El gobierno Venezolano aparece hoy en la picota de la opinión pública mundial, asociado a los delitos más repudiados universalmente: la violación sistemática de los derechos humanos, el saqueo impune e impenitente de los dineros públicos y su blanqueo en entramados de corrupción construidos en el sistema financiero internacional, el crecimiento inusitado del tráfico de estupefacientes, la comercialización ilegal de metales preciosos, la connivencia con grupos terroristas internacionales, la penetración de los cuerpos policiales por mafias que los utilizan para la proliferación de sus fechorías, en fin, difícilmente exista en la contemporaneidad un régimen que haya acumulado mayor numero de causas criminales como el instalado en Miraflores.
La pobreza y el hambre que genera la huida masiva de venezolanos, tiene como contrapartida la acción de la justicia internacional, que solamente en Estados Unidos y España ha contabilizado juicios que involucran más de tres mil millones de dólares sustraídos del erario venezolano en redes de corrupción que drenaron hacia sus bolsillos esa impresionante cantidad bajo la complicidad, participación directa o complacencia de instituciones, organismos o personas que ocupan altos cargos en la jerarquía del Estado, constituyéndose en la mayor operación de saqueo que país alguno haya padecido en su historia.
El temor demostrado por el presidente venezolano, al negarse a estar presente en la ceremonia oficial de investidura del nuevo jefe de Estado azteca, anticipándose a la vergüenza de un repudio colectivo, es la mejor demostración de un gobierno que, carente de apoyo popular adentro y censurado y repudiado afuera, le haría un gran favor a los venezolanos buscando una fórmula pacífica y democrática de dejar de oprimir y supliciar a Venezuela.