Venezuela: “convidado de piedra” en las polarizadas alianzas geopolíticas para 2019

Foto: Cortesía de Kurdistan 24

Mientras dos aviones rusos TU-160 con capacidad nuclear aterrizaban en Caracas un día después de las elecciones municipales para “defender” al régimen de Nicolás Maduro ante una posible “intervención extranjera”, el primer ministro italiano Matteo Salvini iniciaba una visita a Israel bajo la perspectiva de abrir un eje entre el Estado israelí y los nuevos gobiernos populistas europeos, cuyas implicaciones se dirigen precisamente contra el islamismo y, particularmente, Irán. Bajo este complejo rompecabezas geopolítico global, Venezuela se inserta como un actor periférico en la cada vez más nítida definición de alianzas polarizadas entre EEUU, Rusia, China, Irán, Turquía e Israel.

Por Roberto Mansilla Blanco. Corresponsal en España.

La profusión de acontecimientos internacionales parece anunciar un final de año candente, en definición de lo que puede acontecer para este 2019. En el caso europeo, dos acontecimientos convulsos marcan la pauta. Este miércoles 12, la primera ministra británica Theresa May se confrontaba a una moción de confianza con el ala dura de su partido Conservador por el asunto del Brexit, que podría provocar su caída.

Paralelamente, en París, el presidente Emmanuel Macron se enfrenta a una inesperada rebelión ciudadana “de chalecos amarillos”, que define el hartazgo de una clase media empobrecida por la crisis económica.

A esta crisis social francesa se le sumó súbitamente el atentado terrorista de este martes 11 en Estrasburgo, sede del Parlamento europeo, con saldo de tres muertos y una decena de heridos.

Estos acontecimientos revelan el momento de debilidad estructural en el seno de la UE. Pero este contexto parece ser aprovechado por otros líderes que buscan reeditar una especie de “internacional populista de derechas”. Uno de ellos es el primer ministro italiano Matteo Salvini, conocido por sus posiciones antiinmigración y euroescépticas y por el apoyo que ha recibido de partidos “neofascistas” y de extrema derecha en Italia.

Alianzas en Tierra Santa

Salvini aterrizó esta semana en Jerusalén en una visita que, a todas luces, supone un punto a favor para su homólogo primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en un momento particularmente complejo para su gobierno. En las últimas semanas, Netanyahu ha visto peligrar la solidez de su gabinete tras la renuncia del extremista Avigdor Lieberman como ministro de Defensa.

Lieberman acusó a Netanyahu de supuesta “tibieza” en el pulso contra los palestinos, principalmente del partido islamista Hamas en el territorio de Gaza, así como contra la milicia libanesa proiraní Hizbulá y el régimen sirio de Bashar al Asad. Curiosamente, todos ellos aliados internacionales del régimen de Nicolás Maduro.

La visita de Salvini a Jerusalén es significativa, tomando en cuenta que el Estado de Israel está trabajando en asentar a la histórica ciudad como su capital histórica. El cambio de la embajada de EEUU de Tel Aviv (la capital oficial) a Jerusalén en mayo pasado ha provocado cambios diplomáticos en otros aliados, puede ser ahora con Salvini como previsible “portavoz” de los nuevos ejes populistas de derechas que están surgiendo en Europa.

Y como lo será también dentro de poco el nuevo presidente brasileño Jair Bolsonaro, que asumirá la presidencia el próximo 1º de enero de 2019, toma de posesión a la que Netanyahu ya anunció que asistirá. Bolsonaro anunció su intención de seguir el ejemplo de Donald Trump de cambiar la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén, toda vez ha mostrado públicamente su sintonía con Netanyahu.

Salvini ha visitado estos días la frontera israelí con el Líbano, donde el Ejército israelí libra una guerra de baja intensidad con el Hizbulá libanés. En ese sentido, se han venido destruyendo túneles excavados por el Hizbulá, toda vez Salvini no dudó en catalogar a la milicia libanesa de “grupo terrorista islámico” que amenaza a Israel, a la que calificó como “baluarte de la democracia en Oriente Próximo”.

En Jerusalén, Salvini también criticó lo que consideró como una “desequilibrada” posición de la Unión Europea con respecto a Israel. Como se sabe, Bruselas denuncia las violaciones de derechos humanos cometidas por el Estado israelí contra la población palestina. Durante su visita a Israel, Salvini evitó reunirse con representantes de la Autoridad Nacional Palestina, haciendo así causa común con la política oficial israelí.

