Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo
***Todos los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad y a las acciones de las personas que se dedican a ella.
El Papa Francisco nos sorprende con frecuencia por la manera de afrontar los problemas más agudos de la humanidad. El mundo político a nivel planetario está siendo cuestionado por la ciudadanía. Cuando se pierde el norte y se busca el bien particular de quienes dirigen la sociedad, olvidándose de la primera tarea que es la igualdad y el bienestar de las personas, nos encontramos con una “mala” política. La paz y la convivencia son, deben ser, fruto de una “buena” política. Es el contenido del mensaje del Papa Francisco para la celebración de la jornada mundial de la paz del próximo año. Qué bien nos viene a los venezolanos vernos en ese espejo y sacar las consecuencias. Entresacamos algunos párrafos e invitamos a leer completo el documento.
La paz como la esperanza en una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. La búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción. La función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.
Este párrafo retrata a la perfección las antípodas en las que nos encontramos los venezolanos. Por ello, el Papa nos recuerda las bienaventuranzas del político escritas por el cardenal vietnamita Van Thuan, quien estuvo preso muchos años y padeció en carne propia la opresión del gobierno de su país: Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel. Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad. Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés. Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente. Bienaventurado el político que realiza la unidad. Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical. Bienaventurado el político que sabe escuchar. Bienaventurado el político que no tiene miedo.
En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción -en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas-, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.
Que las próximas navidades y el año nuevo se iluminen con estas reflexiones del Papa Bergoglio para bien de todos los venezolanos. ¡Feliz navidad!