Por Carlos Canache Mata
***Los acontecimientos internos, más la presión de los países democráticos de la comunidad internacional, en el 2019, permitirán que vuelva la democracia.
El país se mueve entre incertidumbres y expectativas. Lo que dice o promete la dictadura de Maduro, nadie lo cree, porque la mentira se ha convertido en una política de Estado. Los jerarcas que ejercen el poder se visten con falsos atuendos democráticos, como la realización de elecciones, pero fraudulentas, para confundir a incautos.
Las cada vez más severas limitaciones a la libertad de expresión tienen como objeto, además del goce de una vocación totalitaria, que los venezolanos se desinformen o no tengan certezas del resultado de investigaciones y hechos, no conocidos por la generalidad, que comprometen seriamente la responsabilidad de los que despachan desde Miraflores y sus cercanías.
En solo este año 2018, que está por fenecer, 26 medios, impresos y radioeléctricos, han dejado de circular. Callar la boca es misión exquisita y predilecta de la hegemonía comunicacional implantada por los fabricadores de silencios, que en mala hora, una hora que ha durado 20 años, rigen los destinos de la nación. Siempre ha sido una característica de los sistemas autoritarios, con o sin fachada seudo-democrática, el control completo o casi completo de los medios de comunicación masiva y el control policíaco-militar mediante el terror físico o psicológico. El desarrollo de las modernas tecnologías comunicacionales no sólo ha sido útil al progreso y a las democracias, sino también a las dictaduras y totalitarismos.
Cuando Lenin triunfa con su revolución de 1917, la radiodifución todavía estaba en pañales, pero ya estaba en su apogeo cuando Stalin asciende y toma el poder. Uno y otro, las veces que lo consideraron necesario, usaron la radio, instrumento que permitió por primera vez hablar directa y literalmente a toda la población. La magia oratoria de Hitler se prodigó al máximo a través de la radiodifusión.
A pesar de la oscuridad que rodea la llegada del nuevo año, hay expectativas. La dictadura de Maduro fanfarronea autoatribuyéndose una fortaleza que no tiene. Por el contrario, con el paso de los días va quedando más sola, y antiguos amigos la abandonan. Así acaba de suceder con Pablo Iglesias, fundador del partido español Podemos en el año 2014: declaró el pasado 14 de diciembre, en una especie de mea culpa, que rectifica y “no comparto algunas cosas que dije en el pasado y creo que la situación política y económica en Venezuela es nefasta”.
La desesperada soledad que cae como lóbrego sudario sobre el rostro del régimen actual, lo ha llevado a supuestas demostraciones de fuerza que invisibilizarían su real debilidad. Así es como hay que interpretar la reciente presencia de aviones rusos con capacidad de uso de armas nucleares, en abierta violación del artículo 187 de la Constitución, numeral 11, que exige la autorización de la Asamblea Nacional. Ante la importante fecha del próximo 10 de enero, en la que la dictadura pretende ratificar su ya conocida ilegitimidad dándole validez a la payasada fraudulenta de la elección presidencial del pasado 20 de mayo, quiere aparentar que aún tiene amigos y apoyos de peso en el exterior.
La verdad es que hay la posibilidad de que con el Nuevo Año, acontecimientos internos y la presión de los países democráticos de la comunidad internacional, permitan que vuelva a Venezuela la democracia extraviada.