El contexto luce, por tanto, proclive a una expectante sintonía entre Netanyahu y otros líderes populistas europeos, con Salvini como posible maestro de ceremonias. Con anterioridad, Netanyahu visitó al primer ministro húngaro, el nacionalista populista Viktor Orban, al canciller (jefe de gobierno) austríaco Sebastián Kurz, que lidera un gobierno con la extrema derecha austríaca, y al ultraconservador presidente checo Milos Zeman.

En esta agenda internacional de Netanyahu por buscarse apoyos exteriores, también se debe incluir al igualmente polémico presidente filipino Rodrigo Duterte, quien visitó Israel en septiembre pasado. Y en perspectiva están, obviamente, los acercamientos que Netanyahu espera de un Bolsonaro que dirigirá Brasil dentro de pocos días, y del que también se le conocen sus simpatías por Trump.

¿Un eje “contra natura”?

Esta perspectiva de eventual procreación (o de acercamiento) de un inédito eje de Israel con líderes populistas europeos también ha tenido sus inconvenientes, tal y como ha podido observar el propio Salvini en su visita a Israel.

En esta visita, Salvini no fue recibido por el presidente del Estado israelí, el conservador Reuven Rivlin, oficialmente por problemas de agenda. No obstante, las razones pueden quizás deberse a los recelos que, desde altas autoridades israelíes, observan con respecto a posibles alianzas con populistas de derechas, algunos de ellos de talante “neofascista”, a tenor del histórico antisemitismo existente en esos movimientos.

Antes de la visita de Salvini, Rivlin realizó una entrevista con CNN en la que advirtió sobre el “retorno del fascismo” en Europa, y que si bien consideró que “algunos de estos movimientos admiran mucho al Estado de Israel”, también consideró que “el neofascismo está en contra de los valores del Estado de Israel”.

Tomando en cuenta la sintonía aparentemente existente entre Netanyahu con líderes derechistas europeos apoyados por partidos neofascistas, como son los casos de los mencionados Salvini, Orban o Zeman, todo parece indicar que esta alianza en ciernes tiene otros objetivos, enfocados en su rechazo a la inmigración de origen musulmán en Europa, particularmente ante los refugiados de la guerra siria, así como ante los temores sobre el ascenso de Irán como potencia regional y nuclear en Oriente Próximo, un tema crucial para la seguridad israelí.

Precisamente, la Unión Europea no rompió el pacto nuclear suscrito en 2016 por el G5+1 con Teherán, y que Trump hizo añicos este año. Esto evidenció otra crisis transatlántica entre Washington y la UE que parece ahora evidenciarse aún más con esta visita de Salvini y su acercamiento a Israel.

Por otro lado, las relaciones transatlánticas en estos tiempos de “revival” de los populismos extremistas y el “neofascismo” parecen ir cobrando forma ante un 2019 electoral en Europa, con los comicios para el Parlamento europeo previstos para finales de mayo.

El ex asesor de la administración Trump e ideólogo de su movimiento político, Stephen Bannon, está construyendo puentes muy fuertes en Europa para formalizar alianzas con la extrema derecha europea. En este sentido, la aliada principal de Bannon en Europa es Marine Le Pen y el Frente Nacional francés. Pero Bannon y Le Pen ya ven con regocijo el ascenso de otro aliado, como es el caso de VOX en España. Ambos felicitaron a este movimiento tras su fulgurante resultado en las elecciones autonómicas andaluzas.

Bannon y Le Pen están trabajando en formalizar una plataforma de la ultraderecha para las elecciones al Parlamento europeo 2019. Salvini, Orban, Zeman y el partido derechista y católico Ley y Justicia en Polonia son los aliados “naturales” más proclives, a los que se uniría VOX.

Bannon, Le Pen, Salvini, Orban y Zeman también han tenido contactos o han mostrado simpatía con otro líder internacional: el presidente ruso Vladimir Putin. También con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan. Putin y Erdogan están construyendo un eje euroasiático con Irán y presumiblemente China, con la intención de contener la hegemonía atlantista vía Washington y OTAN, ante una Europa sumida en la crisis. Un eje que tiene otro actor en mente: Venezuela.

Maduro se entrega al eje euroasiático

En esta intensa recomposición de alianzas globales en curso, algunas de ellas aún en ciernes y no menos confusas, que en 2019 pueden tener una definición más nítida, Venezuela parece estar igualmente sellada en el tablero geopolítico mundial.

La inesperada llegada a Caracas de dos aviones rusos TU-160 con capacidad nuclear ha sembrado las alarmas en Washington y Bruselas precisamente un día después de las controvertidas elecciones municipales en Venezuela. A pesar de la abstención de más del 70%, Maduro y el PSUV siguen conservando la hegemonía política y marcando la agenda.

Este vuelo militar ruso a Caracas ya fue acordado la semana pasada entre los ministros de Defensa ruso y venezolano, Sergei Shoigu y Vladimir Padrino, durante la visita de éste a Moscú.

Putin y Erdogan observan con atención cómo Venezuela se convierte en una tierra de oportunidades para sus negocios, un socio económico clave, pero en bancarrota. A la visita a Caracas de Erdogan realizada la semana pasada le siguió inmediatamente el fugaz viaje de Maduro a Moscú, determinado por la emergencia financiera venezolana.

Esta movida evidencia una realidad inobjetable: Maduro se entrega, casi a la desesperada, al eje euroasiático liderado por Rusia, con la finalidad de conservar el poder a toda costa. Y allí Putin tiene las claves estratégicas, moviendo los hilos geopolíticos, que le sirven para jugar sus cartas en el “patio trasero” estadounidense de la misma manera que el eje atlantista hace lo suyo en Ucrania y en otros escenarios de la periferia rusa euroasiática.

En este eje también entra Irán, aliado geopolítico de Putin y de Erdogan a través del pacto de Sochi (noviembre de 2017) que determina el futuro del conflicto sirio. Toda vez los TU-160 rusos con capacidad nuclear aterrizaron en Caracas para “defender a Maduro de cualquier posible agresión extranjera” (de EEUU, obviamente), el contraalmirante de la Armada iraní, Touraj Hassani Moqaddam, anunció a principios de este mes la existencia de planes entre Caracas y Teherán para formalizar misiones militares conjuntas para el primer semestre de 2019. Tal y como publica el diario español ABC, esta misión, de acuerdo con las autoridades iraníes, podría incluir el nuevo destructor Sahand, ubicado en el Golfo Pérsico. Este buque, construido en Irán, cuenta con “capacidades ocultas”, según el jefe de los astilleros de la Armada iraní, contralmirante Alireza Sheikhi.

Se especula que este destructor tiene capacidad para evitar la detección de radares y de movilizarse durante cinco meses sin repostar combustible. También está dotado de una plataforma para el aterrizaje de helicópteros y tiene capacidad para el lanzamiento de misiles.

Esto refuerza la alianza estratégica entre Venezuela e Irán suscrita desde 2006, cuando el entonces presidente Mahmud Ahmadíneyad visitó Caracas, entonces bajo la presidencia de Hugo Chávez. Esta alianza estratégica ha logrado triangularse también con Rusia, China y Turquía, lo cual determina la opción de Maduro de insertarse claramente en este eje euroasiático con la intención de resguardarse ante el eje atlantista de Washington y Bruselas, tendente a buscar una transición post-Maduro en Caracas.

Horizonte 2019

Con el trasfondo de las sanciones occidentales contra Rusia, Venezuela e Irán, la guerra comercial con China y la ruptura de Trump del pacto nuclear con Teherán, la asunción de Bolsonaro como próximo presidente de Brasil intensifica las presiones exteriores contra Maduro.

Presiones que también vendrán desde Netanyahu, invitado de lujo a la toma de posesión de Bolsonaro. El apoyo de Maduro a enemigos israelíes como Irán y el Hizbulá muy probablemente persuadirá a Netanyahu a formalizar con Bolsonaro nuevos escenarios de presión contra el eje euroasiático que sostiene a Maduro.

Hace unos días, Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos y asesor del próximo presidente brasileño, declaró sin tapujos que “la próxima operación de paz de Brasil en el exterior será en Venezuela. Vamos a liberar a nuestros hermanos del hambre y del socialismo. La mejor solución a la crisis migratoria que vivimos es la salida de Maduro del poder”.

Con los tibios ecos de una intervención internacional en Venezuela, la petición peruana al Grupo de Lima de ruptura de relaciones diplomáticas con Maduro y la visita de Netanyahu a Brasil, parece estar intensificándo ese cerco exterior contra el presidente venezolano, particularmente de cara a propiciar un frontal desconocimiento a su gobierno para el próximo 10 de enero, cuando Maduro asuma su nuevo período presidencial.

Una presidencia, la de Maduro, que todo anuncia será reconocida a partir del próximo 10 de enero únicamente por un puñado de aliados que Washington y Bruselas trazan como una especie de nuevo “eje del mal”. Siendo estos principalmente Rusia, Irán, Turquía, China, Siria, Bielorrusia, Corea del Norte, Nicaragua, Cuba y Bolivia.

Toda vez, la UE apuesta por un diálogo incierto, mientras la oposición venezolana, desarticulada y dividida por intereses propios, no parece percatarse de lo que está sucediendo. Venezuela es así actor periférico no menos estratégico de la recomposición de alianzas geopolíticas previstas para un 2019 intenso y candente.

 

 

 

Salir de la versión móvil